A pesar de que competía nada menos que con Supervivientes y que las plataformas le pisaban los talones, La cocinera de Castamar, la serie de época de Antena 3 (que también se puede ver en Atresplayer Premium y Netflix) aguantó el tirón con tanto aplomo que se ha convertido en la serie española más vista de la temporada. Más de dos millones de espectadores la han disfrutado (si sumamos los lineales y los diferidos) y ha conseguido ratios de audiencia que parecían imposibles: un 11,8% de cuota media de pantalla.

Pero, ¿por qué ha enganchado tanto esta serie de una cocinera del siglo XVIII español? ¿Cuáles son las claves del éxito?  y… ¿realmente existió una cocinera que escribió un libro de recetas en la España del siglo XVIII? Contestamos aquí todas las preguntas.

¿De qué trata y en qué época está basada La Cocinera de Castamar?

Nos trasladamos al Madrid de 1720, tras la guerra de Sucesión. Recordemos muy brevemente: Carlos II (el Hechizado) murió sin descendencia y se declaró una guerra entre varias potencias europeas para conseguir el trono de España. Finalmente ganaron los franceses y Felipe de Borbón, duque de Anjou, nieto de Luis XIV, fue coronado rey con el nombre de Felipe V. Fue el primer rey Borbón en España.

La guerra de Sucesión duró de 1701 al 1714 y La cocinera de Castamar se sitúa pocos años después de su final, en el año 1720. Clara Belmonte (interpretada en la serie por Michelle Jenner) es una mujer muy culta para su época, valiente, muy independiente, con un don superlativo para la cocina y con su pasado complicado. Su padre, un prestigioso médico, fue acusado de asesinar a un coronel durante la guerra y lo mataron —o eso cree ella—. Semejante trauma la dejó en la pobreza más absoluta y también le generó una aguda agorafobia (incapacidad para salir a espacios abiertos). Ayudada por un fraile, Clara consigue entrar de cocinera en el palacio de Castamar. Allí conocerá a Diego, el duque de Castamar y grande de España, uno de los aristócratas con más postín del país y mano derecha del rey Felipe V (el actor Roberto Enríquez es quien lo interpreta). Cuando Clara llega, Diego está consumido por una depresión enorme provocada por la muerte de su mujer un año antes por un desgraciado accidente.

Poco a poco, entre Clara y Diego surge un gran amor que ambos saben que está condenado al fracaso: pertenecen a clases sociales distintas y no podrán casarse. Además, la madre del duque, Doña Mercedes, está empeñada en que su hijo contraiga nupcias de nuevo con una mujer apropiada y, con ayuda de Enrique de Arcona, marqués de Soto, intenta que Diego se despose con la señorita Amelia. Pero don Enrique de Arcona no es quien parece y sus intenciones no son tan loables como parecen en un principio. Tampoco la dulce y recatada Amelia tiene un pasado tan impoluto como Doña Mercedes cree. Entre los personajes se crea una trama de engaños, estafas, muertes y mucha sed de venganza que irá desgranándose poco a poco y que le costará la vida a algunos personajes.

¿Existían libros de recetas en aquella época?

Sí. De hecho, uno de los tratados gastronómicos más importantes en lengua española se escribió en el siglo XVII. Fue el Arte de cocina, pastelería, bizcochería y conservería y lo publicó en 1611 Francisco Martinez Montiño, jefe de cocinas durante treinta y cuatro años, desde tiempos de Felipe II hasta Felipe VI. En el libro se recogieron unas quinientas recetas. Otro tratado importante fue el Libro del arte de cozina, de 1607, escrito por Domingo Hernández de Maceras, el cocinero del Colegio Mayor de Salamanca.

Ya en el siglo XVIII, fue muy famoso un manual de recetas que mezclaba lo gourmet con propuestas populares, el primero realmente de cocina modesta y también el que mezcló recetas de cristianos con las de musulmanes y judíos. Fue escrito por un fraile franciscano aragonés llamado Raimundo Gómez, aunque lo publicó con el seudónimo de Juan Altamiras. Se titulaba Nuevo Arte de la Cocina Española y salió publicado en 1745 (la editorial Ariel lo rescató del olvido en el 2017). Entre otras, se recogen las recetas de bacalao confitado con tomate o las berenjenas asadas a la brasa con queso.

