La invasión de Ucrania ha provocado una de las mayores olas de solidaridad que recordamos, a la altura de uno de los éxodos de refugiados más masivos de las últimas décadas. Desde el pasado 24 de febrero más de 5 millones personas, en su inmensa mayoría mujeres y niños, han cruzado la frontera y el número sigue goteando.

Polonia, Hungría, Rumanía, Eslovaquia y Moldavia, los países vecinos, han sido sin duda los más afectados por este constante movimiento de personas y los que han dado muestras de hospitalidad más directas. Acogieron a quienes buscaban refugio enfrentando el desafío logístico, administrativo, económico y social que eso supone.

¿Qué pasará cuando deje de ser portada y los políticos no vayan de visita para hacerse la foto?

Dos meses después de las primeras bombas ha pasado la conmoción inicial y la guerra ha dejado de ser una novedad. ¿Qué pasará cuando deje de ser portada y los políticos no vayan de visita para hacerse la foto? Como es previsible, decae la atención y se reduce poco a poco esa gran ola de solidaridad, aunque los refugiados sigan ahí. Los problemas no desaparecen, sino que en muchos casos aumentan.

Por eso en Alianza por la Solidaridad-ActionAid creemos que es necesario apoyar ahora más que nunca y hacerlo a través de las organizaciones locales de los países de acogida. Son las que conocen mejor que nadie el contexto, las que se comprometen a largo plazo y las que están en mejor posición de evitar que haya rechazo social a los refugiados.

Podemos hablar por ejemplo de Rumanía, uno de los países donde nuestros equipos se desplegaron desde el inicio de la crisis. A ese país de apenas 19 millones de habitantes han llegado hasta ahora 800.000 ucranianos, según los cálculos de Naciones Unidas. Para hacernos una idea de lo que supone, el número de refugiados llegados a Rumanía equivale a la mitad de Bucarest, la capital del país.

En las primeras semanas vimos como muchos rumanos abrieron las puertas de sus casas para dar cobijo a quienes huían de las bombas, como se multiplicaron las iniciativas ciudadanas para convertir hoteles en centros de acogida improvisados, como se convirtieron iglesias en hogares provisionales para los refugiados.

Juguetes listos en un centro de recepción para refugiados en el Galati Sport Center cerca del punto de entrada de Isaccea (Rumanía).

Muchos de los acogedores rumanos y rumanas son más pobres que los propios refugiados ucranianos

Fueron soluciones muy generosas, especialmente si tenemos en cuenta que Rumanía es un país con muy bajo nivel de vida, su renta per cápita es la segunda más baja de la Unión Europea. Muchos de los acogedores rumanos y rumanas son más pobres que los propios refugiados ucranianos.

Como es comprensible, ahora muchas personas quieren volver a la normalidad y muchos negocios necesitan retomar su actividad habitual y generar ingresos. A esto, se añade las advertencias de las autoridades y las organizaciones, puesto que muchos de estos alojamientos temporales no están registrados y no pueden ser supervisados. Ante todo, es necesario asegurar que todos los lugares donde viven las personas refugiadas cumplen con los estándares de higiene y protección.

Otra complicación. También hace falta cuantificar a las personas refugiadas que permanecen en Rumanía, una cifra que oscila permanentemente porque hay ucranianos y ucranianas que entran y salen de su país para atender a familiares que se han quedado o vigilar sus propiedades.

Y, lo más importante, resulta primordial dar seguridad y protección frente al riesgo que suponen las redes de trata. Un informe del Parlamento rumano estima que el 60% de las víctimas de tráfico de personas de la Unión Europea provienen de ese país, con importantes redes operando desde hace años.

La crisis de Ucrania es un caldo de cultivo perfecto para estas mafias, y el riesgo de ser víctimas es muy alto para las mujeres, niñas y niños refugiados

La crisis de Ucrania es un caldo de cultivo perfecto para estas mafias, y el riesgo de ser víctimas es muy alto para las mujeres, niñas y niños refugiados. Un gran número de personas en movimiento que no conocen el lugar ni el idioma, y muchas personas no identificadas ofreciendo transporte y alojamiento se convierten en una combinación ideal para estas redes de tráfico. Por eso es imprescindible asegurar las rutas por las que se mueven y contar con expertas que sepan cómo operan las mafias de trata en Rumanía. Nada de esto es posible si no se refuerza el sistema de acogida en Rumanía, y en los otros países de la región, a medio y largo plazo. Y eso pasa por apoyar a instituciones y organizaciones localmente.

Y es que cuando se produce una crisis humanitaria de grandes dimensiones y llegan diplomáticos, periodistas, políticos y grandes organizaciones, se produce por lo general una subida de precios en alquileres, alimentación y otros productos básicos. Esto provoca tensiones, y más si se trata de un país con renta baja. Apoyar a las organizaciones locales que conocen mejor ese contexto, sin duda ayuda a rebajar tensiones y a mitigar el potencial rechazo que pueden generar los refugiados a largo plazo.

Apoyar a las organizaciones locales ayuda a rebajar tensiones y a mitigar el potencial rechazo que pueden generar los refugiados a largo plazo

Por esto en cualquier respuesta humanitaria es imprescindible la cooperación con organizaciones rumanas como eLiberare, que lleva años trabajando contra el tráfico de personas en Rumanía; Expert Forum, con capacidad para atender necesidades humanitarias de maternidades y orfanatos dentro de Ucrania; o la Fundación Nacional para la Juventud de Rumanía, que piensa en las necesidades de las y los jóvenes.

El ejemplo de Rumanía es igualmente aplicable a nuestra intervención en Polonia, Moldavia o Hungría, y que pasa también por apoyar a organizaciones locales con experiencia en la zona. Con ellas, seguiremos trabajando allí cuando las cámaras se apaguen.


Cristina Muñoz es directora de Alianza por la Solidaridad-ActionAid