Donald y Melania Trump bajan las escalinatas del Air Force One. El presidente de los Estados Unidos trata de estrechar la mano de su mujer, que está atareada intentando contener el viento que actúa contra su falda. Algunos lo interpretan como otro de los desprecios de los que la prensa ha hablado ya muchas veces. En esta ocasión lo observa desde detrás Barron, el hijo adolescente y espigado de la pareja, con actitud pasota. Hace unos minutos, los tres han estado cerca de sufrir un incidente aéreo.

El asunto ha pasado desapercibido pero llama la atención. Destapó la liebre el periodista de la AFP Sebastian Smith, que tuiteó nada más aterrizar: "Mientras descendíamos hemos volado junto a un objeto, considerablemente cerca del avión del presidente. Parecía un dron pero no soy un experto". La visión de Smith, testigo de excepción por su asiento de ventanilla, la confirmaron otros después.

El Air Force One -así se denomina a todos los aviones de la flota que usa el presidente, en este caso un Boeing 757- voló durante unos momentos junto a un objeto negro y amarillo, con forma de cruz, que todos los testigos identifican como un dron y que estuvo muy cerca de impactar contra la parte derecha del fuselaje de la aeronave mientras esta descendía hacia la base de Andrews, cerca de Washington, donde regresaba la familia tras la muerte del hermano del presidente. Hasta ahí la información.

Tanto la Oficina Militar de la Casa Blanca como el Ala 89 de la Fuerza Aérea declararon el lunes estar "al tanto del incidente", que se encuentra "bajo investigación". De momento, sin más detalles.

Lo habitual en este tipo de incidentes es que nunca llegue a haber más detalles. Los encontronazos de aviones con drones son cada vez más comunes y preocupantes para las autoridades, que muchas veces se encuentran impotentes para evitarlos e incluso investigarlos.

Está prohibido volar este tipo de aparatos cerca de aeropuertos, y cuentan con restricciones de altura, zona y autonomía. Pero los incidentes crecen y ya han provocado disrupciones importantes. La primera y más importante a nivel global fue la del aeropuerto de Gatwick en diciembre de 2018, cuando la presencia de drones en las inmediaciones del aeródromo provocó cancelaciones durante tres días. Pese a que se realizaron detenciones, jamás se llegaron a esclarecer las causas del suceso y los sospechosos quedaron libres.

Algo similar sucedió este mes de febrero cuando el espacio aéreo de Barajas permaneció cerrado durante 57 minutos, después de que dos pilotos de Iberia y el halconero del helicóptero creyeran ver un dron cerca de una de las pistas. La Guardia Civil ni siquiera llegó a encontrar pistas de que realmente un aparato volara ese día cerca del aeropuerto de la capital.

Además de fantasmas, también ha habido choques. En octubre de 2017, un dron impactó contra un avión que aterrizaba en el aeropuerto de Québec, en Canadá. La aeronave pudo aterrizar, pero nunca se encontró al causante del incidente. Días antes, un dron había golpeado a un helicóptero del Ejército norteamericano sobre Nueva York, quedando encajado en el sistema principal de rotor.

Lo llamativo es que ni siquiera el avión más seguro del mundo, aterrizando en una base militar en el corazón de Estados Unidos esté a salvo de la sensación de impunidad de estos incidentes, que la teoría de la conspiración no ha tardado en encuadrar en un intento de ataque contra el presidente de los Estados Unidos a menos de tres meses de las elecciones.

Lo cierto es que el impacto de un dron contra un avión puede causar un daño serio, mayor que el del impacto de un ave, en especial si llega a interactuar con los motores en los momentos de aterrizaje o despegue o si provoca una maniobra brusca e inesperada del piloto al encontrarse el obstáculo.