Rafael Nadal es campeón de Roland Garros. Puede usted repetir hasta catorce veces esa frase que no sonará redundante. Incluso puede añadir que ha ganado todas finales que ha jugado. El español arrasó al noruego Casper Ruud en la final por 6-3, 6-3 y 6-0 para alcanzar la prodigiosa cifra de catorce títulos en París, un nivel jamás alcanzado por ningún tenista en mismo Grand Slam.

Han pasado ya 17 años desde aquella primera Copa de los Mosqueteros y ahí sigue Nadal, prácticamente inamovible en el podio de París. Desafiando a los números, al paso del tiempo y a rivales que podrían ser casi sus hijos. Desafiando a cualquier lógica. Porque no son ya solo los 14 Roland Garros, sino también los 22 Grand Slam -siete de ellos después de la treintena- y las 136 victorias y solo tres derrotas en tierra batida al mejor de cinco sets.

Una brillantísima carrera que puede haber tenido su epílogo en la final con Ruud. Se espera que el español aclare en las próximas horas su futuro, después de que en los últimos días haya dicho varias veces que Roland Garros podría ser su último torneo debido a la lesión crónica que tiene en el pie, conocida como la enfermedad de Müller-Weiss.

De momento, el rey de la tierra aseguró en la entrega de premios que no va a dejar de intentarlo. "No sé lo que pasará en el futuro, pero voy a seguir luchando para intentar seguir", dijo el tenista. "Jamás pensé que iba a tener 36 años, que iba a ser competitivo de nuevo y que volvería a jugar otra final en la pista más importante de mi carrera. Significa mucho para mí y me da mucha energía para intentar seguir".

Un camino al título plagado de espinas

Decida lo que decida, lo cierto es que este título de Roland Garros será uno de lo más especiales para el balear. Hace dos semanas, cuando arrancó el torneo, nada acompañaba: venía de perder prácticamente cojo en Roma, sin ningún título sobre la gira de tierra y el sorteo le había colocado en el mismo lado del cuadro de Novak Djokovic y Carlos Alcaraz. El estado de su pie izquierdo era una incógnita. Pero París siempre será París para Nadal. A no ser que le vean en muletas o sin un brazo, es conveniente no dudar nunca de Nadal en Roland Garros.

Fue además un camino plagado de espinas: en octavos necesitó cinco sets ante Felix Auger-Aliassime, en cuartos tumbó a Novak Djokovic en un encuentro épico y en semifinales estaba jugando un partido sensacional cuando se retiró Alexander Zverev. Esos tres triunfos y el de este domingo ante Ruud hacen que Nadal haya ganado a cuatro top ten por primera vez en un mismo Grand Slam camino del título. Todo eso con 36 años y con la sombra de su posible retiro en el horizonte.

Una final siempre bajo control

En la final se esperaba Ruud, a partir de mañana número seis del mundo y uno de los mejores jugadores en tierra del momento. No en vano es el tenista con más victorias (65), finales (8) y títulos (7) en esta superficie desde 2020. Alumno aventajado además de la Rafa Nadal Academy, el noruego no pudo hacerle ni cosquillas a Nadal.

El balear tuvo el partido bajo control en todo momento y ni siquiera necesitó llevarse al límite como en sus tres partidos anteriores. Dos breaks en el primer set le dieron una ventaja que no desaprovechó y en el inicio del segundo reaccionó ante el 3-1 de Ruud para ganar los siguientes cinco juegos y llevarse el parcial.

Lógicamente, nadie ha sido capaz de ganar tres sets a Nadal en una final de Roland Garros. Pero tampoco hay nadie que le haya ganado dos. Ni el mejor Federer ni el mejor Djokovic. Lo que tenía por delante Ruud era un imposible, como subir el Everest sin oxígeno.

El tercer set fue otro monólogo del español, que cerró la final con una superioridad insultante. Cuesta imaginar que un tenista a este nivel pueda retirarse. Si éste fue su último baile, solo queda aplaudir y quitarse el sombrero con uno de los mejores deportistas de todos los tiempos.