Arte

Guido Reni, el pintor ludópata y "divino" que es venerado en el Prado

Del 28 de marzo al 9 de julio las salas A y B del edificio Jerónimos del museo acogen la mayor exposición temporal de la historia dedicada al artista barroco

Hipómenes y Atalanta, de Guido Reni

Hipómenes y Atalanta, de Guido Reni Museo Nacional del Prado

Admirado en vida en su Bolonia natal y reverenciado en la Italia y Europa de finales del siglo XVI y principios del XVII, cayó en el ostracismo en el siglo XIX. Guido Reni es, en palabras de Miguel Falomir, Director del Museo Nacional del Prado, uno de los pocos artistas en la tradición occidental que ha experimentado altibajos tan extremos en su "fortuna crítica".

Sin embargo, desde mediados del siglo XX su imagen se ha ido recuperando. Y ahora el Prado, casi 35 años después de la última gran exposición dedicada a este autor, lo ha traído de vuelta para que las nuevas generaciones lo revisiten, reinterpreten y revisen, con sus luces y sus sombras. 

La muestra es la apuesta más fuerte del museo para esta primavera. Está compuesta de 96 obras, 73 de las cuáles son de Reni y otras muchas que ahondan en la influencia que el maestro boloñés recibió y ejerció. En total son 71 pinturas, 12 dibujos, 11 esculturas, 1 libro y 1 cartón. Todas ellas se dividen en 11 salas distintas, que abordan los diferentes aspectos, épocas y estilos del autor.

La Asunción y Coronación de la Virgen (1602 - 1603)
David decapitando a Goliat (1606-1607)

Algunas de las obras son propiedad del Prado, que incluso ha restaurado varias de ellas para que luzcan en perfecto estado. Otras muchas, sin embargo, han sido cedidas para la causa. Hasta 44 instituciones y coleccionistas, de ámbito tanto público como privado y procedentes de diez países distintos, han colaborado con la exposición, que también cuenta con el apoyo de la Fundación BBVA.

"Esta exposición es extraordinaria, y ha sido muy difícil conseguirla. La guerra de Ucrania ha ocasionado problemas de transporte y nos ha llegado a nosotros de una manera que no esperábamos. Pero es una de las proyecciones más hermosas de los últimos años. Hoy es un día feliz para el Prado", aseguró Javier Solana, Presidente del Real Patronato del Museo Nacional del Prado, en una rueda de prensa de presentación celebrada este lunes. 

Piezas destacadas

Como principales obras cabe destacar el Triunfo de Job, una enorme pintura de 415 x 265 centímetros que sobrevivió a las llamas del incendio de Notre Dame y ha sido restaurada y cedida por el Ministerio de Cultura de Francia.

Otras piezas notables son la Inmaculada Concepción, propiedad del Metropolitan Museum of Art de Nueva York; Cleopatra, de The Royal Collection de Londres; Dibujo y Color, llegado desde el Louvre parisino o Salomé con la cabeza de San Juan Bautista y Magdalena penitente, procedente de la Galleria Nazionale d'Arte Antica de Roma. También está expuesta Baco y Ariadna, una pintura a la que se le perdió la pista durante 200 años y que fue recientemente localizada en una colección privada.

"Se pueden hacer lecturas más ligeras o profundas, pero hemos planteado cuatro líneas argumentales. La primera es clásica e irrenunciable, un recorrido por la vida y la evolución estilística del protagonista. La segunda es subrayar la importancia que la observación, el estudio y la representación del cuerpo humano tuvo en su arte. La tercera es el diálogo con la escultura, y la cuarta es la relación de este artista con España", explicó durante la presentación David García Cueto, comisario de la exposición y jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800 del museo.

La muestra recorre la estrecha vinculación que unió al pintor con su ciudad, Bolonia, y con Roma, donde se trasladó posteriormente. También la relación que tuvo con Caravaggio, uno de los máximos exponentes artísticos de la época, al que pasó de intentar emular a querer superar, bordeando el enfrentamiento con él y convirtiéndose en una especie de "anti-Caravaggio". Su influencia en pintores españoles de la talla de Murillo, Zurbarán o Velázquez es también uno de sus pilares fundamentales del recorrido.

Ludopatía y misoginia

Hacia el final de la vida de Reni se producen dos hechos que impactan de manera crucial en su obra y están igualmente reflejados en la muestra. Por un lado se agrava su ludopatía a las cartas y los dados, lo que le hizo entrar en pérdidas económicas importantes que, a su vez, trataba de subsanar pintando más obras, en muchas ocasiones nuevas versiones casi idénticas a otras que ya había pintado.

Esto explica que a lo largo de la exposición nos encontremos en varias ocasiones con dos o tres copias de pinturas expuestas juntas, pero fechadas en etapas diferentes. Es el caso de Atalanta e Hipómenes, que tiene dos versiones, una propiedad del Prado y otra posterior que se expone normalmente en el Museo di Capodimonte de Nápoles.

En esta ocasión, sin embargo, ambas lucen juntas, y aunque a simple vista parecen prácticamente iguales, durante la presentación el comisario de la exposición detalló que, a su juicio, hay "detalles en la elaboración de los pies y en las finuras de los rostros" que le llevan a pensar que la versión de su museo es de una "entidad ligeramente superior".

Sin embargo, la vejez y las prisas por vender para saldar sus deudas provocó que en los últimos años Reni dejara muchas obras inacabadas. Esa época coindice con un giro radical en su estilo, que se simplifica hasta el extremo. Desaparecieron las formas y los colores, que fueron sustituidos por la desmaterialización y una tendencia a la grisalia.  

Más allá de su brillantez y genialidad, algunas voces califican a Reni como un misógino. Lo cierto es que renunció a las relaciones sexuales y se le considera virgen, un rasgo que hoy en día se puede interpretar como "homosexualidad reprimida", pero que en su época fue visto como un acto "angelical", propio de alguien que "como su arte, no era del todo de este mundo", tal y cómo se explica en la exposición. 

Durante la presentación, preguntado al respecto, el comisario explicó que la separación entre obra y autor "es un debate constante en los museos", pero alegó que es un error "aplicar categorías éticas y morales del siglo XXI a una sociedad pretérita".

"Si pretendemos hacer esa lectura, tendríamos que partir de un contexto en el que la que hable sea la verdad histórica. Guido Reni fue tenido como un ser angélico, que tenía una visión absolutamente idealizada de la mujer, fuertemente arraigada a la cultura del humanismo y del barroco que parte con Petrarca", concluyó García Cueto.

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