El 4 de abril, el mundo entero quedó conmocionado por las imágenes de la ciudad ucraniana de Bucha. ¿Quién sabía hace un mes dónde estaba? ¿Quién hace dos meses aquí en España no se equivocó tomando ucranianos por rusos? ¿Quién no consideraba rusos a todos los que hablan ruso?

El mundo occidental se encontró de repente en una situación de total ignorancia y total asombro. ¿Quiénes son estos rusos? ¿Todas estas personas que bebían sangría y comían jamón en las terrazas; admiraban el mar, el atardecer, la brisa marina; discutían las pinturas de Picasso; perdían el habla al contemplar la Sagrada Familia y la intangible pureza fantasmal del cielo sobre las rocas de Montserrat? ¿Cómo podían al mismo tiempo ser los asesinos y verdugos a sangre fría de la vida pacífica en Bucha, Gostomel, Mariúpol y cientos de otros lugares en Ucrania? Un país que el ciudadano occidental durante tanto tiempo prácticamente no distinguía de Rusia.

Es doloroso, como ruso, ser consciente del colapso de la imagen de mi pueblo como amante de la paz

Es especialmente doloroso para mí, como ruso y, además, como patriota de Rusia, ser consciente del colapso de la imagen de mi pueblo como amante de la paz, amable, inteligente e incapaz de crueldad.

Pero no se puede no hablar de eso. A pesar de que la conversación sea dolorosa y frustrante. Lo principal es que no sea en vano.

Recientemente los medios de comunicación internacionales empezaron a difundir los resultados de una encuesta realizada en Rusia sobre el apoyo a la guerra en Ucrania. Dichos resultados indican que el 80% de los rusos están a favor de esa guerra. Sin embargo, la propia pregunta de la encuesta a la que hacen la referencia los medios de comunicación internacionales, incluidos los españoles, no iba sobre la guerra en sí y estaba formulada de tal modo que la respuesta negativa conllevaría años de prisión por desacreditación al ejército ruso. La pregunta de la encuesta en cuestión estaba formulada así: “¿Usted personalmente apoya o no la acción de las fuerzas armadas de Rusia en Ucrania?”.

Los sociólogos coinciden que no puede haber resultados objetivos de las encuestas llevadas a cabo en condiciones de un régimen autoritario o totalitarismo militar, al cual Rusia está aproximándose cada día más.
No diré nada nuevo ahora, argumentando que los rusos son diferentes entre sí. Cada nación tiene sus genios y sus asesinos. Pero en el caso de los rusos hay algo más, que nosotros, los emigrantes políticos de buen corazón que vivimos en Occidente, preferimos olvidar.

Rusia está aproximándose cada día más al totalitarismo militar

El caso es que, entre el 20% de mis conciudadanos que tuvieron el coraje de responder en esta encuesta que están en contra de las acciones del ejercito ruso, y por lo tanto, en contra de la guerra y el 80% restante, que supuestamente apoya esta guerra, -voluntariamente o simplemente porque responder así les resulta más cómodo- hay un gran abismo.

Existen las estadísticas que posiblemente pueden explicar mejor esos resultados. Solo el 28% de los rusos tiene un documento que, en principio, les permite viajar al extranjero: un pasaporte. Los ciudadanos españoles que viven dentro de La Unión Europea tienen el lujo de conocer otros países, otras culturas, sin necesidad de un permiso de viaje de este tipo. Pero incluso entre este 28% de felices propietarios del derecho a viajar a países democráticos, a la misma Unión Europea, no sale más de una décima parte.

La corriente principal de los rusos visita Abjasia, Turquía, Egipto y la misma Ucrania. Por lo tanto, los rusos que conocemos aquí y los rusos que constituyen la gran mayoría del pueblo de Rusia a menudo difieren entre sí en casi todo, desde la educación hasta los hábitos sanitarios. Las personas más educadas, las más exitosas, las más libres de Rusia vienen a Occidente.

Imaginaos que en vuestras escuelas no enseñan especialistas bien pagados, sino perdedores

Imaginaos que no tenéis dinero para un billete de avión ni siquiera a Madrid (y esto no es una exageración, la mayoría de los rusos nunca han estado en Moscú); que vuestra vida es bastante dura y que una de las fuentes de ingresos fiables es un contrato en el ejército, porque es una oportunidad de recibir un salario decente y eventualmente comprar un apartamento con una hipoteca preferencial. Imaginaos que a la mayoría de vuestros amigos no les gusta ni el teatro ni el esquí, sino que beben alcohol y consumen drogas.

