Jordi Cañas (Barcelona, 1969) lleva cuatro años apartado oficialmente de la primera línea politica, pero sigue siendo una de las voces más combativas y reconocidas en Cataluña de C's pese a haber renunciado a cualquier implicación orgánica con el partido. "Soy solo un militante de base" asegura. Representante del ala izquierda de Ciudadanos, sí se ha implicado, sin embargo, en la plataforma de apoyo a Manuel Valls en el asalto al Ayuntamiento de Barcelona.

Desde la experiencia de sus años en el Parlament, cuando Ciudadanos se convirtió con tres, seis y luego nueve diputados en azote del nacionalismo, reconoce que la tensión que vive ahora la cámara catalana, como la que se respira en el Congreso, es inédita. Transgrede la dureza de un buen debate parlamentario como los que siempre le han atraído del Parlamento de Westminster. Y advierte de que la deshumanización que el independentismo aplica a los representantes del unionismo está derivando en una tensión social que puede tener graves consecuencias.

Pregunta.- En los últimos días hemos visto como el presidente del Parlament han tenido que llamar al orden a los grupos parlamentarios por las faltas de respeto durante los plenos. ¿Qué se ha roto en el Parlament?

Respuesta.- Se ha roto el respeto entre los diputados. En la época que yo viví como diputado había relaciones más o menos distantes, pero en general hasta que la CUP entró en 2012, las relaciones eran educadas, respetuosas y generalmente cordiales. Entonces en el Parlament se hacia parlamentarismo, que es un poco como el rugby. Intenso, duro en ocasiones, acerado, que es lo que despierta el interés del debate. Lo que hace rico un debate es que sea capaz de conjugar solidez argumental con puntos de ironía o mala leche.

P.-Usted protagonizó intervenciones muy duras en el Parlament.

R.- Yo era bastante duro. Pero nunca insulté a nadie. Decir que un gobierno es incompetente no es personal, y aunque llames incompetente a la otra persona, es falta de competencia. Yo no recuerdo haber llamado indigno a nadie, la indignidad es un comportamiento personal.

La entrada de la CUP en el Parlament fue un elemento disruptivo, no te saludaban, te miraban con odio"

P.- Pone el punto de inflexión en la entrada de la CUP en el Parlament.

R.- La entrada de la CUP fue un elemento disruptivo. Solidaritat -escisión independentista de ERC liderada por Alfons López Tena- entró en el 2010 y compartíamos espacios. Nos decíamos de todo en el Pleno, pero después, una vez fuera, la relación era y sigue siendo cordial. Con la CUP no, porque directamente no saludaban. No sólo eso, te miraban con cara de odio. No solo con nosotros, también con gente del PSC o el PP.

P.- En los últimos días hemos vuelto a ver señalamientos al juez Llarena o a líderes del PP catalán. ¿Se ha rebajado la tensión en Cataluña o seguimos como en octubre de 2017?

R.- Hace un año había enfrentamiento, el independentismo estaba en un momento de subidón, convencidos de que lo iban a conseguir y se fueron sucediendo una serie de situaciones el 6 y 7 de septiembre -plenos de la ruptura-, el 1 de octubre, el 3 -huelga independentista-, el 10 de octubre -proclamación y suspensión de la independencia-, y finalmente el 27 de octubre que crearon un ambiente muy complicado. Pero ahora hay odio. Percibo un odio que no estaba ahí hace un año, y es un odio dirigido.

P.- ¿En qué sentido?

R.- Hemos pasado de ser adversarios políticos a enemigos. Y cuando hablas de enemigos, y deshumanizas al otro, legitimas el odio y estás a un paso de llegar a situaciones muy peligrosas.

P.-¿Gabriel Rufián es el ejemplo español del político-twitter?

R.- Donald Trump es un político-twitter, Gabriel Rufián no es más que lo que aparenta ser. El problema es que lo han dejado llegar demasiado lejos, porque es de Esquerra y tenían miedo del victimismo si lo frenaban. A ningún otro diputado se le habría permitido lo que se le ha permitido a Rufián, ni en el pleno ni en comisiones. Hablo en términos de falta de respeto a los comparecientes, que no dejan de ser invitados de la cámara.

P.- Pero su intervención el 26 de octubre con sus famosas "155 monedas de plata" fue uno de los factores que se dice que empujaron a Puigdemont a renunciar a las elecciones y proclamar la independencia.

R.- Eso es un cuento. Lo que pasó ese día es que los alcaldes de Convergencia se levantaron porque veían que iban a perder las elecciones municipales y pusieron el grito en el cielo. Y Turull dijo que no se podía parar entonces. Esquerra utiliza a Rufián en Madrid para dar la imagen de confrontación que les conviene en Cataluña, para no parecer demasiado conciliadora mientras sus altos cargos no dejan de negociar con el Gobierno.

ERC utiliza a Rufián en Madrid para dar la imagen de confrontación que les conviene en Cataluña, mientras sus altos cargos no dejan de negociar con el Gobierno"

P.- ¿Ve solución a la crisis catalana antes del juicio a los líderes del 1-O?

R.- No, esto va para largo. La fractura es muy profunda, porque los independentistas, al crear su 'nosotros' nos han convertido a los otros en un demos diferente. Toda sociedad es fragmentaria por naturaleza, pero al expulsarnos han creado un nosotros. No les perdono lo que han hecho, a los fugados y a los que están en prisión. No sé si lo que han hecho tiene una tipificación penal o cual es, pero desde luego tiene una responsabilidad moral y social.

P.- ¿Coincide con la calificación de golpistas imputada a los partidos independentistas?

R.- Sí. Han aplicado punto por punto el programa de Gene Sharp -el politólogo experto en la lucha violenta que ha teorizado cómo derrocar a un gobierno en cinco pasos-. Con una diferencia, ellos lo han hecho desde el Gobierno de la Generalitat, con un cuerpo policial de 17.000 agentes y todos los recursos de una administración.

P.- Ha sido muy crítico con los medios públicos de la Generalitat y sin embargo participa en sus programas de forma habitual. ¿no teme convertirse en una coartada de pluralidad?

R.- Yo voy a TV3 en primer lugar porque es mi tele. De hecho, voy donde me invitan, en TVE o en La Sexta no me invitan, en TV3 sí. Uno está en la obligación de ir, sino sería hacer un boicot inverso. Yo critico su línea editorial, denuncio la falta de pluralidad porque es evidente que hay una infrarrepresentación de determinadas sensibilidades, pero yo no puedo alentar eso con mi ausencia.