"Los españoles enterramos muy bien", dijo Alfedo Pérez Rubalcaba el 30 de mayo de 2014, cuando había anunciado su pretensión de dejar la secretaría general del partido y muchas críticas se tornaron en loas. Ponía fin a una carrera política de más de treinta años en la que había dejado huella indeleble. Los malos resultados del PSOE en las elecciones europeas de ese año hicieron insostenible su continuidad en una época en la que todavía se creía en la pervivencia del bipartidismo imperfecto por mucho que Podemos hubiera saltado ya a la arena política.

Hasta su entonces adversario, Mariano Rajoy, dijo de él que era hombre “serio, ejemplar y con sentido del Estado” además de un político que “siempre ha intentado acertar”. No eran palabras huecas con las que adornar la despedida y desplegar un puente de plata. Ni mucho menos. Porque Rajoy intentó convencer al entonces líder del PSOE que aguantara, que no se fuera o que, al menos, no lo hiciera "hasta la celebración de las primarias socialistas" de julio que encumbraron a Pedro Sánchez por vez primera al liderazgo del partido.

A Rajoy y Rubalcaba les unió el órdago independentista y la abdicación de Don Juan Carlos

Por detrás quedaban meses de negociaciones y de conversaciones privadas, secretas, entre ambos a cuenta de dos asuntos capitales para el país, esto es, el proceso de abdicación de Don Juan Carlos en su hijo, el ahora rey Felipe VI, y el frente común ante el primer referéndum ilegal que convocó el independentismo en Cataluña, que acabaría celebrándose el 9 de noviembre de ese mismo año 2014.

Con un pie ya fuera del liderazgo del PSOE, Rubalcaba consiguió el apoyo prácticamente unánime de su Grupo Parlamentario a la Ley Orgánica de Abdicación, una especie de construcción jurídica apresurada con la que dar base legal a un proceso inédito sobre el que apenas había nada regulado. Consiguieron dar "normalidad y perentoriedad" al proceso de relevo. Rajoy nunca se lo agradeció lo suficiente.  Ya para entonces había intentado que meditara su decisión de irse. La buena interlocución entre ambos, la coincidencia generacional y el respeto intelectual que se tenían, facilitó las vías de comunicación a pesar de ser, no pocas veces, la "bestia negra" de los populares.

La "bestia negra" del PP

Aquel "los españoles se merecen un gobierno que no les mienta", pronunciado el 13 de marzo de 2004, dos días después de los salvajes atentados del 11-M, en plena jornada de reflexión de las elecciones generales del domingo 14, fue un sapo difícil de tragar para los populares. Precisamente, Mariano Rajoy perdió aquellas elecciones, aunque con el paso del tiempo se lo perdonó. El estallido del "caso Gürtel" en febrero de 2009, tras el que siempre se vio la mano del entonces ministro del Interior, o el "chivatazo" del "caso Faisán", marcaron los hitos de sus enfrentamientos con el primer partido de la oposición.

Sin embargo, Moncloa en general y Rajoy, en particular, lo preferían a la incertidumbre de la sucesión en el Partido Socialista que se abrió en junio de 2014. Por aquel entonces, el nombre que más les tranquilizaba era el de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que parecía dispuesta a dar un salto a Madrid que finalmente no se materializó hasta mucho más tarde y se saldó en fracaso.  Eduardo Madina, presentado como el representante del ala más a la izquierda del PSOE, era para Moncloa la peor de las opciones. A Pedro Sánchez no terminaban de catalogarle aunque generaba cierta inquietud su posición sobre el órdago independentista. Luego la historia del socialismo dio muchas vueltas sobre sí misma para llegar a momento actual.

Rajoy anuló este viernes un acto electoral que tenía previsto celebrar junto al presidente de la Xunta, Alberto Núñez-Feijóo, en Orense, para acudir a la capilla ardiente, en el Congreso de los Diputados. Hasta ahora, sólo se había abierto como velatorio para ex presidentes del Gobierno y padres de la Constitución. Unas horas antes, a través de Twitter dejó clara su consideración sobre el que fuera vicepresidente del Gobierno, varias veces ministro y líder de los socialistas españoles que volvió a sus clases en la Universidad, sin puertas giratorias, sin grandes contratos de empresas eléctricas, bancos o despachos de abogados.

"Ha sido una de las personalidades más importantes de la reciente historia de España y como tal merece ser honrado y reconocido. Fue un hombre de Estado y un adversario digno de respeto y admiración", dijo del adversario al que intentó convencer de que no se fuera.