Pedro Sánchez, esportivo desde el primer momento, cuando se nos presentó como gobernante corriendo con camisetilla y perrete por una Moncloa más de Jane Fonda que de Kennedy o de Rocky, está convencido de que va a remontar. Lo dijo incluso antes de que Alcaraz lo hiciera ante Djokovic, que ya se sabe que la hazaña deportiva inspira a los fondones más que a nadie. El mismo Bolaños, con su cosa de escolar que no salta el plinto, de niño de luto en la playa con las gafitas como talismán contra aguadillas y balonazos, se atrevió a usar la comparación de la épica deportiva, que es la más barata por ser la más inaccesible, claro.

“Carlos Alcaraz ha ganado después de una remontada. Ahí lo dejo”, ha dicho el ministro, y ahí dejaba, o quería dejar él, esa dejadita de Alcaraz, pero con sus manos de mantequilla. Ahora todos podemos remontar, y a lo mejor también podemos ser Brad Pitt, que estaba allí en la pista derritiendo princesas. Lo chocante es que Sánchez, Bolaños y supongo que Iceta, que estaba en

Wimbledon como si Pedrerol estuviera en el ballet, se muestren tan enfocados en la remontada cuando su propio CIS les da como claro ganador.
El último CIS, apurando el tiempo, la agonía y el milagro, vuelve a dar ganador al PSOE, como ya había hecho el anterior. Sin embargo, a Tezanos no se lo creen ni los suyos, algo bastante vergonzoso pero que no pueden evitar ni ocultar, como los gemidos de Sharapova.

El CIS es un tongo para primos que Sánchez y sus ministros han terminado borrando de la mente. Así, viendo cómo van las encuestas de verdad y cómo Sánchez no puede pisar la calle sin hacer antes un casting como para Los Diez Mandamientos, lo que les sale, natural, espontánea y españolamente, es el espíritu de remontada, la épica del cojón de toro y la furia de cuando en el deporte, o en todo, éramos fondones con furia.

Es ese espíritu de remontada del fondón, del que aspira a levantarse del sofá como el que sube el Tourmalet, y a prender una cerveza con la siguiente, como el cigarrillo, a la llama de su ídolo o de su tribu. No dice uno esto porque vea las encuestas inamovibles, aunque, como apunta Narciso Michavilla, se trata de simples matemáticas. Es que no se puede esperar remontar haciendo lo mismo que ya has estado haciendo mal.

Sánchez apela a la remontada, a la épica, que así se suele decir en los diarios deportivos (la hazaña deportiva también inspira a muchos plumillas que ya no es que pasen del botellín o el coñac a la musculatura, es que de repente son como poetas de Olimpia, incluso estando en Vallecas o Las Gaunas). Pero esta remontada de Sánchez sería una extraña remontada sin esfuerzo y sin talento, sólo con desplantitos y grima, algo así como si en vez de Alcaraz, a Djokovic le hubiera remontado el Fary en bañadorcito slip.

Sánchez quiere remontar sin cambiar nada e incluso sin jugar, sólo echándoles la culpa a los árbitros, a la prensa, a Florentino y a la señora del sombrero"

Sánchez quiere remontar sin cambiar nada e incluso sin jugar, sólo echándoles la culpa a los árbitros, a la prensa, a Florentino y a la señora del sombrero grande que se mueve en la grada. Sigue insistiendo en que lo que vemos como interés egoísta es en realidad interés nacional, incluso dándose varias e imposibles vueltas, y sigue insistiendo en el dóberman y la derechona, que son como el ricino. Nada de eso convence, que ya lo dicen las encuestas, o al menos nada de eso asusta más que el propio Sánchez, pero ahí sigue él, estrellando bolas en la red.

Sánchez quiere remontar desde el sofá de nata de la Moncloa como el españolito quería remontar el domingo desde el sofá de patatas onduladas de su casa, pero así no se remonta. Además, Sánchez no tiene nadie que se lo diga, que ya he escrito que en Moncloa sólo quedan pelotas. Sólo tiene a Bolaños, hablando de deporte como si hablara Iceta, y a Zapatero, muy activo últimamente, como si convidara Maduro, y que intenta hacer ahora de Alfonso Guerra sin la gracia y el tino de Alfonso Guerra.

Ha dicho Zapatero que Feijóo representa “la derecha más derecha de la democracia”, que “estuvieron años buscando el centro y como no lo encontraron dieron la vuelta a la derecha y al fondo”. A mí, claro, me recordó a aquello de Guerra en un mitin: “¿de dónde vendrán éstos que nunca llegan al centro?”. Irse a aquel Guerra es como irse a Santana y a Matías Prats, pero ahí está Sánchez, que aún pretende remontar con difuntos y latiguillos del Nodo, con vocecilla nasal y épica del tuercebotas patriótico, indistinguible del jotero patriótico, el estraperlista patriótico o el carnicero patriótico.

Sánchez ya lo ha probado todo, o sea nada, o sea ser el mismo Sánchez de siempre, y eso ahora es como ser el Fary en Wimbledon, que a ver cómo va a remontar uno así. Sánchez ni siquiera le pone furia y ganas de torito guapo, sólo va dando pena, que le falta salir con una pancartita meme de “Emosido engañado”. Quizá hay partidos que es imposible remontar porque uno ya los perdió hace mucho, con las decisiones que tomó, las palabras que usó y el daño que hizo. Sánchez se estará dando cuenta y por eso no se cree el último regalo de Tezanos, que parece un poema de despedida con margarita estrujada dentro.

Aun así, asume que hay que remontar y está dispuesto a hacerlo, como todo, sólo con cara. El lema de Alcaraz, inspirado por su abuelo, es “cabeza, corazón y cojones”, yendo de arriba abajo como un tajo de carnicero. Pero Sánchez sólo puede decir que tiene morro, muy poco material para la épica.