Las elecciones generales de este domingo 10 de noviembre son inciertas por lo que vendrá después. Aparentemente, más bloqueo e ingobernabilidad. Las encuestas coinciden casi al unísono, excluyendo al CIS de Tezanos, en señalar tendencias claras: el PSOE no rentabilizará la repetición electoral, el PP recuperará el liderazgo del centro-derecha, la irrupción de Íñigo Errejón será apenas anecdótica y Ciudadanos se hundirá en favor de Vox, que puede consolidarse como tercera fuerza política.

En el partido de Santiago Abascal se centran todas las miradas. Tras el decepcionante resultado del 28 de abril -24 diputados, cuando las encuestas les daban más de 40 en los últimos días de campaña-, ahora los sondeos han vuelto a revitalizar a la formación, con su líder aprovechando el debate electoral a cinco para protagonizar la cuenta atrás hacia las urnas. Vox intenta surfear ese momentum, consciente de que los sondeos que colocan al partido por encima de 50 diputados pueden generar una nueva decepción el domingo si el escrutinio no es tan rotundo.

En cualquier caso, que Vox mejorará su resultado ya está fuera de duda, pese a los análisis que dieron al partido por amortizado tras las últimas generales. La cuestión es dónde y hasta qué punto. Hay puntos calientes: la formación de Santiago Abascal amenaza con desangrar a Ciudadanos y frenar al PP en feudos históricos como Madrid, donde podría pasar de 5 a 8 diputados e igualar representación con el PSOE y con el PP. Por lo menos siete son prácticamente seguros, y un último se disputa con Ciudadanos. En otros lugares como Málaga, Murcia o Valencia también podría escalar hasta tres escaños en cada provincia.

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Análisis como el que esta semana publicaba el diario El País muestran que, en el peor de los casos, Vox tiene por lo menos 36 escaños prácticamente seguros, con una probabilidad de obtenerlos por encima del 75%. Y otros 20 se los jugará a cara o cruz con otras formaciones políticas, en su mayoría con el PP y Ciudadanos, pero también con el bloque de la izquierda e incluso con partidos nacionalistas en Barcelona.

El partido de Santiago Abascal, previsiblemente, no perderá su representación en ninguna de las 18 circunscripciones en las que lo logró en las elecciones del 28 de abril. Pero podría añadir muchos territorios nuevos a su particular mapa electoral.

Así, además de mejorar sustancialmente en Madrid o Málaga, Vox podría estrenar representantes en Albacete, Ávila, Burgos, Cáceres, Cantabria, Castellón, Ceuta, La Coruña, Cuenca, Guadalajara, Huelva, Jaén, León, Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife y Segovia. O lo que es lo mismo: asentarse como tercera fuerza política a nivel nacional probablemente le dé acceso a los codiciados escaños de la España interior, donde más cantidad de votos acaban yendo a la basura y alterando la proporción entre papeletas y escaños. Este efecto castigó a Vox el 28-A, pero probablemente le premie el 10-N a costa de Podemos y de Ciudadanos.

Es improbable, no obstante, que todos estos escaños acaben cayendo del lado del partido de Santiago Abascal, que en las últimas semanas ha tratado de rebajar la euforia y traslada internamente que cualquier resultado que mejore al del 28 de abril será un éxito.

Porque también existe un amplio espectro del mapa político español en el que Vox tiene prácticamente imposible crecer. Ninguna encuesta prevé que el partido obtenga representación en Cataluña fuera de Barcelona, ni le dan opciones de lograr escaño en el País Vasco, al contrario que el Partido Popular, que posiblemente lo recupere en Álava y tiene otro en juego en Vizcaya.

El mensaje de Abascal no cala tampoco en Galicia, la otra Comunidad Autónoma en la que Vox podría cosechar un rosco. Los sondeos, además, tampoco dan a la formación de Abascal la fuerza suficiente como para entrar en la lucha por los restos en provincias pequeñas y de marcado voto bipartidista como Zamora, Palencia, Soria, Teruel, Huesca o La Rioja. En Navarra, la fortaleza de Navarra Suma -la coalición regional entre el PP, Ciudadanos y Unión del Pueblo Navarro- también deja a Vox sin opciones.