Cuando uno alcanza Damasco, precedido por los años de guerra civil de Siria, la primera impresión es la cautivadora belleza de la ciudad que permanece erguida en un país arrasado por la contienda. La segunda, durante años de plomo fue la ausencia de varones jóvenes en las calles de la urbe, enviados al frente o huidos para evitar el reclutamiento. Estos días lo experimenta un español, Javi Juárez, el flamante seleccionador de baloncesto de Siria.

“Al principio, cuando me lo comentó mi agente, me pareció una broma”, reconoce Juárez en conversación con El Independiente desde Damasco. El entrenador, curtido primero como jugador en la cantera del Real Madrid y luego en los banquillos del UCAM Murcia y el Baloncesto Fuenlabrada, acaba de cumplir la primera semana del periplo sirio que comenzó a forjarse a finales del pasado noviembre, cuando recibió la oferta y se iniciaron las negociaciones.

“El presidente de la federación pidió hablar conmigo personalmente y me transmitió toda la ilusión del mundo. Para mí, tiene una parte de aventura muy grande que, en el momento en el que me encuentro de mi vida, era un atractivo, no solo profesional sino vitalmente. Me pareció una experiencia única para vivir”, arguye. A sus 52 años, Juárez -que ejerce también como comentarista de partidos de baloncesto- ha aceptado uno de los mayores retos de su carrera, ayudar a recomponer una selección nacional sobre la que también se ha dejado sentir once años de escaramuzas.

Javi Juárez dirige un entrenamiento de la selección de baloncesto siria. E.I.

“La mayoría de los jugadores son veteranos, por encima de los 30 años, porque obviamente en los últimos años no han salido jóvenes”, admite el español. “Tampoco han jugado competiciones internacionales durante unos años. Solo desde hace dos años han vuelto a participar en los torneos oficiales. Es el momento de recuperar la actividad normal”, explica Juárez. Y a ese cometido se entrega desde hace unos días un entrenador que jamás había viajado por Oriente Próximo.

Primer contacto

“Yo no sabía absolutamente nada del baloncesto sirio”, desliza. “No había estado en mi vida en esta parte del mundo. Mi idea era venir y conocer la situación en directo”. Su llegada a la capital siria coincide con un tiempo de tímidos cambios. El régimen de Bashar Asad, que logró resistir a las revueltas con apoyo ruso, controla el 70 por ciento del territorio. Los enclaves fuera de su dominio, en el noreste y noroeste del país, disfrutan de una frágil estabilidad en mitad de una profunda crisis económica que ha ampliado la pobreza.

Me impresionó la nevada que nos cayó en la carretera entre Beirut y Damasco. Parecía Filomena

Hace una semana Juárez aterrizó en Beirut. Desde la capital libanesa se trasladó en coche hasta Damasco, a unos 115 kilómetros. “Es algo absolutamente diferente. ¿Quién me hubiera dicho que Javi Juárez cruzaría un día la frontera entre el Líbano y Siria?”, exclama. “Me impresionó la nevada que nos cayó. Parecía Filomena. Llegué a Beirut con un atardecer precioso, viendo el Mediterráneo. Según salí de Beirut y empezamos a subir la carretera, comenzó a nevar”. El vehículo se abrió paso a duras penas bajo el manto blanco, que desapareció por completo unos 40 kilómetros antes de llegar a destino. “Un trayecto de 2 horas acabó durante 4 horas y media”.

Desde entonces, Juárez ha tratado de conocer y dar las primeras directrices a su equipo. “Hay mucha voluntad de vida. Los jugadores tienen muchas ganas de salir hacia adelante. Tienen un carácter que me ha sorprendido muchísimo”, relata. “No les he preguntado por lo que han vivido porque creo que si algo necesita esta gente es mirar al presente y al futuro. No voy a venir de España a preguntarles por su pasado. Me parecería de mala educación sacar ese tema y la verdad es que no lo he hecho”.

Javi Juárez, en la firma de su contrato y su presentación como seleccionador. E.I.

