Feijóo le ha hecho a Sánchez una moción de censura sin moción de censura y sin Sánchez, allí en el Senado como bajo un puente, un Feijóo solo y como llovido bajo las dovelas amarillentas y falsas, de mesón segoviano, de la Cámara Alta. “Pase ya a la historia”, le decía a nadie, a las piedras, a las ranas, al arroyo del destino, a esa misma historia hecha un barquito de papel, porque Sánchez no estaba, claro. Hablarle a Sánchez sin Sánchez a mí me parece todavía peor estrategia que no hablarle, o que hablarle desde los periódicos posando como un capitán de Pescanova con jersey gordo o con fondo de marejadilla o de escalopes. En realidad no le ha ido mal a Feijóo enfrentándose en el Senado a Sánchez, siquiera con ese cuartito de hora, como de visitador médico, que él tenía frente al tiempo señorial, o sea sin tiempo, del presidente. O cruzándose los dos en una breve ráfaga cañonera, como la última vez. Estaría bien verlos en el Congreso, que parece hecho para una espectacular naumaquia. Pero Feijóo no quiere moción de censura ni en pintura y yo creo que va a terminar haciendo oposición sólo epistolar o sólo mímica.

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