Coincidiendo con el Día contra la Violencia Machista, en el Ayuntamiento de Madrid se celebraba uno de los muchos actos convocados este 25 noviembre en la capital española para condenar una lacra que ya se ha cobrado 52 víctimas mortales en lo que va de año. En este contexto se ha producido un duro enfrentamiento entre el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith y una mujer maltratada, después de que éste reventase el evento asegurando que no existe la violencia de género.

Nadia Otmani, presidenta de la asociación de mujeres Al Amal, no ha podido contener la rabia ante el discurso del dirigente de Vox y, al término del mismo, le ha reprochado a gritos que "no tiene derecho a hacer política con esto (...). Llevo 20 años luchando contra la violencia de género, 20 años en silla de ruedas. No es verdad lo que ha dicho", afirmaba entre lágrimas ante la indiferencia del portavoz de los de Santiago Abascal, que ni siquiera ha dirigido la mirada hacia ella.

Otmani ha vivido la crudeza de la violencia de género en su propia piel. "No soy víctima de nada, soy una luchadora", declaraba hace unos años en una entrevista para Mujerhoy, en la que relataba una dura historia de supervivencia.

Después de unos años traumáticos en que vivió la muerte de su padre y de su hermano y de divorciarse de su marido, en 1997 decidió irse a Madrid para pasar tiempo con su hermana Rashida, a la que estaba muy unida. Pero allí le esperaría el capítulo más traumático de su vida.

Tal y como relata Otmani en el citado medio, ella nunca sospechó que su hermana fuese infeliz en su matrimonio. Rashida se había casado con un iraní, con el que tuvo dos hijos. "Era muy reservada", aseguraba. Y todo parecía que iba bien hasta que un día ésta le confesó que nada más lejos de la realidad, que no soportaba su matrimonio y que quería marcharse, pero que su marido jamás la dejaría.

El 5 de octubre de 1997, Rashida llamó a Nadia, alterada después de haber mantenido una gran discusión con su marido, al que había echado de casa. Ambas decidieron salir de la vivienda y la primera cogió en brazos a su hijo Ismael, que entonces tenía tan sólo dos años. Ese día, Nadia volvería a nacer.

Cuando estaban a punto de salir a la calle, vieron a través del portal cómo el marido de Rashida regresaba con una pistola en la mano. La mujer salió corriendo con el niño en brazos mientras Nadia se interpuso entre ambos. Primero recibió un disparo en la cabeza. "Caí al suelo y seguí gritando que corriera, que corriera con los niños, y me disparó otra vez, por detrás", relata Otmani en una entrevista para ABC.

El segundo disparo le causó una irreversible lesión en la médula, que la dejó en una silla de ruedas el resto de su vida. Pero hubo un tiro más. El siguiente en la frente. "Me sentí como una muñeca de trapo, (...) y en una fracción de segundo perdí la vista. Grité y grité dónde estaban los niños", relataba la víctima.

Una vez recuperada, "denuncié a mi cuñado y me asignaron un abogado de oficio" pero "ni si quiera me tomaron declaración en el juicio". Al agresor le impusieron una pena de nueve años, pero a los dos de condena ya disfrutaba del segundo grado, que se ampliaría al tercero en los dos años siguientes. Otmani declaró que, pese a que el agresor fue condenado a pagar una indemnización de 240.000 euros, "no he cobrado nada". "¿Dónde está la justicia?", reclamaba en Mujerhoy.