Rastreadores, rastreadores y más rastreadores. A estas alturas de la pandemia, lo más eficaz para frenar la transmisión del virus es aumentar el número de rastreadores. Así lo ve el presidente del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid, Miguel Ángel Sánchez Chillón. "Y en la Comunidad de Madrid no sabemos ni de qué color tiene el pelo un rastreador. Hay poquísimos cuando se disponían de los medios para cortar esto de raíz", lamenta en una entrevista con El Independiente.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Sánchez Chillón cree que la vuelta al colegio puede ser un "factor de confusión", pero no tiene por qué llevarnos a una situación más complicada. "Lo más grave de esta segunda oleada es la carencia que hay en el seguimiento y rastreo de los contagiados", insiste Sánchez Chillón, que la semana que viene se presentará a la reelección en el Colegio de Médicos.

Miguel Ángel Sánchez Chillón

Pregunta: El inicio del curso escolar coincide con los peores datos de contagio desde el Estado de Alarma. ¿Qué se puede esperar de las próximas semanas?

Respuesta: Los colegios pueden ser un factor de confusión y de riesgo, pero no tienen por qué desembocar en una situación más difícil de la actual. Las medidas son fáciles de seguir en los colegios, llevar mascarilla, mantener la distancia y lavarse mucho las manos. Lo más grave en esta segunda oleada en Madrid es la carencia que hay en el seguimiento y rastreo de los contagiados. Estamos detectando muchos más casos, pero no estamos sacando rendimiento a esos datos porque no estamos invirtiendo en rastreadores. Y como no estamos controlando la transmisión comunitaria es como si no estuviéramos haciendo nada.

P: ¿Y por qué no se invierte en rastreadores si es la principal solución?

R: Yo no tengo la respuesta a eso, debería ser la Consejería de Educación la que respondiera. Para cortar la cadena de transmisión del virus hay que seguir la pista a los contagiados. Y para eso están los rastreadores. Lo ideal es que haya uno cada 4.000 ciudadanos, por lo que en la Comunidad de Madrid debería haber uno 1.700. El otro día anunciaron que habrá 1.000 nuevos para finales de septiembre. El problema de esto es que cuanto más tardemos, más se complica. Si un día tienes tres brotes y no los vigilas, en una semana tienes 30 y en un mes, 300. Eso es lo que evitan los rastreadores.

P: ¿Se sabe cuántos hay ahora mismo en la Comunidad de Madrid?

R: No. Es un dato muy cambiante y oscuro. A veces hablan de 500, otras veces de menos de 400. No se sabe el dato. No sabemos ni de qué color tiene el pelo un rastreador. Hay poquísimos cuando se disponían de los medios para cortar esto de raíz. El Colegio ofreció a la Comunidad durante el confinamiento 1.700 profesionales con un nivel básico-aceptable y nada. ¿Por qué Madrid no se puso a formar rastreadores en mayo? ¿Por qué queremos un hospital de pandemias en vez de rastreadores? ¿Queremos un hospital para curar enfermos o queremos parar la enfermedad? Es desesperante. Aunque se contemplaba la posibilidad de una segunda ola, en Madrid no se han tomado unas medidas lo suficientemente drásticas y contundentes para no tener que llegar a esta situación. Estamos dando los mismos pasos de la primavera.

P: A nivel estatal, ¿qué nos ha enseñado la pandemia sobre nuestro sistema sanitario?

R: Ha quedado en evidencia la escasez y la debilidad de los recursos humanos de la Salud Pública. Con la necesidad de más personal y con la merma que ha habido con las bajas inherentes a la propia enfermedad, se ha quedado un sistema totalmente desnudo, desasistido y desguarnecido en cuanto a su capacidad resolutiva. Ésa es una de las principales lecciones. Otra lección que llevamos denunciando muchas entidades mucho tiempo y que el virus ha señalado claramente es lo mal que tenemos el tema de la dependencia y la asistencia sociosanitaria, cuando somos encima un país que se jacta de tener un sistema sanitario fuerte, potente.