Imaginaos que en vuestras escuelas no enseñan especialistas muy bien pagados, sino perdedores que no podrían encontrar un trabajo algo más prestigioso (sí, ser maestro de la escuela pública en el interior de Rusia es una profesión marginal y mal pagada). Y lo que enseñan esos profesores son sus agravios por compañeros más exitosos que pudieron irse a Moscú o a Europa, su nacionalismo retrógrado y la añoranza por la antigua grandeza del imperio soviético.

Putin ofreció a los incultos, los pobres, los absolutamente intolerantes de todo lo ajeno, llenos de envidia y odio al prójimo, una inimaginable sensación de grandeza y retribución

Al mismo tiempo, la televisión emite sin cesar sermones sobre la grandeza del país, el poder del ejército y el círculo cada vez más cercano de enemigos que no permite prosperar a todos y a cada uno. Tarde o temprano, aprenderían a culpar de sus fallos no a ustedes mismos, sino a sus vecino extranjeros, lejanos o cercanos. O incluso a un vecino de la vida real con quien comparte su infancia y recuerdos comunes, pero que se ha vuelto más exitoso.

Este es el mismo complejo de venganza y humillación a nivel del profano que empujó a los trabajadores y comerciantes alemanes a los brazos de la ideología nazi a principios del siglo XX. Rusia está actualmente siguiendo este camino.
Putin ofreció a los incultos, los pobres, los absolutamente intolerantes de todo lo ajeno, llenos de envidia y odio al prójimo, una inimaginable sensación de grandeza y retribución. Sentirse como el árbitro del destino inmediatamente después de ser un don nadie y no poder convertirse en alguien importante en su pequeño pueblo de Siberia o del Cáucaso, sentirse como un Dios que controla la vida de otras personas,- desde este sentimiento hasta la disposición literal de la vida de otra persona a su propia discreción- hay solo un paso corto. De la pobreza y la envidia a la riqueza de los "rusos profundos" se manifiesta en una tormenta literal de saqueo y violencia, que, al parecer, los ejércitos guerreros ya han sobrepasado como una vergüenza y una deshonra.

Bucha es el resultado de todo lo vil e inmoral que hay en una persona rusa oprimida

Bucha es el resultado de todo lo vil e inmoral que hay en una persona rusa oprimida y que nosotros, “la gente con el rostro honesto”, la oposición, preferimos no darnos cuenta durante tanto tiempo.
Ahora solo tenemos dos salidas. O cometer un suicidio nacional, reconociendo que nosotros somos como ellos, carne de carne y sangre de sangre; somos los mismos chovinistas y nazis que viven en el fondo de todos.

Resulta imposible para cualquier persona decente y viva con tal convencimiento sobre la mentalidad rusa. Otros, los que tuvieron repentinamente esta pesadilla, ya han perdido literalmente la vida. Para mí personalmente, esto es inaceptable. A Europa le espera otra ola muy poderosa de emigración rusa. Millones de rusos que ya no pueden estar de acuerdo con el régimen sofocante del neoestalinismo abandonarán el país. No hallarán mucha felicidad en Occidente, donde “el ruso” se está convirtiendo en un sustantivo, donde es imposible abrir una cuenta, iniciar un negocio u obtener asilo. Y tendrán que disolverse en la gran familia europea de los pueblos, teniendo que ser asimilados y renunciando a su propio nombre y a su lengua.

Otra opción es convertirse en la base de un nuevo pueblo. Al igual que el pueblo de Moisés, que vagó por el desierto durante cuarenta años, pero finalmente llegó a la tierra prometida, así los rusos tendrán su duro viaje a través de las pruebas, las tormentas, la vida en desastres y el exilio para poder retornar algún día. Con suerte se volverán más fuertes y más sabios, sin perder su conocimiento, su cultura y su arte asombrosos. Regresarán en el momento oportuno para que en mitad de la Edad Media de la tiranía brille el faro de la ilustración y la libertad.

Eso espero. Creo en eso. Y pido a la ya ilustrada y tolerante Europa que también sea sabia y no nos aparte.


Ivan Pustovalov es periodista ruso afincado en España y presidente de asociación de rusos inmigrantes políticos en España Russia Tomorrow.