Sabemos muy poco del autor, más allá de que sirvió en los monasterios de San Diego y San Cristóbal y que fue prácticamente autodidacta. Eso sí, el libro fue un auténtico bestseller y, entre otras cuestiones, fue el primero en defender que la cocina popular, la de las clases humildes, tenía un gran arte. Además, fue de los primeros en reivindicar alimentos venidos de América, como los tomates y, sobre todo, las patatas, las cuales en un principio, sólo eran para caballos o para la gente muy pobre.

¿Hubo realmente una mujer del siglo XVIII que escribiera un libro de recetas?

Pues sí. Se llamaba María Rosa Calvillo de Teruel, debió nacer probablemente en Sevilla, y entorno a 1740 escribió un librito de 38 páginas titulado Libro de apuntaciones de guisos y dulces, en donde daba cuenta de 99 recetas sencillas y típicas de una familia burguesa, como “el dulce de huevo de Utrera” y las “tortas de Morón”. Con semejante publicación —bastante rudimentaria, probablemente ella misma debió encuadernarla— la tal Calvillo se convirtió en la primera escritora gastronómica conocida de España.

Por lo que sabemos de ella, que no es mucho, Calvillo apuntó las recetas para dar cuenta de la cocina popular y nunca pensó que podría pasar a la posteridad. Por cierto, el documento se puede consultar en Internet: está en la Biblioteca virtual de la Comunidad de Madrid.

¿Era normal que las mujeres escribieran libros de recetas por aquel entonces?

No en España, pero sí en otros países. Sabemos que desde el siglo XV había en nuestro país, en hogares de cierto postín, libros de recetas, de ungüentos y remedios caseros que servían para transmitir los saberes de madres a hijas. Pero no se publicaron al gran público hasta mucho más tarde.

No fue así en el extranjero. La primera mujer conocida que publicó un libro de recetas fue la alemana Anna Wecker en 1596. Casi un siglo más tarde, en 1670, la inglesa Hannah Wooley escribió The Cook’s Guide. Ya en el siglo XVIII otra británica, de nombre Eliza Smith, consiguió incluso un superventas con su recetario de 1727.

¿Había mujeres chefs en el siglo XVIII?

Fue precisamente a partir del siglo XVIII cuando las mujeres se convirtieron poco a poco en cocineras profesionales. Es decir, pasaron a ser cocineras en casas de alta alcurnia, un trabajo que hasta entonces se había reservado a los hombres.

Sin embargo, aún tardaron bastante en hacerse con los fogones del palacio real. En tiempos de Felipe V, la real cocina estaba en manos de dos hombres: Pedro Benoist y Pedro Chatelain. No fue hasta el reinado de Carlos III cuando una mujer se convierte en cocinera de la Casa Real: se llamaba Francisca Sánchez y sabemos que nació en 1743 en el Real Sitio de San Ildefonso. En 1779 su sueldo eran “5 reales diarios más seis para dos criados”.

¿Cómo era un menú de la Corte?

A principios del siglo XVIII, la gastronomía española era, probablemente, la más rica de Europa debido a los nuevos alimentos que se importaban de América. Sin embargo los Borbones introdujeron numerosos cambios en la gastronomía y, poco a poco, la suntuosidad de la alta cocina española fue dejando paso a platos con menos aderezos.

Además, se sabe que Felipe V era de buen comer y el propio duque de Saint-Simon observó que: “El Rey come mucho y elige entre una quincena de alimentos”. Se sabe que le gustaba mucho el chocolate y también un potaje llamado chaudeau hecho con vino de Borgoña, cuatro yemas de huevo, azúcar, canela, clavo y nuez moscada. Para desayunar y comer se tomaba un caldo hecho sin agua (sólo con los jugos que desprendían dos gallinas, dos perdices, cuatro libras de ternera y dos de carnero). Eso sí, Felipe V no era muy aficionado al alcohol y tan sólo tomaba alguna copa de vino de Borgoña.

Por los documentos que se han conservado, la comida podía consistir en dos sopas iniciales, la una de gallina y la otra de dos pichones. Luego venían lo que se conocía como “principios”: un lomo de ternera, otro de fricandaux, otro de seis pichones, y otro de dos gallinas rellenas. Más tarde llegaban un asado de tres gallinas, un pollo y un pichón. Los postres consistían en una especie de bizcocho de crema. Para cenar, el menú se repetía.

