Opinión

Feijóo, los bancos y las eléctricas: ¿sumisión o torpeza?

Feijóo, en Toledo entre Gamarra y Núñez.

Feijóo, en Toledo entre Gamarra y Núñez. EP

El Gobierno le ha ganado al PP la batalla del relato en el tema del impuesto a las empresas energéticas. En política, lo decía el ex presidente Leopoldo Calvo Sotelo, las cosas son como parecen. En el caso que nos ocupa, Sánchez, aparentemente al menos, le ha doblado el pulso a Feijóo, con la inestimable ayuda de la presidenta de la Comisión Europea, la conservadora Ursula von der Leyen.

El pasado martes, el Congreso de los Diputados aprobó por mayoría la tramitación de dos nuevos impuestos con carácter temporal: uno que gravará con un 1,2% las ventas (o facturación) de las eléctricas, y otro que detraerá el 4,8% sobre las comisiones e ingresos netos de la banca. Fueron 187 votos a favor (PSOE, UP, PNV, Bildu y ERC) y 153 votos en contra (PP, Vox y Ciudadanos). El titular que quedó de esa jornada fue que el Congreso había dado el primer paso para aprobar un impuesto a las eléctricas y a los bancos a pesar de la oposición del PP. Luego entraremos en detalles.

El jueves, la presidenta de la CE defendió, en el marco de su plan para reducir la dependencia energética de Rusia, un impuesto sobre los beneficios extraordinarios de las compañías energéticas con el que espera recaudar 140.000 millones de euros. Su argumento: "En los tiempos que vivimos, no puede ser que algunos obtengan beneficios extraordinarios gracias a la guerra y a costa de los consumidores". Un discurso muy similar al defendido por el presidente en el Congreso.

Ese mismo día, Sánchez aprovechó el discurso de Von der Leyen para cargar contra Feijóo por "no defender en España lo que su grupo defiende en Europa", argumentando que el PP se pone siempre del lado de los poderosos, los gigantes del Ibex, que mueven los hilos de Génova a su antojo y manejan a los medios de comunicación que no vitorean constantemente al Gobierno, haga lo que haga.

Desde el PP contestaron que lo que había hecho Bruselas era corregir a Sánchez, dado que Von der Leyen propone grabar los beneficios extraordinarios, no la facturación, y que, en eso, estaban de acuerdo.

Esa matización, aun siendo cierta y relevante, me recuerda a aquel debate en el Congreso en el que el entonces líder del PSOE, Josep Borrell, se perdió intentando explicar la diferencia entre el 'criterio de caja' y el 'criterio de devengo'. Muy pocos ciudadanos sabrían distinguir entre facturación y beneficios: lo que ha quedado en la opinión pública es que el PP no quiso aprobar el impuesto a las eléctricas.

En realidad, lo que está sucediendo con la electricidad es fruto de un sistema de precios irracional, que hace que los disparados precios del gas contaminen la factura de la luz, que a su vez dispara la inflación. Pero de ese asunto hablaremos otro día.

Al votar en contra en el Congreso, el PP se quedó sin margen de maniobra para defender que está de acuerdo con un impuesto que grabe los beneficios extraordinarios de las eléctricas

El fondo del debate en el tema de los impuestos a bancos y energéticas es político. La justificación del Gobierno para imponer esos nuevos tributos tiene que ver con una especie de castigo justiciero a los poderosos. La tesis del Gobierno rezuma populismo: 'Los que más tienen, tienen que aportar más'; 'ahora les toca arrimar el hombro a los poderosos para que la carga se reparta de forma más igualitaria'. Todas ellas, consignas sacadas del manual de Podemos, que Sánchez ha asumido sin complejos, más que para dar satisfacción a su socio de Gobierno, para intentar quedarse con sus votos.

Desmontar los argumentos demagógicos no es fácil. Pero el PP ha caído ingenuamente en la trampa. Votar en contra en el Congreso fue un error. Feijóo tenía que haber utilizado el margen de maniobra de la abstención para poder explicar mejor que el recargo impositivo debía gravar los beneficios extraordinarios y no los ingresos, y, además, que el dinero obtenido por esa vía debía destinarse íntegramente a rebajar la factura de la luz, y no a engordar los ingresos del Estado. Feijóo lo detalló así en la entrevista con Victoria Prego publicada el pasado fin de semana, pero no hubo una ofensiva del partido para explicar a la gente que el PP no estaba en contra de imponer un impuesto a los beneficios extraordinarios de las energéticas, sino de la forma en la que el Gobierno quería llevarlo a cabo. Algunos dirigentes del partido se limitaban a seguir el dogma de que toda subida de impuestos, por principio, es mala.

Error tras error. En lugar de salir del atolladero en que se había metido, el pasado jueves el PP condicionó el apoyo a la subida del recargo a las empresas energéticas a la retirada de impuesto a la banca. De verdad que no lo entiendo. Era como decir, 'a los banqueros ni me los toquen'.

Es verdad que el impuesto a las comisiones bancarias tiene poco recorrido. Los asesores jurídicos de los grandes bancos, que lo recurrirán, dan por segura la derrota del Gobierno, que no puede impedir que las entidades repercutan en sus clientes los costes que reducen sus márgenes. Pero ese, en todo caso, es un razonamiento que está bien para la AEB, pero no para el principal partido de la oposición. Hace falta un poco más de finura.

Los poderosos ven en Feijóo una apuesta segura, con bastantes posibilidades de ganar las elecciones de 2023. Sus gabinetes de estudios no paran de enviar papeles e informes a Génova, con el ánimo de que el PP defienda sus intereses con opiniones fundadas. Pero el líder del PP tiene la obligación de pensar en la mayoría del país, en esos millones de españoles que están dispuestos a votarle y que ahora lo están pasando mal.

Hagamos de la necesidad virtud. La tramitación como ley ordinaria de la implantación de esos dos nuevos impuestos abre la vía para que el Gobierno y el PP alcancen un acuerdo en un asunto prioritario para los ciudadanos. Si los 7.000 millones que el Gobierno prevé recaudar sirven para aliviar la presión de los precios, eso será bueno para la mayoría y tendrá efectos positivos en una economía que se encamina hacia la depresión.

¿Renunciará el Gobierno a machacar al PP por su presunta dependencia de los ricos? ¿Reducirá el PP su beligerancia contra la supuesta deriva comunista de Moncloa? Lo veremos. Yo no soy optimista.

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