P: Habla del drama de las residencias.

R: Somos capaces de hacer un seguimiento y una prevención de enfermedades prevalentes, podemos hacer grandes avances. Podemos hacer transplantes de cara, de hígado y de corazón, pero llegados al final de la vida tenemos una carencia muy importante en situaciones de dependencia. Esa carencia se ha suplido históricamente con residencias para mayores en el que muchas veces atiende un personal no demasiado cualificado. En los últimos años hemos tenido que recurrir a la contratación de personas de fuera de la UE, con una cualificación menor. Ha quedado perfectamente dibujado que donde ha tenido una mayor incidencia la pandemia, una mayor agresividad, es donde las condiciones higiénicas y sociales eran más precarias.

P: ¿Qué podemos aprender para una situación así en el futuro?

R: Lo que vienen avisando los expertos es que el futuro a corto y medio plazo de la humanidad va a estar condicionado por las condiciones epidemiológicas y por la propagación de enfermedades infecciosas. Echando la vista atrás, en los últimos 15 años hemos vivido varias pandemias de menor incidencia, como la Gripe A, el SARS, el MERS, el ébola, el zika, el chikungunya... Todo esto ha ido avisando. Los expertos hablan de que para 2050 nuestro futuro estará condicionado por las llamadas superbacterias, que son resistentes a todo tipo de antibióticos. Los virus, partículas mucho menores y con una capacidad de mutación más elevada, condicionarán nuestra capacidad de supervivencia.

P: ¿Y qué debemos hacer para no repetir errores?

Cuando nos creíamos suficientemente preparados para contener una pandemia, no hay ni un solo país que haya salido con un mínimo de dignidad"

R: El escenario futuro es uno que no debíamos haber olvidado nunca. Tenemos que recordar lo que ocurría hace cien años y tenerlo fresco, cuando había hospitales para tuberculosos y para enfermos. Habíamos relajado esas costumbres, nos habíamos olvidado en cierto modo de la facilidad de contagio. Había cierta permisividad con determinadas costumbres sociales, como ir a un centro sanitario sin medidas de protección. Aunque la existencia de infecciones hospitalarias es innegable, nos habíamos acostumbrado a vivir con ello. En la Guerra de Vietnam murieron más americanos por infecciones intrahospitalarias que por la propia guerra. Y en España es conocido que muchas veces uno entra al hospital por una enfermedad y se complica porque se contrae una enfermedad infecciosa. La propuesta a futuro es que nos pongamos desde ya a rediseñar los centros sanitarios, establecer líneas de circulación y medidas de protección y seguridad desde el punto de vista microbiólgico. No se puede permitir que en Urgencias haya gente hacinada, algunos con enfermedades infecciosas, que fuéramos siempre al hospital sin ningún tipo de protección…

P: Eso a nivel sanitario, ¿y qué podemos hacer desde el punto de vista social?

R: Tenemos que replantearnos un rediseño de la propia sociedad, de nuestras formas de comportamiento, para impedir que de forma puntual aparezcan brotes de enfermedades infecciosas. A usted y a mí si entramos a un bar a pedir una consumición y el vaso tiene carmín, ahora mismo nos parecería poco menos que un sacrilegio. Pero hemos estado conviviendo con ello sin que nos importara. Además, hay que tener en cuenta que la sociedad está sobredimensionada en términos demográficos. En 100 años hemos multiplicado por siete la población mundial y eso favorece la transmisión de enfermedades. Además, hemos cambiado ecosistemas y eso tiene efectos. En España ya sabemos todos qué es un mosquito tigre y una avispa velutina.

P: Puede sonar un poco alarmista

R: En un contexto del año 2020 probablamente este discurso puede provocar una neurosis colectiva. Pero hay que plantear estos escenarios: no están tan lejos. Estamos condicionados por estas pandemias. Cuando nos creíamos suficientemente preparados para contener y sobrellevarlo, no hay ni un solo país que haya salido con un mínimo de dignidad.