El sábado 9 de septiembre se producía la muerte de la cooperante española Emma Igual cuando el vehículo en el que viajaba fue alcanzado por un proyectil ruso en las inmediaciones de Chasiv Yar, en la región de Donetsk, en el este de Ucrania. Vaya por delante nuestro sentimiento y nuestro recuerdo a Emma, que perdió la vida –lo más valioso que uno puede poseer– intentando aliviar la vida y el sufrimiento de otros.
La inestimable labor de los cooperantes, llevada a cabo con leal dedicación y desinteresada abnegación, no nos es ajena a los saharauis y siempre recordaremos con entera gratitud el calor, la cercanía y la humanidad que nos han brindado –y siguen brindándonos– personas, venidas de todos los rincones del mundo, que antes no conocíamos, y que, a lo largo de estas cinco décadas, siempre han estado presentes en nuestros campamentos de refugiados, compartiendo con nuestro pueblo las penurias y vicisitudes que suponen las durísimas condiciones de vida en el desierto de la hamada argelina, donde el calor insoportable de los largos días de verano y las gélidas noches de invierno, se alternan con fuertes tormentas de arena y polvo que azotan los campamentos continuamente, tiñéndolo todo de un ocre denso que convierte el aire en irrespirable; y donde las cosas más elementales (como es un vaso de agua fresca, un vaso de leche, una pieza de fruta o un trozo de carne) se convierten en un privilegio o un manjar, al que uno debe renunciar y resignarse con soñar poder disfrutarlo algún día.
La inestimable labor de los cooperantes, llevada a cabo con leal dedicación y desinteresada abnegación, no nos es ajena a los saharauis
Aquí, no puedo dejar de hacer una mención especial a Adam y Laura, que (procedentes del Medio Oeste americano) dejaron su Winconsin natal –rodeado por los Grandes Lagos (Michigan y Superior); y repleto de verdes praderas y bosques frondosos– para asentarse en la wilaya de Smara, donde fundaron una escuela en la que Adam impartía clases de inglés, mientras Laura daba clases de enfermería; haciendo gala de un altruismo supremo, inimaginable en las modernas sociedades de hoy, donde las personas, generalmente introvertidas y herméticas, se sienten solas en la multitud. Los hijos de Adam y Laura nacieron y se criaron junto con nuestros hijos en los agrestes y secos páramos de la wilaya de Smara.
Este matrimonio ascético, solo se ausentaba de los campamentos, las semanas previas al parto de Laura, y su sexto hijo nació en los campamentos. Cuando uno ve sus retoños –con su cabello rubio y ojos azules– jugando en el patio polvoriento de la humilde escuela de adobe, o chapoteando en los charcos que dejan las lluvias esporádicas de nubes peregrinas, con sus hermanos saharauis, no puede sino emocionarse por la armonía natural de una infancia que destila fraternidad en su estado puro. Una infancia que, a pesar de las carencias y de la hostilidad del medio, es, si cabe, más feliz y autentica.
Acabamos de hablar de personas que sobresalen por su nobleza y grandeza de espíritu. Ahora vamos a hablar de una persona que destaca por todo lo contrario. Si bien voy a aludir a él en distinto párrafo, detesto tener que hacerlo en la misma página en la que hablo de personas tan sublimes. Lo hago, porque del Ministerio que él dirige, depende directamente la Cooperación Internacional. Me refiero, como pueden intuir, al ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel Albares.
El 12 de septiembre, tres días después del fallecimiento de Emma, Albares declara en Estrasburgo (donde se hallaba para asistir a un Debate sobre el Estado de la Unión de la presidenta de la Unión Europea, Ursula Von der Leyen) que ha solicitado a Ucrania y al Tribunal Penal Internacional (TPI) que se investigue la muerte de la cooperante española como un posible “crimen de guerra”.
Este gesto, sería un gesto loable y de justicia, si las declaraciones hechas en la sede del Parlamento Europeo, fueran hechas por alguien que tuviera una firme convicción de los principios que las inspiran. Pero, lamentablemente, el Sr Albares carece de todo esto; y su comparecencia teatral reclamando justicia para Emma, es solo eso: un puro acto teatral propagandístico, que lo envilece aún más, al aprovechar el drama humano para aparecer en primer plano en las cadenas de televisión y en los titulares de los diarios.
Los héroes, cuyos actos hablan por sí solos, buscan el anonimato y los villanos, vacíos de contenido y de valores humanos, buscan, ávidos, los focos
Es la historia de siempre: Los héroes (cuyos actos hablan por sí solos) buscan el anonimato y los villanos (vacíos de contenido y de valores humanos) buscan, ávidos, los focos –donde quiera que estén– para enmascarar su pequeñez y su pobreza moral.
