¿Qué artefactos acompañaban a Antonio Tàpies mientras pintaba?, ¿de dónde viene esa obsesión de Miquel Barceló con los cráneos? ¿Cuáles eran los objets trouvés de Joan Miró? Resulta muy apetecible curiosear entre las posesiones más raras de los grandes artistas de nuestro tiempo, investigar en sus obsesiones, descubrir sus fetiches y encontrar así sus influencias. Esto es lo que ha querido hacer la exposición Dioses, magos y sabios. Las colecciones privadas de los artistas de CaixaForum en Madrid.

"La muestra responde a la voluntad histórica de la entidad de generar conocimiento y sensibilidad hacia el arte más actual", indican desde la propia Fundación La Caixa. Diez artistas pertenecientes a la colección de arte contemporáneo de la fundación confecciona la base de una muestra inédita por su peculiaridad. Se trata de las colecciones particulares de Rosa Amorós, Miquel Barceló, Georg Baselitz, Luis Feito, Joan Hernández Pijuan, Manolo Millares, Joan Miró, Susana Solano, Hiroshi Sugimoto y Antoni Tàpies.

La intención es generar un diálogo cultural y personal sobre el proceso artístico de algunos de los miembros más destacados de la colección La Caixa. Pasiones, viajes y obsesiones que llegan a niveles de fetichismo, dibujando un recorrido alternativo a las influencias referentes principalmente hacia el arte primitivo y no occidental, de los grandes nombres que han marcado las tendencias contemporáneas.

Pocas veces los artistas descubren aquello que guardan en sus talleres o en sus casas. En esta exposición, el visitante accede a un espacio privado como una especie de voyeur privilegiado capaz de descubrir conexiones entre obras de arte y su relación con el pasado. Porque esta muestra va sobre coleccionismo, pero es sólo una excusa para indagar en el origen de las formas e ideas que inspiraron a sus propietarios.

La exposición parte de una gran pieza principal de Rosa Amorós en la que la colección y la obra se funden en una sola instalación artística con el nombre de Pathosformeln. Partiendo desde el tema de la fertilidad con terracotas y maternidades, pasando por máscaras y formas humanas, hasta terminar con referencias al ritual de la muerte (piezas de la cultura Maya, máscaras del Himalaya, una calavera de Nueva Guinea).

Justo enfrente queda el gabinete de curiosidades de Miquel Barceló. Una ecléctica acumulación de piezas anteriores a su viaje a África con referencias a la muerte. Cráneos de animales, dos vanitas de Basquiat y Ribera (Copia de San Pablo ermitaño) y un cuerno de narval (un imprescindible en los gabinites de curiosidades de mediados del XIX).

El recorrido continúa con la variopinta acumulación de objetos de Luis Feito, quien se define a sí mismo como "un acaparador, porque no busco las piezas, compro lo que encuentro". Figuritas Hopi compradas como souvenirs en Nuevo México se mezclan con unas inquietantes máscaras dan africanas. Todo lo contrario a Manolo Millares, cuya colección es una auténtica demostración arqueológica de la cultura guanche. Buscando en las raíces de su cultura, el artista conserva varias vasijas y un sudario perteneciente a la mortaja de una momia guanche.

Y mientras la mayoría de los objetos de la exposición sirven de inspiración para las obras de los artistas, en el caso de Joan Hernández Pijuan, no tienen nada que ver con una influencia directa, más bien son los objetos que encuentra los que buscan reconocerse en su trabajo. Su colección proceden en gran parte de culturas oceánicas, aborígenes australianas y africanas, aunque también cuenta con piezas arqueológicas chinas y fenicias, entre otras. A Hernández Pijuan pertenece de hecho la pieza más antigua de todas, un ánfora chino que se estima pertenece al 3.000 antes de Cristo.

Mirando hacia oriente se encuentran Joan Miró y Antonio Tàpies. En el caso del pintor surrealista, reunía objetos que le regalaban sus amigos. Se rodeó de objets trouvés, piezas de arte popular o las kachinas originales de los indios del oeste estadounidense. Pero lo que realmente compartió con Tàpies fue la fascinación por la caligrafía asiática, por su valor tanto estético como conceptual.

Aprovechando esta mirada hacia oriente, la muestra presenta en un espacio apartado, más oscuro e íntimo, la colección del fotógrafo Hiroshi Sugimoto, donde se exhibe la inspiración obtenida de su colección de objetos religiosos japoneses. En concreto, la serie Cinco elementos está inspirada en las estupas domésticas budistas de cinco anillos del siglo XIII.

La colección de Susana Solano está fuertemente ligada a sus frecuentes viajes, sobre todo a África y Asia, y constituye la materialización de las experiencias y sensaciones allí vividas. Su influencia en la obra de la artista es sutil y su huella es más bien conceptual. Destacan las máscaras africanas y una colección de reposacabezas etíopes a las que Solano les ve condiciones de esculturas portátiles.

Y al igual que la exposición se inicia con inquietantes y sugestivas referencias a la muerte. Como si de un ciclo se tratase, el recorrido finaliza con Georg Baselitz y sus maternidades africanas. Concluyendo un camino contenido en su esencia entre la vida y la muerte.

Termina así una visita que mezcla épocas, estilos, influencias indagando sobre los orígenes y obsesiones de algunos de los mejores artistas contemporáneos presentes en la colección La Caixa. En un juego por colocar obras de vanguardia junto a algunas de las formas más primitivas de expresión, el visitante puede observar cómo en esto del arte ya está todo inventado y que lo que no es tradición, es plagio.