No hay nadie más torero aquí que Pedro Sánchez, todo ajardinado de sangre y de relicarios de amor de mujer, así que veo un choque inevitable con Urtasun, ministro del ramo que en realidad no quiere saber nada de lo suyo, como si fuera Óscar Puente. Urtasun está en guerra con el toreo, una guerra simbólica, maniática y boba, como estar en guerra con la baraja española o con la cerámica talaverana, pero aún no se da cuenta de que atacando la mitología taurina está atacando la mitología de nuestro presidente, gladiador contra los miuras de la derecha y contra el cristiano pudor de la dama española. Sánchez, que va de la gloria a los revolcones (le han revolcado ahora a Dolores Delgado como a un banderillero con botijo), es más torero que Page, que sale ahora a defender el toreo pero sólo como un Cossío de casino y vino dulce, con la pechera reventona y cierta cosa de taurino con ruedas, como esas mesas con ruedas o esos santos con ruedas. Nadie es más torero que Sánchez, el único que mea sangre y besa sangre toreando y amando sólo a los espejos, y luego se pasea en calesita por las dos Españas del tendido de sombra y el tendido de sol.

Urtasun, que más que un ministro es un saboteador, ha eliminado el Premio Nacional de Tauromaquia, no por ahorrar sino por desculturizar la tradición o la propia cultura. Quizá ésa es su misión, ir desmochando la cultura, recargadísima de historia, de escritores mesacamilleros y de sangre heráldica, poética o encebollada, hasta dejar sólo su cultura revolucionaria, escueta y seca como el palo de un rastrillo. No va a entrar uno aquí en qué es cultura y qué no, que es como entrar en esa mesa camilla del cafetín. Eso sí, la cultura ideologizada siempre es un robo o una ocupación por parte de la ideología. La cultura sigue siendo cultura, y es mejor cultura, al margen de la ideología y los ministerios. Claro que la gente que cree que la cultura la tienen que definir los ministerios es seguramente la misma que cree que la verdad la tienen que definir los ministerios. De todas formas, Urtasun no puede despremiar el toreo ahora que Sánchez, de purísima y oro, se merece premios del ministerio, de las marquesas, de las americanas y hasta de esa prensa y esa intelectualidad de gran barrigón cayendo sobre la barrera como un capote.

Urtasun no es que haya chocado con Page, que es un espontáneo que dura poco en el atrevimiento y en la crítica, apenas diez segundos de carrera con el cinturón flojo. Ni con esos guardias civiles de palco presidencial como guardias civiles de apocalipsis español (ah, José Luis Cuerda). Ni siquiera ha chocado con la gente, que tiene su cultura taurina o segadora o morcillera o botijera o la que quiera, incluso la cultura sin cultura, que es la que más se lleva en público y hasta en subvenciones gubernamentales. Urtasun ha chocado sobre todo con Sánchez, que es como el último torero de España y hasta de Europa, que todavía nos vende romanticismo con clavada y muerte en la plaza o en la cama, como un torero de canción de Madonna (fue Emilio Muñoz, casi guapo de tan feo, casi japonés de tan español y casi vampiro de tan romántico, el que hizo aquel vídeo con Madonna). A Sánchez ya sólo le queda ser torero de Madonna, o de Chayanne, o de Miguel Bosé, o de Almodóvar, amante bandido y guapo cruel con cicatrices que se mete en capilla cinco días para rezar a las estampitas, a su taleguilla y a sus estoques como crucifijos.

Nadie es más torero que Sánchez, que torea a su sombra y a monstruos de sombra igual que Paco Ojeda toreaba a caballos

Yo creo que Urtasun no sabe dónde se está metiendo, que queriendo hacer limpieza en la cultura, como Sánchez la quiere hacer en la prensa, en la judicatura y en la literatura ascética o mística de la epístola, se puede cargar toda la mitología de Sánchez, al propio Sánchez o a la propia España, que sería como dejarnos sin el toro de Osborne, sin el cortador de jamón o sin el conseguidor de ministerio. A Sánchez había que haberle dado ya el Premio Nacional de Tauromaquia, aunque Page aún le puede dar alguno que monte él, un premio con una ironía equivalente a la valentía y la efectividad de sus críticas contra Sánchez. Pero si Urtasun sigue con su guerra, a Sánchez sólo le va a quedar la épica y la estética de las Tanxugueiras y el premio discotequero, tan hortera y democráticamente azerbaiyano, de Eurovisión. 

Nadie es más torero que Sánchez, que torea a su sombra y a monstruos de sombra igual que Paco Ojeda toreaba a caballos. Nadie es más torero que Sánchez, que su sitio en la historia es un poco como el sitio del torero y la gitana en el mueble bar o en el museo de cera. Nadie es más torero que Sánchez, que hasta ha muerto varias veces entre mantos de vírgenes, capeas del pueblo, almohadillazos, pezuñas negras y amagos de espantá. Nadie es más torero que Sánchez con el tipito, con las condecoraciones de mataduras, con las plastas gloriosas, con el natural de espejito y con el ego de paquete de algodón. A lo mejor eso no es ser torero, pero a ver los ministerios y sus premios de quién dependen…