Salía en la televisión defendiendo el aborto, les decía que qué pasaba, que si las querían como perritos que pasear con correa. Criticaba como a las actrices se las quería calladas, se las quería endiosadas cuando esto suponía mentes ausentes.

A Delphine Seyrig (Beirut, 1932-París, 1990) su profesión se le complicó cuando decidió que ya era hora de dejar de ser solo una musa. Fue a principios de los setenta y con el mayo del 68 todavía muy presente. Comenzó una lucha junto con otras actrices que consideraron que aquello había que cambiarlo, que vieron su fuerza como algo positivo para un movimiento feminista completo.

Es todo el trabajo que realizaron, con un grupo al que terminaron llamando Las insumusas, el que ahora recoge el Museo Reina Sofía. Musas insumisas. Delphine Seyrig y los colectivos feministas en Francia en los años 70 y 80, que se podrá visitar hasta el 23 de marzo, cuenta la historia de estas feministas que tuvieron gran importancia en las décadas de los 70 y los 80 y que vieron el vídeo como la mejor plataforma de expresar y de llegar.

Comisariada por la escritora Nataša Petrešin-Bachelez y la historiadora del arte Giovanna Zapperi, la muestra"explora la intersección entre el cine, el vídeo y el feminismo en Francia a partir de la singular figura de Seyrig", aseguran.

Ella, que había conseguido bastante popularidad años atrás participando en películas de Francois Truffaut, Alain Resanis o Luis Buñuel, que había sido la imagen de esa mujer etérea, diosa; se había conciencia de aquel "sexismo estructural" que se vivía en el cine.

Luchando en aquellos años de temas tan actuales como la prostitución, el aborto...

"Se convierte en activista y se une a otras mujeres que quieren documentar y participar en el movimiento. Formaron un grupo y participaron muy activamente desde una posición privilegiada que les daba un altavoz para ser escuchadas", aseguran las comisarias. Todas dentro del mundo cinematográfico, todas hablando en aquellos años de temas tan actuales como la prostitución, el aborto, el feminismo dentro de las instituciones... querían un movimiento transversal que rompiera fronteras, razas y clases.

El grupo duro eran cuatro y sería gracias a Carole Roussopoulos, que consiguió una Portapak casi a la vez que Jean-Luc Godard, a la que empezaron a introducir el vídeo como arma en su activismo. Junto a ellas, también Ioana Wieder y Nadja Ringart. Tal y como explican las comisarias, "sus películas se insertan en un contexto en el que las nuevas tecnologías del vídeo portátil estaba en su mayor parte en manos de las mujeres que se habían apropiado de ellas en lo que era un gesto de desobediencia y emancipación".

Delphine Seyrig y Ioana Wieder, en 1976.

Todas con una "reflexión crítica en torno a la construcción de la feminidad a través de los medios audiovisuales, con la exploración de los roles sexuados, la mirada femenina, el cuerpo como herramienta de lucha y resistencia", añaden.

Pero no sólo hablaban y luchaban a grandes rasgos. Bajaron hasta abajo. "Se involucraron por las prisioneras políticas, por los derechos de las trabajadoras sexuales, por el aborto, contra la tortura".

Ella fue la cabeza más visible. La que más habló en público. Incluso en un programa de televisión con tres hombres debatiendo les recriminó su posición en contra del aborto, en aquel tiempo prohibido en Francia, y rechazó su trato a las mujeres considerándolas "perritos para sacar a pasear".

También actuó así a la hora de trabajar. Varias veces pidió para las películas en las que participaba visiones más feministas, alejarse un poco del machismo que seguía caracterizando los guiones y que daba papeles menos complejos a mujeres que a hombres. Eso le costó que algunos actores se negaran a trabajar con ella, incluso que algunos directores dejasen de contar con Delphine como actriz.

Calladita estás más guapa

En 1976 refleja todas estas trabas a través de otras actrices. Reúne a 24, a Jane Fonda, Maria Schneider, Marie Dubois, Juliet Berto, Anne Wiazemsky; entre otras y recoge sus testimonios en Calladita estás más guapa, "una reflexión acerca de la tendencia de la industria cinematográfica a restringir la capacidad de acciones de las mujeres dentro de unos parámetros establecidos".

A partir de entonces su papeles cambian. "Cada vez tenían mayor conciencia feminista y ahondaba en las complejidades de las experiencias de las mujeres. Los papeles que interpretó en películas de Duras y Ottinger le ofrecieron la posibilidad de abordar una serie de papeles de mujer que cuestionan la pasividad en la que suele estar atrapada la estrella femenina".

Además, como bien se refleja en esta exposición, no sólo tenían una visión feminista sino también histórica. Las insumusas crearon en 1982 el Centro Audiovisuel Simone de Beauvoir. Se trata un archivo dedicado a documentar las luchas de la época, como la autonomía sexual, el derecho al aborto, o el trabajo sexual. Querían que las siguientes generaciones fuesen conscientes de lo que ocurría y, sobre todo, de como ocurría.