El proyecto de medidas económicas apuntadas por el presidente del Gobierno tiene como vicio de origen el falseamiento de la realidad en la que se enmarcan. No es cierto lo afirmado por Pedro Sánchez respecto a que la economía española ha recuperado el nivel previo a la pandemia. No es así pues en el mejor de los casos no igualaremos el PIB de 2019 hasta muy avanzado ¡el 2023! No es cierto lo afirmado por el presidente en orden a que nuestra inflación sea equivalente a la de los países de nuestro entorno, pues superamos significativamente a la existente en Alemania, en Francia o en Italia. No es cierto lo que dijo Sánchez cuando afirmó que la actual subida de precios tiene como causa fundamental la guerra de Putin, pues la inflación de 2021 fue ya del 6,6%. No es cierto tampoco, aunque lo afirmara el presidente, que el incremento de la recaudación tributaria se deba solo al crecimiento económico y del empleo, pues en gran parte trae su causa en la inflación al haber aumentado la base imponible del IVA y no haberse deflactado la tarifa del IRPF ni actualizarse sus parámetros monetarios (mínimo personal exento, deducción por hijos, deducción por ascendentes …)

Arrastrar como vicio de origen el haber realizado una descripción del escenario económico con tantas faltas a la verdad no auguraba nada bueno para las recetas que le seguirían. Y, en efecto, nada bueno siguió. De entrada, ni hablar de deflactar la tarifa del IRPF; nuestro Gobierno está dispuesto a seguir cobrando impuestos del modo más ilegítimo y más inmoral que existe. Para continuar, ni hablar tampoco de cualquier contención del gasto público. Todas las familias españolas están apretándose el cinturón, reduciendo gastos, suprimiendo caprichos, renunciando a vacaciones. El Gobierno, ni se plantea el necesario plan de ajuste del gasto público que suprima las actividades ahora innecesarias, y persiga una mayor eficiencia en la realización de las que no pueden suprimirse.

Nuestro Gobierno está dispuesto a seguir cobrando impuestos del modo más ilegítimo y más inmoral que existe

¿Qué proyecta entonces hacer el Gobierno? Subir los impuestos. Sánchez confirmó ese extraño impuesto a los beneficios extraordinarios de las sociedades energéticas y anunció otro semejante para las entidades bancarias. Dos barrabasadas. Como primera cuestión, señalemos que los llamados “beneficios extraordinarios” ya tributan en el Impuesto sobre Sociedades al gravar éste la totalidad del beneficio de la entidad gravada. Quiere decirse que lo anunciado por Sánchez constituye una doble imposición como un castillo. 

En segundo término, convengamos que la cuantificación de la parte de beneficio que es extraordinaria -y, por tanto, va a ser doblemente gravada- será tarea harto compleja y, más que posiblemente, se decidirá de manera arbitraria. Luego está la pretendida retroactividad mediante la que se quiere aprobar ya avanzado el 2022 una norma que se aplicaría desde principios de año. En fin, que el futuro jurídico de los impuestos anunciados es ciertamente dudoso. Pero claro, si los jueces se atreven a anularlos, Sánchez dispondrá de un nuevo -y torticero- argumento para insistir en que los jueces son de derechas y forman parte de los cenáculos madrileños que, coaligados con los poderes ocultos, quieren impedir sus políticas progresistas. ¡Manda huevos!

En todo caso, si pese a todo los impuestos proyectados llegan a ser efectivos, pocas dudas quedan de que serán objeto de traslado (no de repercusión) a los clientes, por lo que los paganos del invento serán el conjunto de los españoles. Enhorabuena, presidente.

Y ¿qué pretende hacer Sánchez con lo que pueda llegar a recaudar con sus nuevos impuestos? Repartir pequeñas regalías a los contribuyentes a los que previamente les ha detraído su dinero de manera ilegítima e inmoral a través del uso de la inflación como impuesto. Como ejemplo, un trabajador español que cobre el salario medio existente en España (aproximadamente, 27.000 €), está pagando en el IRPF un sobreimpuesto (por no haberse deflactado) de 500 €/año.

Con toda probabilidad, frente al conjunto de regalías anunciadas por Sánchez, cualquiera de los afectados preferiría que le devolvieran ese sobrecobro para poder decidir él dónde destina los citados 500 €. Por no hablar del aumento de burocracia que se genera con cada nueva medida de las ideadas por Sánchez. Verbi gracia, el sinfín de expedientes administrativos de gasto generados por la ayuda de 20 céntimos/litro en el consumo de carburantes. Pero, a lo peor, eso es lo que busca nuestro presidente: aumentar la burocracia y provocar así nuevas necesidades de más funcionarios y, por ende, más gasto público ¡Qué horror!


Ignacio Ruiz-Jarabo, economista, fue director de la Agencia Tributaria y presidente de la SEPI