Sus primeros entrenamientos se han celebrado en un pabellón que Juárez compara con los que conoció en el este de Europa. “Es un pabellón que impresiona. Muy grande, como los que podamos tener en cualquier ciudad española pero más antiguo. Digamos que es una instalación como las que pudiera haber en España hace 30 años y me recuerda a los míticos del este de Europa. Evidentemente es ahora cuando han comenzado a reconstruir el país y sus principales instalaciones”.

De Damasco a Dubái

Juárez, que se aloja en el hotel Sheraton de la capital siria, ha asumido el desafío con la pretensión de residir en Damasco cuando haya convocatorias de la selección. Esta semana viaja a Dubái, donde se celebra el campeonato de baloncesto de las naciones árabes. Permanecerá hasta finales de mes y regresará a Siria en junio. “Por mis circunstancias personales no me podía mover de Madrid este año para una temporada de diez meses. Ser seleccionador me permite hacerlo en temporadas cortas. Hay una competición y un periodo de preparación previo”, detalla.

Están muy agradecidos de que haya tomado la decisión de venir porque son conscientes de la imagen exterior que tiene Siria

“La gente de la federación y los jugadores están muy agradecidos de que haya tomado la decisión de venir porque son conscientes de la imagen exterior que tiene Siria”, admite. “El entrenador español de baloncesto está muy bien considerado fuera de España, porque los éxitos del baloncesto español han llegado a todos los rincones del planeta”, narra. Juárez se une a la nómina de españoles que han probado suerte en Asia, desde Corea del Norte a Japón; África; Oriente Próximo o América Latina. En su caso, es además su estreno como seleccionador nacional.

Juárez en la rueda de prensa celebrada para su presentación como seleccionador. E.I.

“Yo creo que en Siria habían soñado precisamente con un entrenador español”, murmura. Un objetivo cumplido por el que se desviven. “Desde el hotel tardaría diez minutos caminando al pabellón pero en la federación me llevan y me traen en coche. Y no es por seguridad porque la sensación en esta ciudad es de máxima seguridad. Quieren atenderme mejor”, dice Juárez, fascinado por una ciudad que está jalonada de puestos de control.

Fascinado por la ciudad

“He conocido el casco antiguo de Damasco. Es increíble, es cuna de la civilización. Es precioso. Damasco es una ciudad muy europea por sus avenidas, parques y edificios que se contrarrestan mucho con la parte más histórica”, expone el técnico, a quien no le preocupan las críticas por haberse enrolado en esta aventura damascena. Niega haberse reunido con el presidente del país. Ni siquiera ha sido recibido por el ministro de Deportes.

El deporte es de las cosas más blancas que hay en la vida

“La mayoría de mi entorno entiende que el deporte es de las cosas más blancas que hay en la vida. El deporte, desde mi punto de vista, es concordia, es global y es apertura. Yo vengo aquí a trabajar con unos jugadores, a ayudarles y a aportar mi granito de arena. Y el cargo que ocupo no es de una parte de los sirios sino que los representa a todos”, manifiesta. “He recibido muchos mensajes no solo de la gente del baloncesto español sino de sirios que no conocía y que están fuera del país. Están contentos porque pueda venir aquí y contribuir a mejorar la selección”.

Su desafío más inmediato es rehabilitar el baloncesto sirio y restañar las heridas ocasionadas por una década de convulsión y violencia. “Hay una generación de jóvenes que me ha llamado la atención y creo que es un buen momento para incluir a los más jóvenes y hacer un trabajo de cara a los próximos años. No estamos ante el nivel del baloncesto europeo pero tienen una actitud increíble. Son unos apasionados de este deporte y espero estar a la altura de sus expectativas”, comenta Juárez. “Te mentiría si te dijera que alguna gente no lo consideró una locura. Yo vine tan ilusionado como acojonado, pero está siendo una gran aventura. Tengo ya más anécdotas que en los últimos 25 años de mi vida”, concluye.