"El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla", la frase
es del filósofo español Jorge Agustín Nicolás de Santayana y está en la
entrada del bloque número 4 del campo de concentración de Auschwitz.

Tristemente hoy los nuestros en política ni la quieren recordar ni reconocen errores pasados, por lo que repetiremos los errores que sus antepasados cometieron. Escuchar a Yolanda Díaz repetir frases vacías como "España es un país de países", "hay que usar las lenguas de esos países en el Congreso como el catalán, el euskera o el galego" es desesperante para lo que nacimos y nos educaron en esa Cataluña sectaria haciéndonos creer que éramos mejor que el resto de los españoles.

La discriminación nunca es positiva y el idioma autóctono se ha utilizado por muchos partidos, incluido el PSOE, como arma de diferencia para mostrarse superior. Hace cien años ya fue el factor que provocó el levantamiento de Companys contra la República, eso y que la derecha de la CEDA entró en el Gobierno de España. El "no pasarán" sigue gritándose hoy en la sede de Ferraz.

En 1931 el President de la Generalitat Lluís Companys proclamó el Estado Catalán que duró diez horas y 86 años después a Puigdemont su proclamación de independencia le duró ocho segundos. Hace cien años Companys ordenó asesinar a más 8.000 personas sin juicio, aunque hoy sea un mártir para muchos, el partido ERC amparó más de 26.000 ejecuciones aunque hoy gobierne Cataluña sin recordarlo y el PSOE junto a la UGT dieron el golpe de Estado definitivo a la República legalmente constituida, aunque renieguen de su pasado para el que no tienen memoria democrática.

Yolanda Díaz sigue militando en el Partido Comunista de España a pesar que bajo la hoz y el martillo se han cometido las mayores atrocidades de la historia reciente en el mundo

Pero esto ¿a quién le importa? Hasta los descendientes de los asesinados votan a partidos que apretaron entonces el gatillo como si las siglas fueren inocuas tras el paso del tiempo. La propia Yolanda Díaz sigue militando en el Partido Comunista de España a pesar que bajo la hoz y el martillo se han cometido las mayores atrocidades de la historia reciente en el mundo, solo Mao Zedong en China y Stalin en Rusia asesinaron cinco veces más seres humanos que Hitler.

Hay ideologías, partidos y siglas que se han blanqueado con intención, no es casualidad, corresponde a un plan trazado según el cual las intenciones lo son todo y si la filosofía original de la idea era buena para la mayoría, aunque su consecución nos lleve al exterminio, sigue siendo posible. Culpabilizan a las personas, no a los partidos de su mala consecución.

Es por ello que en la memoria colectiva Hitler era de extrema derecha cuando su partido se llamaba Partido Socialista Obrero Alemán porque se preestablece entre los que reescriben la historia hoy en día, que el racismo y ultranacionalismo solo puede ser de derechas. Según esa teoría y su historia pasada ERC o Bildu, además del PNV o Junts son sin lugar a dudas partidos de la derecha extrema aunque muchos se consideren ”izquierda radical”.

Muchos siguen votando por impulso, con el corazón, no con la cabeza

Que políticos con el bajo nivel político de Yolanda Díaz, Rufián u Otegui defiendan estas falsas consignas de partido no es de extrañar, no tienen nada nuevo que aportar para mejorar la sociedad y el futuro de los pueblos, por lo que han de mirar irremediablemente al pasado que les interesa, el de la dictadura franquista, tampoco pueden ir más allá. Lo sorprendente es que muchos jóvenes les voten y les crean, confíen en ellos para dirigir su comunidad o el país, y eso solo puede obedecer a un problema cultural grave de desconocimiento y abandono de nuestra historia que nos lanzará de nuevo por el precipicio de los errores cometidos en el pasado.

Muchos siguen votando por impulso, con el corazón, no con la cabeza. Se manifiestan en las urnas a la contra no a favor. Un 6% de los electores decide el voto en el último minuto, el mismo día de las votaciones y a menudo frente a la urna en el colegio electoral, eso son más de 2 millones de personas y pueden cambiar un país para mejorar la vida de sus hijos o dilapidarlo cien años más, como nos está ocurriendo ahora mismo en España.