En la esquina de Hermosilla con Claudio Coello se venden bolsos, pantalones y bikinis en una de las tiendas más concurridas del barrio Salamanca. Ocupa varias plantas de este edificio que fue uno de los primeros art deco en Madrid y se trata de una firma que pertenece al gigante sueco H&M de la que no para de salir y entrar gente.

No hay ni fuera ni dentro nada que indique que en aquel lugar se desarrolló por primera vez una de nuestras tragedias más sonadas, que en aquella entreplanta que ahora está llena de pintalabios, sombras de ojos y pendientes se subió al escenario un Federico García Lorca eufórico acompañado por unos aplausos que duraron varios minutos.

Fue hace hoy 90 años, el 8 de marzo de 1933, cuando el poeta granadino presentó en este mismo lugar su obra Bodas de sangre. Él había elegido este teatro, el Infanta Beatriz, que en aquel momento hacía de coliseo y de cine y que se encontraba a pocos minutos andando de la que fue su casa durante tres años en la capital. Aquella representación le dio alas a él y al lugar, al que desde ese momento acudieron muchos dramaturgos buscando parte de aquel éxito, intentando contagiarse de aquella suerte.

Se trataba de un edificio bastante nuevo, diseñado por Eduardo Sánchez Eznarriaga, que había llamado la atención hasta de la prensa por su estilo y por el tipo de viviendas de lujo que iba a albergar. El arquitecto, que ya había proyectado el Teatro Alcázar o el Casino Militar de Madrid, había presentado el proyecto en 1923, con un presupuesto para el teatro de 1.8000.000 pesetas y pensando en un aforo de 800 personas, tal y como explican en la página especializada Los cines de Madrid.

Eznarriaga no vio jamás el edificio construido ya que murió un año después de presentar los planos al Ayuntamiento de Madrid y fue Eduardo Lozano Lardet, su alumno, el que terminó el trabajo en aquel solar que pertenecía, entre otros, a Francisco Diez de Rivera y Casares.

El día de la inauguración acudieron los reyes de España, Alfonso XIII y su mujer Victoria Eugenia y, tal y como contaron los periódicos de la época, no cabía ni una persona más. «Hoy se inaugura este aristocrático teatro. Esta noche se congregará en la elegante sala del nuevo coliseo del barrio de Salamanca el ‘todo Madrid’ de las fiestas de arte. El pistoletazo de salida al teatro es El amigo Teddy, con los actores Vilches e Irene López Heredia», se puede leer en el ABC de aquel día.

La compañía acertó a dar el tono de misterio y de augurio que se propuso el autor. Prosa y poesía a partes, y ambas llenas de esas metáforas arbitrarias, cálidas y valientes, matizadas de sensualidad y aromosas de olores de pueblo"

Pero su gran día llegó ese 8 de marzo, tal y como refleja ese mismo periódico en su edición del día siguiente. «En este cañamazo recio y duro copio de ambiente rural, va bordando una acción de amor, de amor con mal fario, la prosa y la poesía de García Lorca. Prosa y poesía a partes, y ambas llenas de esas metáforas arbitrarias, cálidas y valientes, matizadas de sensualidad y aromosas de olores de pueblo y de campo, de sol, y de hierba, que constituyen su obra total», escribía el crítico teatral de la época que añadía que «la compañía acertó a dar el tono de misterio y de augurio que se propuso el autor. Josefina Díaz de Artigas, que interpretó el papel de la novia, estuvo admirable: más en el final del acto tercero. Manuel Collado hizo el novio rudo, con magníficos detalles de observación, que, en ocasiones, despertaron murmullos admirativos. Pero lo más valioso en la interpretación correspondió a Josefina Tapias, que en el papel de la madre del novio tuvo momentos de la emocional grandeza que pide la obra trágica».

Desde aquella primera vez hasta hoy, ya conocen la historia. La obra ha sido representada miles de veces en cientos de teatros. Es una de las más conocidas de Lorca y una de las más representativas de nuestro teatro del siglo XX. Ha llegado al cine, la primera vez con Margarita Xirgu, se estudia el caso en el que se basó como si fuera patrimonio nacional y fue la que abrió la puerta a Yerma y La casa de Bernarda Alba.

El edificio donde nació aquel milagro dejó de ser un teatro en 1990, después de casi 70 años. Fue el diseñador y arquitecto francés Philipe Starck quien se encargó de renovarlo y transformarlo en uno de los restaurantes más llamativos y conocidos de Madrid, el Teatriz, que tras años de éxito cerró sus puertas en 2014 dando pasó a la cadena sueca.