Mientras protestan la calle, los funcionarios, los jueces, los letrados y los gremios de cuello blanco y cuello azul, Sánchez prepara su Gobierno para la resistencia, para la resiliencia que dice él, que suena como si su ambición fuera una enfermedad en los huesos. Sánchez no ha hecho otra cosa que resistir desde que resistió a Susana, pero ahora tendrá que resistir a la opinión pública, a la movilización callejera, política y administrativa, a la ley y a Europa (Europa puede asustarse o puede entusiasmarse con eso de la libertad falsa y la paz falsa de los pueblos falsos). Incluso tendrá que resistir a la voracidad de sus propios socios luchando por los faldoncillos del BOE y los higadillos del Estado. El nuevo gabinete de Sánchez será probablemente un compendio de coche escoba, ministerios de cortesía y núcleo duro de propagandistas y fieles, y quizá incluya a desahuciados como Ximo Puig o Mónica García. Sánchez, que no va a poder salir a la calle sin tanquetas, se dispone a resistir atrincherado tras sus ministerios florales, sus bustos de telediario y esos tertulianos y columnistas que sudan cada tertulia y cada columna como herreros, intentando justificar lo injustificable.
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