Eso era para diario. En ocasiones sonadas, la cosa incluso iba a más. “Seis trincheros a la comida: Uno de dos perdices, otro de una torta de pichones, otro de criadillas de carnero fritas, otro de costillas de carneto esparrilladas, otro de salchichas, otro de un asado con una polla de cebo, una perdiz, un pichón y una codorniz. Más los siguientes platillos: Dos menestras, un capón relleno a la italiana, unas popietas a la italiana o a la milanesa, una liebre frita, y un postre de dulce a la italiana”.

¿Realmente tuvo el rey Felipe V tantos problemas de salud mental como en la serie?

En la serie, el rey Felipe V protagoniza episodios donde se trastorna y pierde la razón. Y sí, el auténtico Felipe V era así. Aunque en el campo de batalla era muy valeroso, en los pasillos de la Corte se mostraba perdido y taciturno. Todos los cronistas de la época hablan de periodos de depresión aguda, de “inercia total”, de “profunda melancolía”. Su enfermedad llegó a tal nivel que temía que lo iban a envenenar con una camisa repleta de veneno y se empeñó en llevar sólo camisas que antes hubiesen sido usadas por la Reina. 

En su libro La vida y la época de Fernando VI (Planeta, 1998), el historiador Pedro Voltes afirma que Felipe V “andaba desnudo ante extraños; se pasaba días enteros en la cama en medio de la mayor suciedad, hacía muecas y se mordía a sí mismo, cantaba y gritaba desaforadamente, alguna vez pegó a la reina, con la cual se peleaba a voces y repitió tanto sus intentos de escaparse que fue preciso poner guardias en su puerta para evitarlo”.

¿Es verdad que el Rey redactó un documento de abdicación?

Pues sí, existió, pero no fue la Reina quien se lo hizo escribir. Según cuenta Pedro Voltes en el libro antes citado, “en cierto momento en que pudo disponer de papel y pluma, compuso rápidamente una carta de abdicación y la mandó al presidente del Consejo de Castilla, supremo órgano de gobierno, para que reuniera a los consejeros y los enterase de que cedía la corona al príncipe Fernando, su heredero. El presidente, arzobispo de Valencia, era adicto a la reina y entretuvo la carta hasta informar a ésta. La Reina se espantó y encolerizó y mandó reforzar la vigilancia sobre su esposo”.

¿Quién era la Reina en aquel momento?

En La cocinera de Castamar, Silvia Abascal da vida a Isabel de Farnesio, la segunda esposa de Felipe V. Nacida en Parma, era hija de un príncipe y de una condesa. Gracias a las gestiones de un cardenal italiano, Giulio Alberoni, quien servía al rey Felipe V, logró desposarse con el monarca y ser nombrada Reina de España. La Farnesio era una mujer temperamental, autoritaria y de una desmesurada ambición personal. Según las crónicas de la época, no era excesivamente guapa, tenía la cara marcada con cicatrices por la viruela y comía mucho a todas horas.

Isabel de Farnesio provechó los largos periodos depresivos de su esposo para hacerse con las riendas del poder. Apartó a su marido todo lo que pudo del trono y mostró siempre absoluto asco hacia los hijos de Felipe V con su primera esposa, María Luis Gabriela de Saboya. Ella y el Rey tuvieron varios hijos, entre ellos Carlos (futuro Carlos III).

¿Qué pasó finalmente con el infante Luis?

En el último episodio de la serie tiene un papel destacado el infante Luis, heredero al trono. El verdadero infante Luis no fue educado por ningún duque de Castamar, sino por don Baltasar Hurtado de Amézaga, marqués de Riscal de Alegre, un militar muy ilustrado. Lo que sí que es verdad es que se casó muy joven, con tan sólo quince años. La escogida fue Luisa Isabel de Orléans, hija de Felipe II de Orléans, por entonces de doce años.

El matrimonio fue un auténtico desastre: él era un presuntuoso consentido y ella tenía graves problemas psiquiátricos. Se presentaba ante la corte sucia y maloliente, exponía sus genitales en público a la mínima y engullía comida de manera compulsiva. Con el tiempo, su dolencia fue a peor: en cualquier momento se quitaba la ropa, se quedaba desnuda y comenzaba a limpiar las baldosas con su vestido.

