Opinión

EL GOLPE

Ayuso con dálmatas y Eli con tanqueta

Agentes de la Policía Nacional frente a la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.

Agentes de la Policía Nacional frente a la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. EFE

Ayuso yo creo que lleva los escraches como una malvada de cine lleva sus galgos afganos, como séquito, como trofeo y como coquetería. La verdad es que, al final, el personal escrachador se lleva el berrinche, se lleva la vergüenza de exhibir a sus especímenes de plumaje calvo, como esta Eli de la Complu, y la escrachada, vaporosa y flasheada, se lleva como un Óscar democrático entre un tul de escándalo e histeria hollywoodienses. Alguien que también luce en los escraches, con algo de cabeza de museo encontrada en una obra municipal, es Cayetana. O Arrimadas. Cualquiera de las dos, después del serrín de la obra y los zarandeones de los bárbaros, queda lista para la estantería como una Isis pompeyana. A mí todo esto me parece muy pedagógico, es arqueología viva de la democracia, o sea que entre la turba y la ganga se salve, un poco desconchada, una cariátide de la democracia rodeada de picapedreros y comepipas. 

El escrache sigue siendo pedagógico, como lo es que una alumna con el mejor expediente de la Facultad sea incapaz de formar una frase con sentido, ni siquiera con sentido ideológico

El escrache sigue siendo pedagógico, como lo es que una alumna con el mejor expediente de la Facultad sea incapaz de formar una frase con sentido, ni siquiera con sentido ideológico, y eso que se le ve que es toda ideología, como los pisos que son todo exterior o las cabezas que son todo frente. El escrache sigue enseñándonos por oposición, aunque, como el podemismo, yo lo veo demodé, cosa como de punkis viejos o de cantautores viejos, con toda su roña de guitarra como de cántaro con roña y toda su lucha hecha con clavos decorativos y penachos decorativos. Claro que quedan clubes decorativos, podcasts decorativos y campus también puramente decorativos, con mucho grafiti de váter y mucho comité revolucionario de la cantina, como si fueran zapatistas con carpetilla. A veces, hasta los títulos son decorativos. Y hasta su condición pública.

De las cosas que más me sorprendieron de esta Eli, que a mí me parece un hallazgo, un tesoro de la izquierda como un tesoro tartesio, es que hablaba de la Complutense como si fuera una tanqueta, su tanqueta. La tanqueta que se construye, se maneja y se dispara con un fin tan ideológico como su cine ideológico, que la pobre acaba de descubrir el arte comprometido. Más que Ayuso, que se fue con otro cachorro, con otro dálmata para la colección, a mí la interesante me parece Eli. Eli era como la Zelenski de la izquierda estudiantil, ahí muy de verde tienda de campaña, muy guerrillera de los malos pelos, hablando desde su tanqueta ideológica y creyendo que es una tanqueta académica.

Eli se ve en una Universidad pública, parece, como en un seminario de curas ideológico o en un portaviones ideológico, en cualquier caso algo que está entre lo divino y lo castrense hacia lo político. Su discurso no tenía mucho sentido, más que en lo voluntarioso de remarcar la santa marcialidad de su universidad, de su Complu, que en sus palabras y en sus golpes de pecho o de escapulario parecía una orden juramentada de monjes guerreros. A lo mejor es que yo soy de ciencias, claro, y no me imagino a uno de Físicas o de Ingeniería Mecánica con tiempo para la política de campamento y para el misticismo de las espadas crucíferas, ni me imagino un nido podemita, con un zócalo revolucionario en casa pasillo, en Matemáticas. A lo mejor es que eso del periodismo y la comunicación da vocaciones santas, pero a mí toda esa santidad me parecía sólo fanatismo, fanatismo con ganas de hacer una película política como otros quieren hacer una película evangélica. 

Eli, electroduende de la izquierda, era como la otra escultura romana encontrada entre los escombros del escrache, pero no una escultura de la democracia sino de lo contrario. No es por la edad, ni por sacar nueves detrás de sus gafas de ocho, ni porque nadie le ha enseñado qué es la democracia, ni siquiera en su Universidad grecolatina. La verdad es que esta sociedad nuestra aún no ha aprendido qué es la democracia y hasta los empollones, siquiera los empollones de letras, se nos vuelven místicos de la revolución estudiantil y pilotos de bombardero desde los voladizos de una facultad. Si, ella lo llama tener “criterio”, pero sólo es ser fanático. Me refiero a que todos tenemos nuestro criterio y nuestra ideología, y nos damos cuenta de que otros tienen otros criterios y otras ideologías. Menos los fanáticos, que a su ideología y a su criterio los llaman simplemente política, o el bien, o lo público, o la verdad, y a los demás lo llaman fascismo o lo que toque al otro de tu fanatismo. Con toda esta beatífica armada detrás, se sienten con el derecho a expulsar a los demás no ya del discurso político, sino del discurso científico y hasta del suelo que pisan, que es todo suelo sagrado.

Ayuso yo creo que lleva bien los escraches, se enfrenta a ellos como una gran duquesa ante el pelotón de fusilamiento, con dignidad por fuera y sólo un temblor de lacrimal por dentro que parece un temblor de lago invernal. Los escraches aún son pedagógicos, son como un guiñol de cristobalitas con garrote en el que podemos ver qué debería ser lo cívico y cómo lo conciben realmente unos y otros actores de la política o de la sociedad. Eli, desde su tanqueta o desde su cornisa, era como una gárgola de la concepción catedralicia / ideológica / militar no ya de la Universidad sino de todo lo político, lo público, lo cívico. Eli se fue con su diploma, que no rompió no porque fuera ilegal sino porque ella también es vanidosa, y se fue con su guion bíblico, hacia su tribu y hacia el caos de la vida real. Ayuso se fue con sus pieles manchadas y su barbilla más alta siempre que el temblor. Y la mayoría se fue espantada pero enseñada.Yo creo que a esto del escrache y del cristazo ideológico le queda poco, salvo en el salvaje nacionalismo, claro. Paso a paso, aunque lentamente, vamos aprendiendo qué es la democracia. Vamos aprendiendo de unos y de otros, de paraninfos y de ministerios, de beatones y de violentos. Aunque Eli y sus compañeros, como Sánchez y los suyos, faltaran a clase el día que tocaba democracia y ya sólo quieran montar en tanqueta como en poni.

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