El mensaje de Navidad del Rey suele dejar algunas perlas entre los párrafos que destilan corrección política. Un Rey constitucional siempre se somete a la lógica de su supeditación a otros poderes y a unas limitaciones perfectamente tasadas. Por eso, el presidente del Gobierno, sea quien sea, visa previamente los discursos del Monarca.

Sin embargo, el Rey tiene plena capacidad para elegir la esencia, el hilo conductor de su mensaje, que dirige a toda la nación en un día tan señalado como es la Nochebuena.

Don Felipe no se ha andado por las ramas y ha hecho explícito en su mensaje los dos temas a los que quería referir de manera muy prioritaria: España y la Constitución. Y si hubiera que elegir una palabra para resumir el núcleo de su intervención, ésta sería la unidad. Hasta en ocho ocasiones aborda ese concepto en los poco más de tres folios de su discurso.

Apelar a la Constitución como garantía de la unidad de los españoles supone llamar la atención sobre todos aquellos que lo que pretenden es precisamente lo contrario: hacer de España un conjunto de territorios cuya conexión sólo obedece al puro interés.

El Monarca pide a las instituciones que se respeten en el marco de sus competencias, aludiendo implícitamente al ataque a la Justicia que supone la acusación de lawfare

Fuera del respeto a la Constitución, afirma el Rey, "no hay democracia". Por eso es tan importante preservarla como garantía de igualdad de todos los españoles; es decir, que como salvaguarda para que no haya unos ciudadanos de primera clase y otros de segunda, como pretenden los partidos independentistas.

"Hemos defendido nuestros valores cuando estos han estado en peligro", señala el Rey con cierto orgullo. Esa es una referencia implícita al papel activo de la Corona frente al desafío independentista que abocó al referéndum ilegal del 1-O y a la declaración unilateral de independencia.

Cuando ahora hay toda una operación para blanquear lo que sucedió durante muchos meses y que cristalizó durante septiembre y octubre de 2017, don Felipe reivindica su discurso y la decisión de aplicar, por primera vez, el artículo 155 de la Constitución.

Otro toque de atención que no pasa desapercibido es su llamada a la responsabilidad de las distintas instituciones del Estado. "Cada institución debe estar en el lugar que constitucionalmente le corresponde", afirma. Y ahí nos viene inmediatamente a la memoria lo que ha sucedido durante las últimas semanas con las acusaciones de lawfare (término que figura explícitamente en el pacto firmado por el PSOE y Junts) y la pretensión por parte de los socios del Gobierno de hacer pasar a los jueces por unas comisiones de investigación parlamentarias que sólo tienen como fin afearles su conducta, cuestionar sus sentencias. Dice Felipe VI: "Hay que respetar a las demás instituciones en el marco de sus competencias". ¿Acaso hace falta ser más explícito?

Por último, el Monarca entra sin disimulo en la cuestión que a veces pone nerviosos a algunos políticos. Me refiero a la definición de España como Nación. Así, con mayúsculas es como la aborda el Jefe del Estado. "Debemos ser conscientes de nuestra verdad como Nación". España no es un invento, ni una nación de naciones, ni un Estado compuesto por diversas naciones. España es, con su historia, y con toda legitimidad democrática, una Nación. Y a las instituciones, empezando por la Corona, les corresponde consolidarla y hacer que todos nos sintamos orgullosos de ellas. Ese debería ser el legado al que estamos obligados para con las generaciones futuras.