Cuando el Covid nos azotó con fuerza y la posibilidad de una vacuna comenzó a llenar portadas de periódicos, en Huesca empezaron a fabricar jeringuillas para los millones de dosis que iban a tener que ponerse en España. En la localidad de Fraga duplicaron el trabajo que llevaban haciendo desde que a principios de los años setenta el diseño de un español cambiara el mundo y la sanidad.

Ese hombre se llamaba Manuel Jalón (1925, Logroño- 2011, Zaragoza), es uno de los cinco inventores españoles que recogía la enciclopedia Encarta (Microsoft), y hoy se le considera el español que más vidas ha salvado en el mundo. Fue el inventor de la jeringuilla desechable, instrumento sanitario que consiguió que las infecciones dentro de los hospitales disminuyeran, que ayudó a la vacunación a bajo coste y que evitó, en cierta manera, que la ola de contagios a través de las jeringuillas en la época de la heroína fuese algo más leve de lo que podría haber sido. También, la que ha permitido que la pandemia sea algo del pasado.

Pero aunque su idea era brillante, estos cambios no podrían haber sido posibles si su diseño no hubiera encontrado financiación, si él no hubiera tenido el dinero necesario para investigar, y esto ocurrió gracias a la fregona. Jalón inventó la fregona a mediados de los cincuenta tras pasar unos meses como miembro del Ejército del Aire español en Estados Unidos, –había sido el piloto más joven de España de vuelo sin motor con solo 16 años y acabó siendo comandante– y ver cómo limpiaban los aviones con una bayeta pegada a un palo.

Fue un diseño del que podríamos decir que también "es bueno para salud, por su contribución a la higiene y por hacer más ergonómica una tarea que antes se hacía de rodillas". Bueno para la salud y para las cuentas de la empresa Manufacturas Rodex S.A., de la que Jalón fue responsable durante 30 años, que había creado para su distribución y cuyo dinero le permitió investigar meticulosamente y crear la jeringuilla desechable. Su diseño y todo lo que provocó lo recoge Ramón Úbeda en el libro El diseño es bueno para la salud, resultado de la exposición homónima que se ha podido ver en el MuVIM de Valencia, que narra cómo la sanidad ha ido evolucionando gracias a inventos como el del logroñés y que el formato a veces ha sido incluso más importante que la ciencia a la hora de proponer soluciones a problemas sanitarios.

Como cuenta Úbeda, Jalón se basó en un invento anterior más rudimentario que se creó a mediados del siglo XIX. "Las primeras jeringuillas fueron de metal y en 1866 aparecieron las de cristal. Permitían al practicante ver lo que estaba inyectando, pero también había que esterilizarlas después de usarlas". Por eso, cuando el veterinario y farmacéutico neozelandés Colin Murdoch ideó la primera desechable en 1956 para vacunar a los animales se abrió una posibilidad para su uso en humanos, aunque hubo que esperar 8 años, hasta 1964, para que entraran en el mercado aunque no cómo las conocemos ahora. "El mérito de Jalón fue introducirlas en España en 1973, perfeccionando su diseño con un émbolo que no se atascaba y facilitaba su posterior destrucción, con lo que evitaba la reutilización", explica Úbeda.

Úbeda también habla de la importancia que tuvo para este invento que se pudiese invertir en él. "Se dedicaron entonces 200 millones de pesetas para construir una fábrica en Fraga (Huesca) que se llamó Fabersánitas Industrial, inaugurada en 1979. Al cabo de poco tiempo las exportaban a 80 países, demostrando con ello que invertir en la sanidad a través de un acertado diseño, además de tener un buen fin, puede ser también un negocio rentable", añade.

"La primera jeringa cambió considerablemente la medicina permitiendo inyectar o aspirar líquidos del cuerpo su fabricación de metal o de vidrio provocaba la necesidad de la reutilización"

Un negocio rentable porque aunque la primera jeringa cambió considerablemente la medicina, permitiendo inyectar o aspirar líquidos del cuerpo, su fabricación de metal o de vidrio provocaba la necesidad de la reutilización. Y aunque se esterilizaban tras usarlas con cada paciente, las prisas, la mala praxis o los errores humanos provocaban que las infecciones pasasen de una persona a otra, por lo que se calcula que el diseño de Jalón salvó cientos de miles de vidas. Y que también aportó millones de las pesetas de entonces a sus dueños, que en 1986 la vendieron a la empresa Becton Dickinson.

Ahora, del invento de Manuel Jalón se calcula que se fabrican diariamente en Huesca veinte mil unidades. "El diseño ha sido siempre una herramienta para avanzar en la sociedad y lo seguirá siendo. En todas sus disciplinas, desde la industria hasta la arquitectura, se dan muchos ejemplos que sirven para poner en valor esta actividad creativa desde lo fundamental, nuestra salud, que está en el otro extremo de lo decorativo y accesorio. En el pasado, en el presente y en el futuro, la ciencia y la medicina seguirán avanzando con la ayuda imprescindible de la tecnología y el diseño", sentencia Úbeda en su libro.