Pintadas en color ocre y decoradas con formas ondulantes de inspiración vegetal al más puro estilo del arquitecto con el sentido innato de la geometría y el volumen, así como del máximo representante del modernismo catalán. Porque así era él. Con su capacidad imaginativa e intuición, Antonio Gaudí (Tarragona,1852 - Barcelona, 1926) proyectaba mentalmente la mayoría de sus obras antes de plasmarlas al papel. Unas veces las recreaba sobre maquetas tridimensionales y otras las improvisaba sin más, pero sea como fuere, por esas puertas, en su cabeza, y «sin que la naturaleza de los materiales ni sus condiciones de resistencia sean obstáculo que limite su libertad de acción», iban a pasar Roser Segimon, una empresaria miembro de la burguesía emergente barcelonesa de principios del siglo XX, y su segundo esposo, el abogado, industrial y político español, Pere Milà. Y así fue.

Cuando en 1905 Pere y Roser contraen matrimonio, atraídos por la fama del paseo de Gràcia de la ciudad condal, compraron una torre con jardín que ocupaba una superficie de unos 1.835 metros cuadrados. Le encargaron así al arquitecto la construcción de su nueva residencia con la intención de ocupar el piso principal y alquilar el resto de las viviendas: La Casa Milà, el edició que escandalizó Barcelona, hoy llamado popularmente «La Pedrera», que fue declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1984, y restaurado y abierto al público como centro cultural en 1996.

La construcción del edificio fue compleja, con problemas financieros y legales, y no estuvo exenta de polémica. Gaudí cambiaba constantemente sus proyectos para ir modelando el aspecto y estructuras del edificio, pero si algo quiso desde el primer momento, es que todas sus puertas fueran de roble, a lo que Segimon se negó. Acabaron siendo de pino, al son y melodía, igualmente, de las formas onduladas y vivas del resto de la obra maestra reflejo de la plenitud artística de Gaudí; aludiendo al mar, al oleaje sinusoidal y a motivos vegetales. Lo que ninguno de los dos pudo imaginar entonces es que cuatro de ellas, más de un siglo después, iban a ponerse a la venta en Wallapop, la plataforma española de compraventa de objetos de segunda mano, por un valor de 10.000 euros, 2.500 por pieza.

Imágenes de las puertas que podrían ser de Gaudí y que se venden en Wallapop.

Y es según ha dado a conocer el blog Salvem la Rotonda, un hombre llamado Francisco, de La Seu d’Urgell, en Lleida, ha puesto a la venta las puertas que, en la plataforma, «describe como unos objetos antiguos procedentes de La Pedrera» de madera trabajada en relieve, con detalles ondulantes, ritmos, curvaturas, ondulaciones y elipsis gaudinianos.

Tras la publicación del anuncio, mientras que la Fundación Catalunya La Pedrera, que gestiona el inmueble desde hace años, cuestiona la autenticidad de las puertas, uno de los mayores expertos en muebles del artista reusense, Luis Guellburt, no ha dudado de ella y asegura, que pese a su estado de conservación, hay detalles por los que se puede atribuir a Gaudí la autoría: «Fueron construidas en tiempo de Gaudí, por las molduras y por cómo están realizadas. Nadie se va a poner ahora a tallar una puerta que le costaría hacerla unos 5.000 euros, y luego pintarlas para que parezcan viejas y venderlas en Wallapop por 2.500 euros. Perdería dinero. De los muebles se han hecho copias, pero de las puertas nunca», explica Guellburt.

Tres de las puertas son macizas y mantienen el marco original de yeso, decorado con cuarterones y formas ondulantes de inspiración vegetal. Pero además, en dos se conservan los pomos ergonómicos similares a los creados por el arquitecto y los clavos que las fijarían a la pared y que indican que fueron retiradas durante una reforma. En este sentido, para Guellburt, las puertas ahora a la venta «estuvieron colocadas y pertenecieron a uno de los pisos de la Pedrera. Se arrancaron y podían haber acabado en un contenedor», algo que ya ocurrió con una treintena de puertas que ahora se conservan en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) y que fueron recogidas de un contenedor junto a la Casa Batlló.

Ya en el año 2019, la cátedra Gaudí depositó en el Museo del Diseño de la Pedrera otras cuatro puertas, dos marcos y fragmentos del parqué de la reforma del piso principal. Por todo ello, Luis Guellburt reclama que se cree una Fundación Gaudí para «proteger, cuidar, asesorar y controlar el patrimonio del arquitecto y las actuaciones que se hagan en él».