Al igual que el presidente del Gobierno (Sánchez) que lo designó, los principios, son para el Sr Albares, como la piel de la serpiente. Se pueden mudar, a conveniencia, todas las veces que uno quiera. En un vano intento de confundir, tanto su “jefe” como él, llaman a eso “cambio de opinión”. Sr Albares, sepa Vd –y dígaselo a su “jefe”– que con ese argumento falaz no engañan a nadie. Los principios, los compromisos y el ser consecuente con la palabra dada, son conceptos que definen la rectitud, la honestidad y la esencia de uno mismo como persona; y no pueden ser equiparable a la opinión o criterio que uno pueda tener en un momento dado. Los primeros, en una persona digna de credibilidad y de confianza, deben ser inamovibles. Si la persona en cuestión (como es el caso del Sr Albares y el Sr Sánchez) confunde ambos conceptos –o incita a su confusión– entonces se convierte en un vulgar truhan indigno de la confianza de nadie.
El Sr Albares, aparenta, en Estrasburgo, defender los intereses de los españoles reclamando justicia para Emma, cuando –tanto nosotros, como él– sabemos que fue designado como ministro de Exteriores, precisamente, para ensalzar al régimen terrorista alauí y encubrir sus crímenes de lesa humanidad.
Tiene la osadía de subestimar tanto la memoria colectiva, hasta el punto de pensar que se nos ha olvidado el motivo por el que fue designado como titular de Exteriores. Pues bien, se lo vamos a recordar. Y lo haremos todas las veces que haga falta, aunque creemos que su conciencia (si todavía la conserva) también se lo recordará todas las noches cuando se dispone a dormir.
El 12 de julio de 2021 fue destituida de su cargo la ministra de Asuntos Exteriores Arancha González Laya por “incomodar” al régimen feudal alauí; y Sánchez recurrió a José Manuel Albares (que hasta ese momento ejercía como Embajador de España en el Principado de Mónaco) para sustituirla. ¿Por qué fue elegido para este cargo? La respuesta es obvia: Para “agradar” al dictador y genocida alauí y falsear la imagen de su régimen corrupto y terrorista. A esto se ha dedicado, desde entonces, el Sr Albares. A exaltar y alabar un régimen que (en 1975) ocupó militarmente la (antaño) provincia 53 del Estado español y ha tratado, por todos los medios, de exterminar la población española de esa provincia.
Ningún español, y mucho menos Emma Igual, se merece que esta índole de personas lo represente
Familias enteras fueron ejecutadas sumariamente y enterradas en fosas comunes. Un equipo forense español, exhumó en junio de 2013 una de estas fosas. En ella se hallaron los restos de ocho saharauis, dos de ellos menores de edad. Dos de las víctimas portaban, en el momento de su ejecución, su DNI español. Los técnicos encontraron, entre los huesos esparcidos en la fosa común, el documento de identidad de Mohamed Abdalahe Ramdan (DNI A-4131099) y de Mulud Mohamed Lamin (DNI A-4520032).
El régimen sanguinario alauí, al que Albares profesa adoración, ha convertido el Sahara Occidental en un colosal campo de concentración, en el que la población saharaui (española) es sometida, a día de hoy, a un grado de represión solo visto en la Alemania nazi.
El Sr Albares, en el que se personifican el cinismo, la hipocresía y la infamia, se atreve a decir, sin ningún pudor, que “el espíritu de defensa de los derechos humanos anima su política exterior”; y cuando le preguntan, en el Congreso, si tenía algún plan para “salvar la vida de Sultana Jaya”, se queda mudo o cambia de tema.
Albares, usa unas frágiles gafas metálicas, ligeramente ovaladas y con cierto aire retro o vintage –que no mitigan su daltonismo moral– y que, de alguna manera, se asemejan a las que usaba el mítico John Lennon. Pero aquí termina la similitud, porque, en lo que a valores humanos y morales se refiere, José Manuel Albares es la viva antítesis del legendario artista; por lo que las lentes del Sr ministro, al suscitar esta comparación –y todas las comparaciones son odiosas– se convierten en un boomerang de oprobio, aversión y desprecio que resuena, con fuerza, en su propio rostro.
Ningún español, y mucho menos Emma Igual, se merece que esta índole de personas lo represente o hable en su nombre en la sede de la soberanía europea, ni en ningún otro lugar.
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