El próximo jueves el presidente de la Generalitat, Quim Torra, asistirá por voluntad propia a la vista de su recurso ante el Tribunal Supremo contra la condena a inhabilitación para cargo público dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Una condena que el propio Torra ha dado públicamente por ratificada y que abre un nuevo abismo ante la política catalana: elecciones anticipadas -como reclaman tanto desde la oposición como sus propios socios de ERC- aguantar con un gobierno interino hasta agotar la legislatura, como pretende Carles Puigdemont y está dispuesta a apoyar la CUP, o una nueva desobediencia, aún por determinar, con la que el president viene especulando en los últimos días.

Nadie en el Govern se atreve a anticipar, a estas alturas, cual será la resolución del enigma, que afecta muy directamente a los doce consejeros que acompañan a Torra en el Consell Executiu. El president no ha avanzado sus intenciones, aseguran, y los consellers respetan la discrecionalidad del president para decidir cuando y cómo se convocarán las próximas elecciones catalanas, asegura semana tras semana la portavoz, Meritxell Budó. Pero todos esperan unas elecciones en las que no sólo se dirimirá el liderazgo del independentismo, sino que los separatistas podrían superar por primera vez el ansiado listón del 50% de los votos.

Mayoría independentista

Desde 2015 el independentismo tiene la mayoría absoluta en el Parlament, aunque eso implique depender de la siempre imprevisible CUP. Pero esa mayoría parlamentaria es ficticia, no se corresponde a una victoria en votos sino que es fruto de la sobre representación de las provincias menos pobladas, especialmente Lleida y Girona, frente a la gran Barcelona. Ahora, sin embargo, las tres últimas oleadas del barómetro de la Generalitat coinciden en señalar que el independentismo podría superar ese 50%, en gran parte por la caída de Cs.

Una posibilidad que inquieta enormemente a los socialistas, que ven la amenaza de un independentismo reforzado en las urnas a partir del próximo año. El otro gran vencedor de las próximas catalanas será Vox, si se cumplen los pronósticos y entra con un mínimo de 4 diputados, aunque hay sondeos que elevan esta cifra hasta ocho, lo que supondría obtener grupo parlamentario.

Para que estas expectativas se hagan realidad, sin embargo, tiene que haber elecciones. Y, de momento, lo único cierto es que Torra ha exigido a los partidos independentistas que no presenten a ningún candidato alternativo a la presidencia, como muestra de rechazo a su in habilitación por parte de la "justicia española". Una exigencia a la que en principio se plegaron tanto la CUP como el número dos de ERC, Pere Aragonés. Ahora, sin embargo, el candidato republicano a la presidencia de la Generalitat amenaza con revisar ese compromiso si Torra sigue negándose a pactar "la respuesta" a la inhabilitación.

Puigdemont: Que no corra el reloj

Sin candidato alternativo a la presidencia no habrá investidura en el Parlament, y no empezará por tanto a correr el reloj para convocar elecciones automáticas si los tres partidos independentistas no consiguen consensuar un candidato. Carles Puigdemont se ha manifestado esta semana a favor de agotar la legislatura, un calendario que le permitiría afianzar su nuevo partido, Junts, y recuperar el terreno perdido en la encuestas frente a ERC.

El ex presidente fugado había neutralizado la ventaja de los republicanos, pero la fractura en el espacio neoconvergente y la incidencia de la pandemia, que parece haber desmovilizado a parte del electorado independentista, reman en su contra, como mostraba la última encuesta de La Vanguardia, que devolvía a ERC una ventaja de diez escaños. Puigdemont necesita tiempo, por eso ha impedido hasta ahora que Torra cumpliera su promesa y convocara elecciones anticipadas este otoño, tal como anunció en enero, cuando dio la legislatura por agotada acusando a Esquerra de traidores.

Pero los intereses de Puigdemont divergen claramente no solo de los de ERC, también de una CUP que aspira a mejorar sus resultados de 2017. Por eso los antisistema aceptaron también el envite de Torra, pero poniendo como condición que el inquilino de Palau fijara una fecha para las elecciones.

La "vía Venturós"

La CUP han oficializado además, esta semana, la "vía Venturós" como alternativa a la inhabilitación de Torra. Una opción que ya estaba sobre la mesa del president, a la que la CUP dio publicidad esta semana asegurando que estarían dispuestos a apoyarla, siempre que Torra clarifique el calendario electoral.

Para la mayoría de los no iniciados en el debate independentista, el nombre de Montse Venturós puede sonar vacío. Pero la alcaldesa de Berga se ha convertido en nuevo ejemplo a seguir de Torra, que aspira a seguir ocupando el despacho presidencial tras su inhabilitación. Venturós fue inhabilitada en octubre de 2018 por un delito de desobediencia -en su caso por negarse a descolgar la estelada del Ayuntamiento durante una jornada electoral- pero el pleno del Ayuntamiento acordó seguir dándole tratamiento de alcaldesa, aunque dejó de ejercer de forma efectiva como primera edil.

Esta fórmula exigiría, sin embargo, el beneplácito de ERC, puesto que en el momento en que el Tribunal Supremo dicte sentencia, Pere Aragonés asumirá las competencias de presidente en funciones. No puede, sin embargo, convocar elecciones ni remodelar el Govern. Para activar el calendario electoral, los republicanos deberían presentar un candidato alternativo a la investidura, lo que pondría en marcha el reloj y obligaría a convocar elecciones en dos meses si no obtiene la mayoría necesaria para ser investido.

Movimientos en el PDeCat

Más allá del Palau de la Generalitat, otros actores se mueven también para confeccionar nuevas alternativas políticas. Es el caso del Partit Nacionalista Català (PNC) que lidera Marta Pascal. Los primeros escindidos del PDeCat miran con algo más que interés el divorcio entre Puigdemont y su antiguo partido. Reconocen que nada está decidido todavía en ese espacio pero reconocen también su interés por una alianza que permitiría a Pascal recuperar parte del poder territorial de la antigua Convergencia que representan los numerosos alcaldes fieles al PDeCat. Y el nada desdeñable padrinazgo político de Artur Mas.

En esa alianza debe participar también Units, la formación heredera de Unió que comandan Ramon Espadaler y Albert Batlle. Reconocen agotada ya la alianza coyuntural con el PSC de Miquel Iceta que les permitió sobrevivir a las decisivas elecciones de 2017, y apuntan, como el PNC, a la necesidad de ofrecer una alternativa de catalanismo que recoja el voto de los desencantados de JxCat y ERC. Una fórmula que permita desgastar al bloque independentista sin renunciar a la independencia, pero sí a la vía unilateral.

Units ya lanzaron en julio a Batlle como eventual candidato de ese espacio, aupado por la proyección conseguida como responsable de la seguridad en Barcelona, aunque fue una maniobra más destinada a fijar su espacio que a cerrar la puerta a otros posibles candidatos. Quienes no parecen encajar en este nuevo entramado, sin embargo, son los Lliures de Antoni Fernández Teixidó, ni la Lliga que lideran Astrid Barrio y Ramon Bosch.