Históricamente los límites del Imperio Otomano en Europa los fijaba el Danubio. Un hecho que Serbia no debería olvidar, y más ahora que Racip Tayyip Erdogan está dispuesto a recuperar y establecer en los Balcanes un área de influencia notable aprovechando el esplendoroso pasado. Desde la financiación de mezquitas medievales en Bosnia-Herzegovina, la inclusión de Hungría en la Comunidad de Estados Túrquicos, o por último, el envío de tropas turcas a Kosovo bajo el paraguas de la KFOR. Unas tropas que han sido muy bien recibidas por la ciudadanía kosovar, y por el gobierno de Pristina.

La escalada entre serbios y kosovares no solamente ha permitido desplegar tropas turcas en Europa, sino que también ha servido para que Turquía sea parte de la política europea. Y este hecho marca un punto de inflexión importante. Por un lado, existe un creciente peso, como consecuencia de la guerra en Ucrania por la invasión rusa, de los estados balcánicos de la OTAN en apoyar a Volodimir Zelenski.

La inclusión de Bulgaria, Macedonia del Norte y Albania en la alianza atlántica hace que el peso de Turquía sea notable, de la misma manera que a nivel energético, los acuerdos entre Rumanía, Bulgaria, Hungría, Turquía, Georgia y Azerbaiyán sitúan a los turcos de nuevo entre dos sitios. Si Bosnia y Kosovo acaban formando parte de la OTAN, el factor de influencia turco crecerá aún más. 

Serbia debe recordar que si incomoda a Turquía al calentar la situación en los Balcanes, se encontrará con el gobierno de Erdogan de cara

Dentro de la Unión Europea podríamos pensar que el peso turco mengua porque no hay estados aliados, salvo Bulgaria y Hungría. Pero más allá de la cuestión energética antes comentada, el peso de la comunidad turca, estrechamente conectada con Turquía a través de la Diyanet o los diferentes cuerpos diplomáticos en países como Alemania, Países Bajos o Bélgica, hacen que no se pueda dejar de lado la relación con Ankara. Por este motivo Serbia debe recordar que si incomoda a Turquía, al calentar la situación en los Balcanes, sea en Kosovo a través de apoyar las protestas de la comunidad serbia, o en Bosnia-Herzegovina con el apoyo velado al secesionismo de la República Srpska, se encontrará con el gobierno turco de cara. 

La influencia creciente a través de políticas religiosas, culturales y políticas, como también militares pues para garantizar la seguridad de Kosovo el gobierno turco también transfirió drones Bayraktar al gobierno de Pristina, sitúan al gobierno en una posición delicada. Por un lado, tiene que hacer frente a los nacionalistas serbios, fuertemente a favor de Vladimir Putin y Rusia, como también del irredentismo serbio, cuestión con la que se está jugando las ayudas europeas. Por otro lado, Turquía aparece cada vez que los musulmanes de algún país balcánico consideran que están en peligro o amenazados. 

Y además, como el Imperio Otomano llegaba hasta el Danubio, y hasta allí hay patrimonio otomano, el gobierno turco actual lo considera una zona de especial interés y relevancia. Por la tensión social vinculada a las elecciones locales, Turquía desplegó 500 efectivos como refuerzo, como también blindados, dentro del marco de la KFOR y la OTAN. Así envió una clara señal de hasta dónde está dispuesta a llegar para proteger a quienes considera sus hermanos.

El año pasado el gobierno turco vendió a Bosnia-Herzegovina vehículos militares para renovar los actuales, como también para prepararse en caso de eventuales escaladas por parte de la minoría serbia. Fuerzas especiales bosnias se han entrenado juntamente con las turcas en distintos momentos. 

No es ningún secreto que para frenar la amenaza serbia Bosnia-Herzegovina y Kosovo colaboran militarmente con Turquía. Se entrenan conjuntamente e incluso está vertebrado un cuerpo de emergencias sanitarias militar formado por diferentes estados balcánicos, y Turquía. Es esta omnipresencia la que debería tener en consideración el primer ministro serbio cuando busca escalar en el conflicto kosovar. También debería tener presente a la Unión Europea cuando aborda la normalización de Bosnia y el proceso de reconocimiento de Kosovo como parte. 

El Neootomanismo de Erdogan está presente en los diferentes hechos citados. No solamente es la situación en Asia Central y el Cáucaso Sur donde se puede ver la creciente influencia turca, sino que es también en Europa, con los países de la Unión Europea y de la OTAN, donde también está presente.

La importancia de los mapas del pasado sobre las fronteras del presente nos ayuda a entender muchas cosas, y entre ellas, esto. Turquía vuelve a tener el Danubio como frontera, le guste o no a quien sea. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com