Después de la experiencia de Máxim Huerta y de Carmen Montón "a Pedro nadie le tumba un ministro", dicen en el Gobierno. La andanada desde distintos frentes contra el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, no hace más que confirmarlo en su puesto, según fuentes gubernamentales. Como lo hizo con la ex ministra de Justicia María Dolores Delgado a pesar de sus conversaciones con el ex comisario Villarejo y sus insultos, a cuenta de la condición sexual, precisamente, de Marlaska. Es más, el inquilino de la Moncloa la ascendió a Fiscal General del Estado.

Sin embargo, a diferencia de otras crisis, ésta abre una brecha enorme entre el Gobierno y la Guardia Civil, lo que coloca al ministro en una posición imposible para la que tampoco ayuda la continuidad de la directora general de la Benemérita, María Gámez, la primera mujer en este cargo. Ni la aviesa estrategia de anunciar una subida salarial para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que hasta hace un mes dependía de la aprobación de los Presupuestos Generales, apaga el malestar interno, es más, contribuye a acrecentarlo en un cuerpo con un fuerte sentido corporativo.

La estrategia de Moncloa este miércoles en una cita parlamentaria que no se les presentaba nada fácil tuvo un hilo conductor, acusar una y otra vez al PP de abrazarse a Vox y eludir toda cuestión directa sobre el transcurrir de la tarde del pasado domingo, que acabó con la destitución del que era responsable de la comandancia de Madrid, Diego Pérez de los Cobos. "Ustedes se están contagiando del odio y de la crispación", espetó el titular de Interior a la diputada popular Carolina España en una jornada en la que tuvo que responder nada menos que a siete preguntas sobre el cese de Pérez de los Cobos y la equiparación salarial.

Cierre de filas del Ejecutivo

Tal y como informó El Independiente, hay "preocupación" en el Ejecutivo por el enfrentamiento con la Guardia Civil, pero después de ese contundente «estoy orgulloso de pertenecer al Gobierno de Pedro Sánchez», que pronunció Marlaska en sede parlamentaria, y del cierre de filas de los ministros y diputados del Gobierno de coalición, que se levantaron para aplaudirle, se aleja la posibilidad de que el Consejo de Ministros viva su primer relevo en un país donde cuesta mucho conjugar el verbo dimitir.

Además, los socios de Unidas Podemos no le hacen ascos al cese de Pérez de los Cobos, tampoco ERC, cuyo portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, arremetió contra la verosimilitud de los informes de la Guardia Civil en las causas judiciales que han tenido que ver con los delitos de sedición y malversación de fondos por el que fueron condenados los cabecillas del procés.

Por ese flanco Pedro Sánchez no va a tener ningún problema. Es más, Unidas Podemos, desde su órgano de expresión, Laúltimahora!, ha denunciado lo que ha dado en llamar "lawfare", esto es, "guerra judicial", "uso y abuso de procedimientos judiciales de aparente legalidad con el objetivo de desprestigiar y provocar el rechazo popular y finalmente la caída de un rival político", que es donde encuadran la investigación de la jueza Rodríguez-Medel sobre las manifestaciones del 8-M.

Es la misma titular del Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid elogiada por la formación morada cuando investigó el máster de Pablo Casado y la todavía presunta falsedad documental de Cristina Cifuentes. De hecho, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid debería haber sido juzgada este mes de mayo, pero la pandemia del coronavirus dio también al traste con la actividad judicial no esencial.

Máxim Huerta y Carmen Montón fueron dos piezas que se cobró la oposición tras la primera formación del Gobierno de Pedro Sánchez. Alumbrado en una moción de censura bajo el argumento de sanear la vida pública tras la condena del PP en calidad de partícipe a título lucrativo por la primera etapa de la Gürtel, las batallas contra la Agencia Tributaria de Huerta y las acusaciones de haber plagiado parte de su trabajo de fin de máster de Montón, terminaron con ellos fuera de los Ministerios de Cultura y de Sanidad, respectivamente.

Pero, a partir de ese momento, la consigna de Sánchez fue la de aguantar y cerrar filas. Así se salvaron Delgado y Pedro Duque, por ejemplo. Se impuso la doctrina de que la oposición no le tumbaba ministros y Grande-Marlaska es una pieza demasiado cotizada. De hecho, si debe acabar cayendo, no va a ser ahora, salvo cambio de guión, que nunca es descartable.