El presidente de la República Francesa puede designar a cualquier ciudadano francés para el cargo de primer ministro. A diferencia de muchos sistemas parlamentarios, no hay sesión de investidura, se nombra después de las elecciones legislativas y ya está. Esto facilita mucho el trabajo cuando el parlamentarismo está polarizado y fragmentado, pues no hay opción en bloquear el debate político. El primer ministro designado puede ser sometido a una moción de censura. Por esta razón, el presidente de la República debe ser sensible a la mayoría en la Asamblea Nacional.

Macron tendrá la responsabilidad de nombrar al próximo primer ministro de Francia, quien ha de contar con suficiente apoyo parlamentario. Agrupación Nacional (RN, por su siglas en francés) espera lograr la mayoría absoluta en la segunda vuelta de este domingo, tras su victoria el pasado domingo en primera ronda, y para impedirlo antiguos cargos que venían de la derecha gaullista y del centrismo han dicho que votarán por candidatos del Nuevo Frente Popular, si en su circunscripción se enfrenta la izquierda a la ultraderecha. Y parece ser, encuestas en mano, que este posicionamiento ayudará a que RN no consiga la mayoría absoluta. Si las encuestas no se equivocan, el resto de fuerzas políticas tendrán un balón de oxígeno para rediseñar estrategias. En el caso de unas presidenciales las dos vueltas son diferentes, y ese será el próximo reto en la urnas, en 2027, si no hay cambios.

Así pues, nos podemos encontrar en un escenario donde la Agrupación Nacional consiga mayoría absoluta. Y, por ende, que en el Palacio de Matignon esté su candidato como primer ministro, Jordan Bardella. Este hecho daría lugar a una legislatura controlada por la ultraderecha mientras el presidente seguiría siendo Emmanuel Macron. Esto podría llevar a una estrategia de desgaste en ambos sentidos. Desde la oposición macronista podrían hacer una campaña de desgaste hacia el primer ministro Bardella en todos los campos de la política doméstica. Y, desde el gobierno, podrían oponerse a cualquier anuncio de Macron como presidente, mostrándose como alternativa de cara a las próximas elecciones presidenciales.

Esta situación sería especialmente tensa porque el sistema político francés modificó los tiempos electorales para evitar una posible cohabitación. Solo ha habido tres en la V República.

Como también nos podemos encontrar con un segundo escenario donde la Agrupación Nacional no consiga la mayoría absoluta. Y entonces el presidente Macron debería nombrar un primer ministro de consenso entre el Nuevo Frente Popular, Los Republicanos, los Macronistas y los Ecologistas. Es indiferente que candidato proponga cada partido ahora, pues en el momento de la sesión de apertura el primer ministro que designe el presidente puede ser diferente a todos ellos.

Tampoco será una legislatura sencilla, a pesar del candidato de consenso. Cada acuerdo tendrá que ser pactado entre facciones opuestas, provocando mayor desgaste del presidente y de los partidos implicados en el gobierno, un hecho a tener en cuenta de cara a las próximas presidenciales. A Macron le puede dañar tanto un mal primer ministro que genere aún más apoyo a la Agrupación Nacional por oposición como un primer ministro de la misma candidatura ultra.

La situación a la que tendrá que hacer frente el nuevo primer ministro será de extrema gravedad institucional y política

La situación a la que tendrá que hacer frente el nuevo primer ministro, sea del color político que sea, será de extrema gravedad institucional y política. Desde la invasión rusa de Ucrania, y el indispensable apoyo francés al gobierno de Zelenski, hasta la situación en el departamento de la Nueva Caledonia. Como también el papel del futuro gobierno galo en la situación de los diferentes gobiernos militares en la zona de la francofonía africana en el golfo de Guinea.

De la misma manera que hay que revertir la situación de legitimidad en la que se encuentran las instituciones francesas, y el auge de la antipolítica. Hay quien cree que un triunfo de Bardella sería alimentar esta tendencia, pero también podría ser que el perro le muerda la mano y llegue a considerarlo blando por institucionalizarse. Sería la primera vez que alguien de los Le Pen y sus acólitos llegue a la jefatura del gobierno, y no sabemos cómo podrían responder sus votantes. Normalmente la facción ultra siempre se muestra desencantada, y va más allá. Quizás irían hacia Zemmour, o más allá.

En conclusión, estamos ante tres panoramas inciertos. En primer lugar, no sabemos si un triunfo por mayoría absoluta de la Agrupación Nacional generaría más estabilidad política, o si por el contrario crearía más inestabilidad y tensión. En segundo lugar, ignoramos quién sería el candidato de consenso para acabar la legislatura presidencial con cierta estabilidad. Y por último nadie es capaz de aventurar en qué situación quedará el sistema político francés después de estas elecciones.

Las triangulaciones han desbordado el sistema parlamentario a dos vueltas, propio del bipartidismo, y los poderes presidenciales están en cuestión a izquierda y derecha por la disolución exprés de Macron. Así pues, hay tres cuestiones que están encima de la mesa y que no tendrán respuesta la noche electoral. Ni tampoco a corto plazo.


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED), y politólogo (UPF). Especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas.