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El día que Netflix le plantó cara a Hollywood

David Wark Griffith nunca pensó que alguien llegaría y le quitaría aquellos sueños que le hicieron construir la industria cinematográfica más conocida del mundo. Entonces, Hollywood era el lugar donde todos querían ir, la plataforma de despegue para ser conocidos en todo el mundo, la única manera de romper fronteras de la forma más fácil y cercana posible, la Meca del cine. Pero una nueva productora lo cambiaría todo. Netflix no llegó con la intención de ser solo una conocida plataforma streaming, Netflix llegó para arrasarlo todo, para crear buen cine y llevarlo de la manera más creativa a cada rincón del mundo.

La tecnología avanza de manera abismal, y en eso Hollywood, no estuvo avispado. La cultura de lo digital y lo instantáneo ya ha cambiado por completo la forma en que consumimos películas y contenido audiovisual. YouTube ya había preparado el terreno hace diez años y Netflix lo remató.

Mientras Hollywood se coronaba produciendo las mejores películas después de haber pasado por su edad de oro, posterior declive y resurrección cinematográfica, Netflix se preparaba, ya desde 2007, para sucumbir a la población a sus exquisitas ofertas audiovisuales. Primero lanzó una oferta de suscripción con su conocido mes de prueba; en 2008, se asoció con marcas de electrónica de consumo para ofrecer streaming a través de la Xbox 360, de los reproductores de Blu-ray y de los descodificadores de TV. Pero no fue hasta 2011 que Netflix empezó a adquirir contenido audiovisual para su servicio de suscripción streaming, comenzando con el drama político House of Cards, estrenado en febrero de 2013. A eso le sumamos todo el mundo oscuro que empezó a desenmascarar la que era la mayor industria del cine y, en consecuencia, se proclamó la caída de Hollywood.

Presentación del servicio de streaming, que permite a los suscriptores ver series y películas al instante.
Presentación del servicio de 'streaming', que permite a los suscriptores ver series y películas al instante. (2007)

Auge y caída del Nuevo Hollywood

La industria estadounidense de Los Angeles ya había vivido algo parecido. A finales de los años 40 una intervención federal separó la producción de películas de su exhibición en salas, dando como resultado la liberación de actores y cuerpo técnico de sus contratos con la productora de manera gradual. El segundo obstáculo vino con la invención de la televisión, aunque esto provocaría un beneficio para la industria cinematográfica, al disminuir la calidad de la programación televisiva y potenciar el cine como una forma de arte seria. Las dificultades hicieron que el número de películas en rodaje descendiera bruscamente, incluso las de gran presupuesto, marcando un cambio en la estrategia a seguir por la industria.

A mediados de los años 60, una nueva generación de cineastas hollywoodenses logró romper con la crisis de público y empezó a generar películas frescas, desinhibidas, autorales y reditables. Comenzaría la llamada era del Nuevo Hollywood.

En esos tiempos de camaradería en los que producciones taquilleras como El Padrino o El Exorcista habían devuelto al público a las salas de cine, nadie imaginaba que el caballo de Troya, entregado en manos del cine de autor americano, estaba en las mismas líneas. Con él llegaría Tiburón (1975) y una avalancha de estrenos masivos que requerían inmensas cantidades de dinero para publicidad. Fue precisamente ese cine de autor, por esos presupuestos, quien acabaría con el Nuevo Hollywood.

Película 'Tiburón' (1975), de Steven Spielberg

Pero volviendo a términos actuales, a Hollywood le tocó de nuevo reinventarse, explorar más profundamente su imaginación y resurgir. Aunque mientras lo hacía, Netflix superaba los 50 millones de suscriptores y su servicio se empezó a expandir mundialmente con emisiones streaming en 4K Ultra HD. La plataforma de vídeo por demanda hacía historia y en el año 2018 se proclamaba como el estudio con más nominaciones a los premios Emmy. Un año más tarde lo volvía a hacer al unirse a la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos. La estrategia de Hollywood fue contraatacar con una nueva película de Star Wars, Star Wars: Episodio IX - El ascenso de Skywalker (2019). Para la mayor industria cinematográfica estadounidense, o eso seguía creyendo el ego hollywoodense, no era suficiente la cantidad de Emmy, tampoco el Oscar que ganó en 2018 con Roma, del que arrebataron su éxito con Greenbook. Steven Spielberg decía que "cuando te adaptas al formato televisivo, te conviertes en una película para televisión. Y, realmente, si eres una buena película, mereces un Emmy, pero no un Oscar".

Hollywood sigue siendo Hollywood a ojos del espectador, y a los suyos propios, y para ellos, Netflix jamás conseguirá posicionarse a su nivel.

Sin embargo, no hay que ser muy lúcido para saber que Netflix está ganando terreno gracias a sus ansias de expansión. A día de hoy, las plataformas streaming destinan sus recursos al fichaje de estrellas y directores con caché procedentes de la gran pantalla. Claro ejemplo es el idilio que mantienen Woody Allen y Amazon o la total participación de Adam Sandler en las comedias de Netflix, consiguiendo un éxito indiscutible.

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