El ballet, el arte más impecable y a la vez más sacrificado en un mundo de absolutas imperfecciones. Un deporte que aúna la parte física del deporte de élite y la parte de interpretación que exige. Lo vimos en el Cisne Negro hace 11 años y Jota Linares nos lo vuelve a enseñar, de la mano del síndrome del impostor, en Las Niñas de Cristal, la próxima película que Netflix estrenará el 8 de abril protagonizada por María Pedraza.
Las bailarinas de ballet no solo deben tener un excelente físico, sino que deben poseer una astronómica fuerza mental para evitar caer en trastornos psicológicos. Los profesores de ballet se vuelven aún más exigentes enseñándolas, para conseguir crear movimientos que se basen en el control total y absoluto del cuerpo, requiere concentración y capacidad para el esfuerzo como actitud y forma de vida. Por eso el 90% empieza a la edad de seis-siete años.
A María Pedraza la conocemos como actriz, pero en esta producción ha podido combinar sus dos pasiones. La que ya conocíamos y la danza de la que presume con espectaculares fotografías en sus redes sociales. En los planes de María no estaba dedicarse a la interpretación como modo de vida, quería hacer arte escénico encima de unas tablas porque su sueño había sido siempre "bailar hasta morir", y así lo hizo desde los 6 hasta los 20 años.
En Las Niñas de Cristal, el director vuelca en el mundo del ballet el síndrome del impostor que él sufrió en su debut en el cine, del que María también hace mención: "Todos esos temas que se tratan como el síndrome del impostor, yo también lo he sentido. Incluso cuando estaba bailando pensaba: ‘¿Por qué me están eligiendo?' Al final te vuelves tu propio enemigo. La danza clásica tiene un nivel se exigencia y sacrificio enorme. Lo primero: mirarse al espejo y no juzgarse. Desde que pones un pie en esa profesión todo va cada vez a más y ya no es que te lo exijan, es que lo haces tú misma. Es como un arma de doble filo, llegas a un nivel de perfeccionismo que te puede llevar a jugar malas pasadas" María Pedraza
Tras competir en el Festival de Málaga, el film llegará en una semana a Netflix como "un viaje al miedo y la soledad a la que se enfrenta un artista que tiene la oportunidad de su vida". Y así, acompañado del síndrome del impostor, aparece el miedo al fracaso. Y al éxito. Y es el cineasta gaditano quien no pierde esa oportunidad de su vida de la que habla y se anima a contarlo a través de la amistad de dos bailarinas de una prestigiosa compañía de danza que prepara el estreno de Giselle.
La película comienza con el trágico suicidio de la estrella del Ballet Clásico Nacional, entonces Irene es seleccionada para ocupar su lugar. Y ocurre la realidad en la que está basada la película: "Cuando te conviertes en primera bailarina, te quedas sola", dice un testimonio extraído de los profesionales a los que acudieron para documentarse. De ahí en adelante, entabla amistad con Aurora, otra solitaria adolescente dominada por su madre, que se convertirá en su única aliada.
Todo lo que se cuenta, desde el sacrificio personal hasta el nivel de exigencia al que son sometidas las bailarinas, está inspirado en hechos reales. María Pedraza sabe que "cuando lo ves en el escenario, parece muy etéreo y luminoso pero siempre hay algo oscuro detrás de eso". Y Paula Losada le da la razón.
Paula llega a la pantalla directa del mundo de la danza clásica, y reconoce que "el sacrificio y la exigencia siempre están". Y es normal en una profesión en la que pasan tanto tiempo mirándose al espejo y analizando su cuerpo, con los riesgos que eso conlleva. Para esta bailarina, interpretar su primer papel "fue todo un viaje". "A nivel emocional pasé por muchas etapas. Ha sido mi primera vez en cine y no me podía haber tocado un personaje mejor, que encima baila que es lo que llevo aquí", cuenta llevándose la mano al corazón en una entrevista para Diario Sur. El elenco se completa con Marta Hazas, Ana Wagener y Mona Martínez.
Las Niñas de Cristal se estructura en dos partes, igual que los dos actos de Giselle. Uno muy luminoso de despertar a la vida y el descenso a los infiernos. Y lo más curioso, no hay dobles, los bailes son realizados por las propias actrices bajo la supervisión del coreógrafo Antonio Ruiz, Premio Nacional de Danza. "Acabaron con los pies destrozados del esfuerzo que exige el ballet y el cine, donde hay que repetir las tomas", comentaba Antonio. "Pero cuando eres bailarina incluso te sientes orgullosa de tener los pies así", afirmaba Paula Losada.
El título de la película hace gala de lo que se vive en el mundo del ballet. Niñas de cristal, frágiles por dentro y por fuera que están en constante búsqueda de perfección tanto para ellas como para el ojo ajeno por su exposición y por ser el centro de las miradas y de las críticas, buenas y malas, en cada espectáculo. Dueñas y esclavas del maravilloso y oscuro mundo de la danza. Su composición es "cinematográficamente teatral", según Mona, "llena de belleza, emoción y dolor", añade Wagener.
El ballet, renacentista y francés
Para los que no lo saben, el principio de la danza tiene un componente ritual. Los primeros movimientos rítmicos se celebraban en ceremonias de fecundidad, caza o guerra, o de diversa índole religiosa, donde la propia respiración y los latidos del corazón servían para otorgar una primera cadencia a la danza.
De ella surgieron múltiples géneros de baile. Y entre ellos está el ballet. Esta danza nació en la Italia del Renacimiento (1400-1600). Pero no es hasta el siglo XVII en Francia, durante el reinado de Louis XIV apodado 'Rey Sol', que mana la necesidad de profesionalización de este arte. Y en 1661 se crea la primera escuela de danza llamada Académie Royale de la danse. Yés Rcasi 40 años después R.A. Feuillet publica Choréographie ou Art de noter la danse donde por primera vez se reproduce la totalidad de los pasos codificados y se funda un primer conato de transliteración o notación de las figuras. En 1725 P. Rameau con su Traité Maître a danser perfeccionó toda la técnica hasta entonces planteada.
De cara al nacimiento del Ballet Romántico fueron de vital importancia las reformas actuadas por G. Magri con su Trattato teorico-practico di Ballo en 1779 proporcionando un repertorio intacto de figuras y por J. G. Noverre con su tratado Lettre sur le ballets et les arts d’imitation donde da vida al Ballet d’action, el ballet pantomima. En 1713 se creó la segunda Académie Royale, lo que hoy conocemos como la Opera de París.
Toda esta reforma fue experimentada y puesta en práctica por F. W. Hilferding en 1735 al regresar a su ciudad natal Viena fue nombrado Maestro de Ballet y en 1740 emprendió la tarea de introducir el Realismo en el propio Ballet.
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