Política

Un Gobierno con Podemos desbarata el plan de Sánchez de pactos con el centro-derecha

Cerraría el paso a pactos de estado con PP y Cs y le condenaría a otra legislatura inviable en manos de los independentistas

Pedro Sánchez, en La Sexta.

Pedro Sánchez durante una entrevista en la Moncloa. EFE

La maniobra de Pablo Iglesias renunciando a entrar en el Gobierno de Pedro Sánchez ha roto la estrategia de Moncloa. El candidato en funciones aspiraba a un Gobierno en solitario, sin dirigentes de Podemos en el Consejo de Ministros, que le permitiese superar la dinámica de bloques políticos y utilizar una geometría variable para conseguir la gobernabilidad de España con sólo 123 diputados. Su objetivo era poder pactar con la izquierda las medidas sociales y con la derecha las económicas, las relativas a asuntos de Estado (Cataluña, política exterior, pensiones o el pacto antiterrorista), sin depender de los independentistas, que ya tumbaron su Gobierno en febrero al votar en contra de los Presupuestos. Los socialistas no se fían de ellos.

Con Podemos fuera del Ejecutivo, ese escenario idílico para Sánchez se antojaba posible. Incluso el líder del PP, Pablo Casado, tendió la mano al PSOE para alcanzar once pactos de Estado, incluidos unos Presupuestos Generales del Estado, si bajaba los impuestos en vez de subirlos como había pactado por escrito con Iglesias.

Con esta fórmula, Sánchez se adueñaría de la centralidad política y de la moderación, mirando a izquierdas y a derechas según su conveniencia. También se liberaría del yugo de Podemos y de los independentistas con los que apenas pudo aprobar medidas durante siete meses de Gobierno. Con la geometría variable, ERC y JxCat no podrían derribar al Ejecutivo cuando así lo decidieran, como ocurrió en febrero, abocando al adelanto electoral. Si depende de ellos, la amenaza electoral constituiría un chantaje político constante que haría inviable la legislatura.

Después de que las negociaciones con Podemos estallaran esta semana, el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, anunció el jueves que el PSOE pondría "el esfuerzo a partir de ahora en hablar con Pablo Casado". "España necesita un Gobierno". "Los retos exigen la concurrencia de otros partidos, concretamente del que ha gobernado", insistió. Poco después, Sánchez reiteró este guión en una entrevista en la Sexta en la que anunció que volvería a llamar al líder del PP y al de Cs, Albert Rivera, para negociar su abstención en la investidura.

Esa posibilidad ha quedado cortocircuitada por la maniobra de Iglesias. La entrada de Podemos en el Gobierno reactiva la alianza Frankenstein y carga de argumentos políticos a PP y Ciudadanos para negarse a la abstención y poner en marcha una oposición dura en la que volvería a acusar a Sánchez de aliarse con los "enemigos de España" a cambio de mantener el poder. Ese Ejecutivo "con populistas" dentro y apoyado por independentistas avalaría la estrategia del 'no a Sánchez' que mantuvo Rivera, con éxito, durante la campaña electoral.

Error de cálculo

Un error de cálculo ha derribado este viernes la hoja de ruta de Sánchez hacia la centralidad política. En Moncloa pensaban que Iglesias sólo daría un paso atrás in extremis tras una investidura fallida la semana próxima. Unas declaraciones de la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra, el viernes por la mañana en RNE abrieron las puertas del Ejecutivo a otros dirigentes de Podemos -algo que Sánchez no había hecho hasta ahora. Rápido de reflejos, Iglesias le tomó la palabra, propinando una fuerte patada al tablero de ajedrez diseñado por el presidente en funciones y su jefe de gabiente, Iván Redondo.

El líder de Podemos se ha aferrado a esa 'oferta' y no ha dudado en tergiversar las palabras del presidente al asegurar que retiraba el "único escollo" para un acuerdo, cuando Sánchez habló del "principal" obstáculo, no del único. De hecho, tanto el presidente como sus ministros como los dirigentes socialistas no han dejado de repetir que otro inconveniente es que la suma de PSOE (123) y Unidas Podemos (46) se queda lejos de la mayoría de 176 diputados necesaria para gobernar. Es más, todos ellos han subrayado que la entrada de dirigentes de Podemos en el Gobierno podría dificultar la suma de apoyos como los del PNV y Esquerra Republicana de Cataluña, que habían mostrado sus recelos a esa coalición. En vez de sumar, esa fórmula restaba, han explicado.

Por todos esos motivos, en Moncloa se había activado el relato electoral para forzar a la abstención de dos de los tres grandes partidos de la oposición, PP, Ciudadanos y Unidas Podemos, o encaminar el país hacia elecciones generales. Ése era el dilema. Y la andanada de Sánchez contra Iglesias pretendía responsabilizarle, al igual que a Casado y a Rivera, de esa repetición electoral.

Quizás Sánchez subestimó a Iglesias al pensar que no reaccionaría tan pronto. Pero ahora el PSOE se encuentra en una posición muy delicada. Si renuncia a su oferta para formar un Gobierno de coalición sin un relato potente, Sánchez quedaría ante el electorado como el responsable de la repetición electoral y podría pagarlo en las urnas. Y si acepta, se ve abocado a otra legislatura imposible con la hipoteca que pretendía evitar a toda costa: depender de los independentistas.

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