Tras participar en series como Dime quién soy, Las de la última fila o Reyes de la noche, Itsaso Arana se estrena como directora. Lo hace justo después de cumplir 38 años y juntando a varias de sus actrices favoritas para reinventar a través de sus experiencias un cuento con princesas, un sapo, un río y un príncipe camarero.

De paso, aprovecha para hablar sobre el enamoramiento y cómo llevarlo a la pantalla, la mejor manera para declararse —o no— o el impacto que causó en ella ver a las mujeres de su familia en torno a la cama en la que falleció su padre. Este es el resultado de un rodaje fugaz en una casa de campo, entrevistas y un mimado guion escrito por la navarra.

La actriz llevaba cinco años sintiendo que quería rodar a su medida. "Varios elementos se conjugaron de una manera un poco alquímica y loca. Fue un impulso, pero muy meditado. Tuve la primera idea hace cinco años sin saber si quería hacer cine o teatro. A la vez, había una urgencia vital de que fuese algo fresco y, cuando supe que Bárbara Lennie estaba embarazada, sentí que había que hacerlo ya", explica a El Independiente.

El resultado es Las chicas están bien, una película producida por Los Ilusos, la compañía fundada por su pareja Jonás Trueba, con quien Arana ha colaborado artísticamente en numerosos proyectos. En ella, un grupo de actrices –interpretadas por la propia Itsaso, Bárbara Lennie, Helena Ezquerro e Itziar Manero– acuden a un entorno de ensueño para ensayar una obra de teatro. Y entre repeticiones, ejercicios de actuación y vestidos victorianos, surgen escenas y diálogos que parecen propios de un documental.

Díptico de vida y muerte

Esto se debe a que las actrices se interpretan a sí mismas en una metaficción para la que fueron esenciales las entrevistas previas de la directora con todas ellas. Esto lleva, por ejemplo, a dos de los momentos más emotivos de la película: cuando Itziar Manero habla de la muerte de su madre o cuando Bárbara Lennie lee una tierna carta para la hija que gestaba durante el rodaje.

Estas dos escenas forman, para la directora, "un díptico muy bello" e intergeneracional sobre el linaje femenino. Lennie, también durante la promoción de la película, cuenta con emoción que no puede esperar a enseñarle ese "regalo" a su hija, así como que será "muy pesada" con inculcarle su amor por el cine.

Por su parte, Irene Escolar, que viene de familia de actores y productores, cuenta la historia desde el otro lado y destaca cómo las películas sobreviven a los actores: ver a su abuela (Irene Gutiérrez Caba) en pantalla hace que la sienta especialmente cerca, aunque falleció en 1995.

Además, la ganadora de un Goya por Un otoño sin Berlín celebra al fin haberse estrenado con un personaje cómico en Las chicas están bien y asegura que espera poder volver a explotar lo antes posible su faceta más "gamberra".

Complicidad con Jonás Trueba

Este tipo de metaficción con el que las protagonistas no estaban familiarizadas se le ocurrió a Itsaso inspirada por alguna obra de teatro posdramático en la que los personajes se llamaban igual que los actores, así como por el cine de Trueba, quien dirigió a Arana en La virgen de agosto, el mejor retrato de un verano en Madrid.

"Jonás y yo tenemos sensibilidades complementarias, también una filosofía sobre el cine muy similar y una manera de ver el mundo en la que priman la horizontalidad y tolerancia. Él siempre hace personajes muy cercanos a los actores, aunque a unos centímetros del suelo", explica.

Para Bárbara Lennie, que también hace alusión a su infancia en Buenos Aires en el largometraje, esa apertura con la directora fue fruto de la confianza y de saber que tendría cierto control sobre el tratamiento que se haría de sus recuerdos.

Itziar Manero (Días mejores), que conocía a Itsaso gracias a su compañía de teatro, La tristura, se estrena en el cine con Las chicas están bien y adelanta que la seguiremos viendo en este tipo de proyectos. "El rodaje duró solo 17 días y convivimos en la misma casa de la película, para mí fue como un campamento. Me gustaría seguir haciendo cine de autor o de autora, que cuente cosas pequeñas desde miradas distintas".

La elección de Itziar para la película, como todo lo demás, no es casual. La directora cuenta que buscaba, tanto por el contraste como por ver su evolución, dos actrices más asentadas en la industria (Bárbara e Irene) y otras dos más nuevas (Helena e Itziar), aunque destaca de estas últimas su generosidad, su bagaje vital y una orfandad "sobrecogedora" para ella.

Para conformar su visión como creadora, además de unas evidentes influencias de películas "victorianas, sentimentales y femeninas" como Orgullo y Prejuicio y Mujercitas, producciones que Itsaso siempre sintió muy cercanas por venir de una familia con muchas mujeres, han sido esenciales otros directores contemporáneos que han tenido en ella un efecto "fertilizante".

Cita los nombres de Matías Piñeiro, Céline Sciamma y el propio Trueba como cineastas "amigables" que hacen que lo difícil parezca fácil y que sienta que hacer algo entre amigas puede convertirse en la película que ha hecho.

Un debut "transformador"

Muy cerca del estreno, que llega este viernes 25 de agosto, resume su debut como algo "transformador y enriquecedor" y confiesa que gracias a él ha descubierto que es mucho más fuerte de lo que creía. El contraste entre su fragilidad y su fortaleza está, asegura, en toda la película. Y se enorgullece de haber creado un ambiente de trabajo en el que todas tuvieran la confianza suficiente como para proponer y hacer objeciones.

Un rodaje "horizontal" atravesado de hilos conductores como la interacción con la naturaleza y el tono ligero que permiten hablar de temas que no lo son tanto, como la muerte. En esa línea, Itsaso menciona cómo la pérdida de un ser querido puede ser ese punto de inflexión para empezar a aprovechar la vida.

"Al sistema no le interesa la muerte, le da terror. Es una especie de sinsentido que en realidad le da sentido a todo. En este mundo tan timeless, individualista y despreocupado, la muerte nos iguala a todas. La sensación de mortalidad, sin ser solemne sino natural, da ganas de vivir, fuerza y ayuda a tomar conciencia de lo milagro que es que estemos aquí. Esa conciencia me ha revitalizado", concluye.