La reina Letizia cumplirá 50 años el próximo día 15 de septiembre. Su figura es controvertida. Lleva casi 19 años ejerciendo, pero la mayoría de los españoles sigue teniendo de ella una imagen un tanto difusa. La prensa rosa ha intentado convertirla en una más de sus celebrities, pero ella se ha resistido a ser sólo la atractiva esposa de Felipe VI. Tampoco ha dado nunca entrevistas y sus intervenciones públicas son escasas, a pesar de ser una persona especialmente dotada para la comunicación, no en vano fue una de las figuras más reconocidas de los informativos de Televisión Española cuando entabló relación con el entonces Príncipe.

De la reina se dicen muchas cosas. Unas ciertas y otras inventadas. Pero se ha creado en torno a ella una especie de leyenda que la dibuja como una mujer fría, intolerante y rígida. Lo que no es, sin duda, es una figura decorativa, o una persona a la que se pueda manejar fácilmente.

A Letizia le ha tocado pechar con una institución en declive. La Monarquía está en el núcleo de Constitución, es la forma de Estado que nos dimos los españoles cuando se aprobó el texto de la Carta Magna en 1978, pero muchos españoles siguen pensando que sería mejor una república. Los jóvenes, sobre todo, no entienden eso del poder hereditario o la sangre azul. Si a esa imagen anticuada y caduca de la institución, se le suman los escándalos que ha protagonizado en los últimos años el Rey emérito, tenemos el porqué la Monarquía no pasa por su mejor momento.

El CIS (con razones peregrinas) no pregunta en sus encuestas sobre la Corona y sus miembros. Sin embargo, hay empresas privadas que sí lo hacen. El 23 de junio de este año, el instituto IMOP Insights publicó en Vanitatis su último sondeo con algunas conclusiones interesantes. Por ejemplo: hay un empate técnico entre los españoles que quieren sustituir la monarquía por una república (39,1%) y los que no (38,9%). Eso a pesar de que el 48% de los encuestados muestra su respaldo hacia Felipe VI.

La cosa es aún peor cuando se trata de Letizia. En la citada encuesta aparece como la quinta en el ranking de valoración de los miembros de la Familia Real, sólo por delante de don Juan Carlos. Aunque su valoración es de aprobado raspado (5,3), entre los ciudadanos de 35 y 44 años recibe un suspenso (4,8). Como aspecto positivo, los consultados la ven como la mejor aliada de Felipe VI para mejorar la imagen de la Corona.

Todo ello ha llevado a la Casa Real a aprovechar su 50 aniversario para revitalizar la imagen de la Reina, o, al menos, para dar de ella una visión más cercana, puede que más acorde con su verdadera personalidad.

El pasado fin de semana, El País Semanal publicó un extenso reportaje titulado El enigma Letizia: la Reina cumple 50 años. En la entradilla del texto se resala que El País Semanal había seguido sus pasos "durante cuatro meses".

Con motivo de su 50 cumpleaños, la reina Letizia ha decidido darse a conocer con todas sus contradicciones. Le encantaría ser 'la Reina del pueblo'

El trabajo periodístico de Jesús Rodríguez es irreprochable, al igual que la edición y las fotografías seleccionadas para el reportaje son magníficas.

Lo leí con mucha atención. Y lo recomiendo. He reflexionado sobre el mismo y he comentado su contenido con algunas de las personas que mejor conocen a nuestros reyes y a la dinastía de los Borbones. Al final, he llegado a algunas conclusiones.

La cuestión fundamental es si la campaña, o al menos este reportaje, beneficia o, por el contrario, puede perjudicar a la institución. Conociendo al jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín, y su acreditada prudencia, me imagino que habrán dado mil vueltas antes de conceder el visto bueno.

Sabiendo, como ya he contado, cómo está la imagen de la Monarquía y la de la propia Letizia, es probable que la decisión de descorrer el velo de misterio que la rodean tenga como objetivo atraer a un público joven que, poco a poco, pero de forma constante, se aleja de los reyes.

Ahora bien, algunas de las cosas que se dan a conocer puede que no concuerden demasiado con el perfil del ciudadano monárquico que, por lo general, es conservador (un 88,3% de los votantes del PP aprueba la actuación de Felipe VI, según la encuesta ya citada).

El elaborado reportaje nos muestra a una persona activa y solidaria. No en vano, la narración comienza con un viaje a Nuakchot (capital de Mauritania) en una misión de la Cooperación Española. Letizia no sólo ha participado activamente en la misión, sino que muestra su faceta más humana y cálida, capaz de arrodillarse para masajear el tobillo de una guardia civil lesionada que viajaba en el Airbus 310 de la Fuerza Aérea.

Aunque no hay comillas, las opiniones de la Reina afloran a cada instante. Ella quiere remarcar que no quiere ser un florero, y aunque carece de funciones constitucionales, quiere jugar un papel, como en su día hizo Lady Di: poner el foco en las desigualdades. Claro que alguien podría reprocharle: "Muy bien, pero usted vive en un palacio". Demagogia, diría. A ella le encantaría ser la Reina del pueblo.

La narración desvela cosas que se sabían, pero sólo en un círculo íntimo. Por ejemplo, su mala relación con la Reina emérita, doña Sofía, de la que el incidente en la catedral de Palma de Mallorca es sólo un ejemplo. Por no hablar de su total falta de sintonía con don Juan Carlos o la frialdad con que siempre la trataron las infantas Elena y Cristina. A Letizia nunca le gustó la ostentación de la que hicieron gala Cristina e Iñaki Urdangarin, que la dedicó alguna que otra pulla.

Ella, dice el reportaje, hubiera sido mucho más dura en el reproche público y legislativo a su suegro. Y ve su mano negra en algún incidente, como la publicación de una foto desde Abu Dabi con sus hijas, el mismo día que ella y Felipe VI acudían a un centro de refugiados ucranianos.

El ambiente cerrado, opresivo, y la mala relación con su familia política saltan a cada instante. ¿Es eso bueno para la Corona?

Letizia tiene razón en eso, es una persona como cualquier otra y se niega a ejercer como Reina las 24 horas del día. Cosa que su marido, sin embargo, sí hace. Tal vez, como reconoce implícitamente en el texto, no midió bien el paso que dio cuando decidió contraer matrimonio con el príncipe heredero de una dinastía tan tradicional como la borbónica.

Algunas confesiones no la van a ayudar a ganar puntos entre los monárquicos. Por ejemplo, que se dice que ella "no es creyente ni agnóstica, sino aconfesional"; o que siente un especial aprecio por su "querida Penélope Cruz". No digamos ya cuando se refiere con admiración a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, con la que tiene una "gran relación y aprecio" y con la que no hace más cosas juntas porque "empezarían a compararlas".

La Reina, o Zarzuela, han elegido a un medio de gran tirada, pero que es leído mayoritariamente por votantes de izquierda, para darse a conocer. El medio, como ella bien sabe, como periodista, es el mensaje. Así que hay que entender este paso importante como un intento de atraer hacia la Monarquía a un votante de izquierdas.

En el debate que seguramente vive cada día, entre ser reina o plebeya, Letizia se resiste a dejar de ser ella misma. Tiene todo el derecho del mundo a hacerlo, pero otra cosa es que los monárquicos lo entiendan. Sobre todo cuando algunas de sus figuras más señeras se han encargado de darle cera por fas o nefas.

De aquí al próximo día 15 veremos otros reportajes, otras historias, otros análisis y opiniones. Pero con toda seguridad ninguno de ellos tendrá ese sello personal. Porque la elección ha sido suya.