La llegada a España del líder opositor venezolano, Edmundo González Urrutia, ha provocado un intenso debate interno en Venezuela y también en España. La cuestión es si el asilo se ha concedido a cambio de algo o bien es un gesto de Nicolás Maduro gratis et amore, algo impropio del dictador.

Adelantándose a la polémica, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, declaró a El País que "no hay ningún tipo de contrapartida". Ayer por la mañana, en Onda Cero, remachó su argumento negando que hubiese habido una negociación con el gobierno venezolano, más allá de los contactos "operativos" para facilitar el traslado de González Urrutia a Madrid en un avión de la Fuerza Aérea.

Sin embargo, la intervención del ex presidente Rodríguez Zapatero en las conversaciones para la consecución del asilo, admitida por el Gobierno, así como la carta del propio Edmundo González, hecha pública ayer, hacen pensar que hubo algo más que un diálogo para organizar su salida del país.

Lo primero que llama la atención es que el líder opositor, que había sido declarado en busca y captura por la justicia venezolana y que estuvo refugiado durante un mes en la embajada de Países Bajos, haya solicitado el asilo, a diferencia de otros líderes opositores venezolanos que vinieron a España. La figura del asilo condiciona la estancia de González a no crear "problemas de seguridad" en el país de acogida.

Sorprende que el líder opositor venezolano tienda la mano a Maduro en su carta y apueste por una política de diálogo

Lo que sabemos es que González Urrutia, según publica hoy Ana Alonso, ha renunciado a su actividad política. Es decir, que no hará oposición a Maduro desde España.

En efecto, la carta del líder opositor es una prueba de que ha quedado desactivado como opositor. En ella afirma que su salida de Venezuela es "un gesto que tiende la mano". ¿A quién? Evidentemente, al dictador Maduro. Esa idea se refuerza cuando apuesta en su misiva por "la política del diálogo", algo que es muy del estilo de Rodríguez Zapatero. Diálogo con la persona que ha falseado el resultado electoral, que ha detenido a decenas de opositores y que se niega a entregar las actas para que la comunidad internacional pueda comprobar quién ganó los comicios.

Otro dato. González Urrutia, que reivindicó su triunfo tras las elecciones del pasado mes de julio, no firma su carta como presidente electo, sino que, simplemente, firma con su nombre.

A lo mejor el ministro de Exteriores español no miente cuando dice que el Gobierno no ha negociado directamente con Maduro. Ese papel puede haberse dejado en manos de Zapatero, que tiene hilo directo con Maduro, como ha demostrado en diversas ocasiones.

Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela y reforzada en el poder como responsable de Pedevesa (Petróleo de Venezuela) por Maduro tras las elecciones amañadas, dijo ayer que sí había habido "amplias conversaciones y contactos" y que "la falsaria no es buena consejera". Aquí "la falsaria" es la práctica habitual.

El caso es que Maduro no sólo se ha quitado de en medio al líder opositor que ganó las elecciones hace mes y medio, sino que le ha condenado al silencio político, inhabilitándole de facto. Y eso se ha hecho gracias al Gobierno español, con la inestimable colaboración del expresidente Zapatero.