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Las relaciones de Isabel II y España: del primo Juanito a bailar flamenco

Isabel II y su marido junto a los Reyes de España en Palma en 1998.

Isabel II y su marido junto a los Reyes de España en Palma en 1998. EFE

No vino demasiadas veces a España, pero aunque nadie lo sepa, las relaciones entre Isabel II y España han sido muy intensas, comenzando por las obvias conexiones familiares: recordemos que la reina Victoria Eugenia era princesa inglesa (nacida en Balmoral, nada menos) y que fue en el mismísimo palacio de Buckingham en donde conoció a su futuro marido, el rey Alfonso XIII. Dada semejante boda, Isabel II y Juan Carlos de Borbón eran primos. Pero no quedaba ahí la cosa: la reina Sofía, nacida griega, también era prima de Felipe de Edimburgo, también nacido griego. Por lo que las relaciones familiares eran bastante estrechas y, por lo que se sabe, muy cordiales.

De hecho, hay una anécdota bastante significativa al respecto: cuando la reina recibió en Buckingham una vez a los jugadores del Arsenal, se acercó un momento a Cesc Fàbregas, que entonces jugaba en el equipo (antes de ir al Barça) y le comentó que era muy amiga de "Juanito", como así lo llaman en familia. Ella, por su parte, siempre fue para los primos españoles "Lilibet", ese apodo cariñoso que se puso ella a sí misma de pequeña al no saber pronunciar Elizabeth, su nombre en inglés.

Espaldarazo a la democracia española

Pero hay mucho más: don Juan de Borbón, padre del rey Juan Carlos, se formó en la escuela naval de Dartmouth y se sabe que Dicky Mountbatten, tío de Felipe, dio unos cuantos consejos durante el exilio de la familia real. Cuando murió Franco y Juan Carlos fue coronado rey, uno de los pocos dignatarios internacionales que vino a la coronación en Los Gerónimos fue precisamente el duque de Edimburgo. Muchos líderes europeos rechazaron de plano asistir a la coronación de alguien que consideraban "el heredero de Franco", pero Isabel quiso tener un espaldarazo internacional hacia un país que, aunque pocos lo podían intuir entonces, iba a transformarse en una democracia más rápido de lo que muchos podían haber intuido.

Ella misma, años más tarde, vino personalmente a España. en 1988, un mes más tarde de que también lo hiciera la por aquel momento primera ministra Margaret Thatcher. Visitó Andalucía, Barcelona y luego pasó unos días en las Baleares. Es famosa la imagen de la soberana viendo bailar flamenco mientras Juan Carlos y Sofía intentaban explicarle qué eran las castañuelas y cómo funcionaban.

Que entre ellos se llevaran bien, sin embargo, no quiere decir que no tuvieran problemas. Fue muy sonado, por ejemplo, que Juan Carlos y Sofía no asistieran a la boda del príncipe Carlos y Lady Diana Spencer. Todo fue por un embrollo diplomático: días antes del enlace, cuando los entonces reyes de España ya lo tenían todo preparado y los trajes listos, se hizo público que los príncipes de Gales comenzarían su luna de miel (un crucero abordo del Britannia, el yate real) en Gibraltar, colonia británica. Al gobierno español le sentó tan mal que prohibió que los Reyes fueran a Londres a la boda.

Se sabe, porque la propia reina Sofía lo explicó a Pilar Urbano, que Juan Carlos llegó a llamar por teléfono a Lilibet para intentar mediar, pero que ésta, aunque apenada por lo sucedido, le dijo que no podía hacer nada. Eso sí, siempre diplomática, al cabo de unos días, Lilibet les escribió una carta diciéndoles que siempre serían bienvenidos en Inglaterra y que incluso tenían habitaciones esperándoles para cuando quisieran ir.

Diana y Carlos

Era el cariño que les tenía, un cariño que también se extendió al resto de la familia. Se sabe, por ejemplo, que tenía una gran simpatía por el entonces príncipe --y ahora rey-- Felipe. No es de extrañar que los invitara a un gran viaje de Estado y --honor máximo-- le permitiera al rey Felipe entrar en la Orden de la Jarretera, un honor reservado a muy pocas personas.

La relación entre ambas casas reales también ayudó a que Diana y Carlos pudieran pasar algunos veranos en Marivent, en Mallorca. En principio fue para promocionar el turismo británico en las islas (que ya comenzaba a despuntar fuerte), pero a nadie se le escapaba que Isabel II quería que su nuera y Carlos estuvieran arropados por personas cariñosas en un momento en que era vox populi que el matrimonio estaba roto.

Tanto, de hecho, que se sabe --por las memorias que publicó el guardaespaldas de la princesa después de la muerte de ésta-- que Diana aprovechó una de sus estancias en Marivent para decirle a su guardaespaldas que ella tenía una relación amorosa con James Hewitt. En las mismas memorias, por cierto, se recoge que a Diana el rey Juan Carlos le parecía "un sobón".

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