José Castedo Carracedo nació en Madrid el primero de mayo de 1914. Tras la Guerra Civil española, en la que se desempeñó como lugarteniente y perdió un ojo, Castedo fue refugiado político en Francia. En 1964 se trasladó a China para ejercer como profesor de español en la escuela anexa del Instituto de Lenguas Extranjeras que el brigadista internacional David Crook había ayudado a poner en marcha en pleno auge maoísta. En 1979, tras la muerte de Franco, Castedo regresó a España y falleció en 1982.

Después de vivir la Guerra Civil española y la Revolución Cultural, Castedo fue todo un personaje que gozó de un amplio reconocimiento en China, donde formó a toda una generación de diplomáticos, traductores, profesores e intelectuales en años duros y difíciles. Por sus méritos, fue reconocido a instancias del embajador Felipe de la Morena con la Cruz de Caballero de la Orden de Alfonso X El Sabio, siendo el primer español que goza de este reconocimiento por su apreciada valía pedagógica y autodidacta en China.

¿Qué llevó a Castedo a abandonar España? La hipótesis más obvia tiene que ver con sus convicciones republicanas y antifascistas. El clima de posguerra se le habría hecho insoportable hasta el punto de dejar atrás a su familia, su esposa María de las Nieves (quince años más joven que él, con la que contrajo matrimonio en 1951) y su hija, Anabel, nacida unos años más tarde. Supuestamente, se encontraban en secreto en Francia, donde Castedo pudo obtener la condición de refugiado político con el aval del ex ministro español Julio Just, permaneciendo en el país galo hasta el 64, cuando se trasladó a China. Otra hipótesis, refrendada por sus colegas chinos, es que, encarcelado después de la guerra, se vio obligado a abandonar España, huyendo a través de los Pirineos, tras estar implicado en un atentado fallido contra Franco. En uno y otro caso, las razones políticas se esgrimen como causa esencial. 

¿Suicidio o envenenamiento?

En aquellos años, Castedo y su esposa sobrevivían a duras penas acogidos en casa de su suegra. Ya entonces era grandote y lidiaba con una úlcera de estómago de esas que hacen época y que no le abandonaría ni en China. Su trabajo en el cine como ayudante de dirección, con encargos esporádicos, no daba para comer. Tampoco su pasión por la fotografía.

En la misma línea, tres años después de su regreso a España sobrevino su trágica muerte en 1982. La versión más socorrida es que se suicidó debido a la inadaptación a su país de origen tras cuarenta años exiliado y la incapacidad para rehacer su vida con un mínimo de holgura. La partida de defunción no aclara suficientemente este extremo, aludiendo lacónicamente a un "fallo cardiorespiratorio". Una segunda hipótesis abunda en el envenenamiento intencionado que podría atribuirse a grupos franquistas que habrían detectado su presencia en la España de la transición. O quizá chinos, dicen otros. Un libro misterioso –e inencontrable– ahonda en el enigma. Su esposa María de las Nieves, que fallecería en 2001, tenía al parecer un informe de autopsia que apuntaba a una asfixia por envenenamiento. 

Militancias y derrotas

El implacable hostigamiento y la necesidad de procurarse medios de subsistencia habían llevado a María de las Nieves, sin la militancia política de su marido Pepe, a buscarse la vida fuera de España. Viviendo en Roma, Ginebra o Estrasburgo, formando parte del equipo del embajador José María de Areilza, confesaba lo duro que le había resultado resistir las presiones que al parecer le acuciaban para hacerla hablar sobre el paradero de Castedo.

Con su fardel atestado de militancias y derrotas, desubicado en España y sin lugar ya en la China de la reforma de Deng Xiaoping, Castedo pasó sus últimos días entre el abatimiento y la nostalgia. 

Sus cenizas reposan con las de su esposa en un mismo columbario compartido del cementerio madrileño de la Almudena con una inscripción: "Acaso el amor puede tener aquellos seres que todo marco exceden", fragmento de un poema del sevillano exiliado en México Luis Cernuda, "Pasatiempo", incluido en Con las horas contadas (1956), que abunda en la soledad de la ausencia como argumento poético. Una decisión de su hija Anabel, que quería verlos, por fin y para siempre, juntos, acompañándose el uno al otro.