El diestro sevillano Morante de la Puebla puso este sábado a todos de acuerdo en la este año desconcertante Maestranza de Sevilla, impartiendo una lección magistral de arte y de valor con un muy exigente sobrero de Garcigrande, al que cortó las dos orejas más unánimes de toda la feria tras cortar una la tarde anterior a un ejemplar de Núñez del Cuvillo.

Después de irse ya con la espada de verdad a comenzar la imposible faena de su negado primero, y de verle recostado en la barrera mientras su cuadrilla se esforzaba en llevarle, de punta a punta de la plaza, a ese sobrero aquerenciado en las tablas contrarias, nadie más que él hubiera apostado por el suceso que estaba por llegar en unos instantes, según informa Paco Aguado [Agencia Efe].

Porque solo Morante había podido ver lo que aquel corraleado y rajado toraco podía dar de sí, que fueron unas temperamentales arrancadas de manso enrazado que el genio de la Puebla se dispuso a amainar desde el primer momento con unos ayudados por alto de sabor antiguo.

Manso o bravo, que de las dos maneras podría calificársele, el de Garcigrande puso a la pelea un altísimo nivel de exigencia, y también demandó un pulso certero para llevarle lo suficientemente sometido en el engaño, de cara a que no se remontara, pero no tanto como para que se aburriera y volviera a rajarse de una vez.

Y, con un derroche de valor natural y sin alardes, ese fue el equilibrio perfecto que sustentó la obra de arte de Morante, el decisivo y complejo entramado técnico que quedó oculto tras esa deslumbrante manera suya de torear con la más honda expresión, siempre con el pecho entregado y yéndose con él en el intenso trazo de cada muletazo.

Entre la antología, un cambio de mano por delante fue realmente sublime, por lo lento y saboreado

Alternó Morante las series con las dos manos, sin despegar nunca los talones de la arena, dado por completo en cada una de ellas y sin importarle las dudas y la amenazante forma de escarbar del toro en cada pausa, para que en cada vuelta a empezar todo volviera a fluir.

Entre la antología, un cambio de mano por delante fue realmente sublime, por lo lento y saboreado, y con una serie con la derecha ligadísima, de cinco pases y el de pecho pasándoselo por la faja sin solución de continuidad, la Maestranza literalmente bramó de entusiasmo.

La estocada, que cayó desprendida, dio paso, cómo si no, a esas dos orejas que, comparadas con la inmensa mayoría de las concedidas esta confusa feria de abril, cobraron el máximo valor en la bolsa de trofeos.

La corrida se abrió con la alternativa del joven diestro extremeño Manuel Perera, que, con un a todas luces insuficiente oficio para superar la prueba, no logró concretar sus inocentes deseos de triunfo en dos trasteos voluntariosos y desangelados, en los que además tuvo la suerte de librarse varias veces de un percance ante el toro del doctorado, que no paró de defenderse.

Antes de que Morante se colocara el birrete para sentenciar le feria, El Juli hizo una demostración de visible técnica para, jugando con alturas y espacios, alargar las sosas embestidas del tercero, pero después de la antología del sevillano, se limitó, consecuente, a cumplir el trámite con su segundo, tan seco como el resto de la desfondada corrida de Torrestrella.

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FICHA DEL FESTEJO:

Cinco toros de Torrestrella y uno de Garcigrande (4º), lidiado como sobrero al devolverse por flojo uno de los titulares. Corrida muy desigual de hechuras y variada de pelos, con un comportamiento muy descastado, sin fondo y ni duración, con algunos toros de aspereza defensiva. El sobrero, manso en los primeros tercios, rompió a embestir con temperamento y exigencia.

Morante de la Puebla, de verde pistacho y azabache: pìnchazo y media desprendida (ovación); estocada desprendida (dos orejas tras aviso).

El Juli, de caldero y oro: estocada baja trasera (ovación tras leve petición de oreja); estocada trasera (ovación).

Manuel Perera, de celeste y oro, que tomaba la alternativa: pinchazo y media estocada desprendida (ovación); estocada desprendida y descabellos (ovación tras aviso).

Perera tomó la alternativa con el toro "Barbacana", número 46, colorado ojo de perdiz, de 520 kilos.

Entre las cuadrillas, saludaron en banderilas Javier Perea y Antonio Vázquez, en el sexto.

Decimotercera y penúltima corrida del abono de la feria de Abril, con lleno de "no hay billetes" (unos 11.000 espectadores), en tarde calurosa.