Luis subió al trono muy joven, con tan sólo diecisiete años. Su padre, preso de su propios problemas psiquiátricos, abdicó en él en febrero de 1724. Pero no duró prácticamente en el trono: murió de viruela en agosto de ese mismo año. Su reinado fue el más breve de la historia de España. Su padre volvió al trono después de su muerte y la joven viuda Luisa Isabel fue enviada de regreso a Francia.

¿El cantante de ópera Farinelli cantó en Madrid?

Sí, es cierto. Carlo Broschi fue contratado por la reina Isabel de Farnesio para cantar delante de Felipe V. De hecho, el rey pasaba por un momento depresivo tan fuerte que apenas hablaba y se creyó que la música de aquel castrati podría ayudarlo. Broschi, o Farinelli como se hacía llamar, ya había cantado en Nápoles, Viena y Londres. Después de sus conciertos en La Granja de San Ildefonso, a Felipe V y su esposa les gustó tanto que lo nombraron rápidamente Músico de Cámara de Sus Majestades. Su sueldo era de 135.000 reales de vellón, una auténtica millonada para la época, a lo que hubo que sumar los trajes y las joyas que le hacían llegar regularmente. Eso sí, en contraprestación, Farinelli se tuvo que pasar noches enteras cantando junto con un trío de cuerda.

¿Dónde se rodó la serie?

No, por supuesto que no existió el ducado de Castamar, pero Paco Úbeda, el responsable de localizaciones de La cocinera de Castamar se encargó de dar con lugares que representasen a la perfección la arquitectura de la época. La mayoría de los interiores del palacio de Castamar que salen en la serie son decorados hechos por el departamento de arte dirigido por Mercedes Canales, pero la famosa fachada rosa existe. En realidad se trata del palacio del Infante don Luis, hijo menor de Felipe V, en Boadilla del Monte, un palacio neoclásico de estilo italiano que se construyó a mediados del siglo XVIII. Muchos de los planos aéreos son del palacio real de Riofrío, en Segovia.

Desgraciadamente, la cocina que aparece en la serie no existe en verdad y es una recreación hecha en un plató inspirándose en las cocinas antiguas del palacio real de Madrid. El patio, eso sí, es de verdad, aunque está en la Cartuja de Talamanca, en Talamanca del Jarama, en la provincia de Madrid. De hecho, este patio es bastante cinematográfico y ya ha salido en Águila Roja o en El ministerio del tiempo.

En cuanto al palacio real de Felipe V, los exteriores se grabaron en la Quinta del duque de Arco y los interiores, en el palacio de Fernán Núñez, en Madrid, que actualmente acoge la sede social de la Fundación de Ferrocarriles Españoles. El monasterio donde Clara se refugia corresponde a dos sitios: los monasterios de Uclés, en Cuenca, y el de Lupiana, en Guadalajara.

¿Quién se ha encargado del vestuario?

Una de las claves por las que La cocinera de Castamar gusta tanto es porque la realización es muy buena, con una fotografía muy cuidada y una iluminación esmeradísima, de la mejor que hemos visto en una serie española. También el vestuario es para aplaudir a rabiar. Bubi Escobar fue la responsable de crear unos trajes de ensueño. Experiencia, desde luego, tiene: Escobar fue también la responsable de vestuario en el Ministerio del Tiempo y trabajó en El reino de los cielos (2005) y Los fantasmas de Goya (2006).

Finalmente, ¿habrá segunda temporada de la serie?

No se sabe aún. La serie está basada en un libro y, aunque el final del libro y el de la serie no coinciden, la trama ya está toda cubierta. Sin embargo, y dado los buenos resultados que ha obtenido La cocinera de Castamar, no me extrañaría que se inventaran tramas nuevas.

¿El libro y la serie no acaban igual?

No, los finales son algo distintos. La cocinera de Castamar está basada en la novela de este mismo nombre que Fernando J. Múñez escribió en 2019 y publicó Planeta. Tatiana Rodríguez Vázquez fue la coordinadora del guion y, por tanto, la encargada de adaptarla junto con un equipo de guionistas. Pero hubo alteraciones del texto original y la trama no es exactamente calcada.

Sin embargo, no os podemos decir cómo acaban. Para eso tendrán que leer el libro y ver la serie.