La lucha por la libertad de los políticos independentistas presos no está reñida con la lucha contra la diabetes. Antonio Romero, un jubilado de 64 años ha llegado andando desde Hospitalet hasta la estación de Sants en Barcelona. “Me viene bien andar por el azúcar”.

Se ha plantado delante de la estación de espaldas a la puerta de entrada y salida con una bandera que pide “la libertad de presos políticos”. Con su garrota hace guardia convertido en hombre-anuncio, hombre-denuncia: “Sólo quiero despertar alguna conciencia”.

Hoy las conciencias pasan a su lado en busca de trenes y respirando aliviados porque la estación funciona con normalidad, el tren te puede llevar al aeropuerto y todo está en calma. Sólo los furgones de Policía y Mossos recuerdan que se vive un momento convulso.

Antonio Romero a las puertas de la estación de Sants de Barcelona

Los furgones y Antonio Romero, claro. Este comercial jubilado aguanta en solitario el peso del momento. “Estaré aquí dos o tres horas, quizá vuelva esta tarde y mañana. Y los días que sean necesarios”, afirma serio. “Bueno, el viernes no, el viernes tengo una manifestación muy importante”. Sus gafas de ver de cerca cuelgan de su cuello sobre una sudadera con una estrella azul en la que se lee: “Catalunya Freedom”, en inglés y en genérico.

Escucha la radio mientras hace su labor concienciadora. No pierde hilo, escucha “la RAC, la SER y otras, así sé cómo mienten”. “¿No serás de la Policía?”, pregunta. Toda precaución le parece poca, “no me importa darte mi nombre, no tengo miedo, aunque en España uno no sabe qué puede pasar...”.

El viento hoy en Barcelona airea la bandera que porta a modo de capa, se aferra a su garrote con el que mantiene a raya el azúcar. Romero tiene claro que tiene lucha para rato. Se queda conectado a la radio.

Una hora después, a las puertas de Sants, no está Antonio. Pregunto a un policía si sabe dónde está “el señor con la bandera que estaba en la puerta”. “No he visto a ningún señor”, responde el agente. Estos días en Barcelona solo se ve lo que se quiere ver.

Llegan jóvenes con banderas como capas y lazos amarillos. Rastrean sus móviles. “Todavía no hay convocatoria”, aseguran. “Será esta tarde”.