Decir “inocente” al lado del nombre de una de las mujeres más importantes de la Historia del pop español implica dejar claro que no se hace por dictar sentencia sobre sus contenciosos con el resto de españoles y nuestras arcas públicas, que de eso ya se encargó la Justicia hace más de siete años. Si ni siquiera Bertín en su sofá se atrevió a sacar el tema…

Es bueno dejar claro que tampoco está el adjetivo ahí gracias a ese halo santo de haber recibido por parte del público el papel de ser la pacificadora del grupo musical de nuestra vida. Si bien es cierto que sus mediaciones fueron la clave para que no se disolviese antes, ser profesional e inteligente no significa elevarse a los altares o pecar de ingenuidad. No es el caso. Bien es cierto que fue ella la que agarró a los dos hermanos y los sacó del escenario en medio de los premios Amigo, tras el anuncio unilateral de disolución por parte de José María Cano en directo. Tuvo arrestos a pesar de que, como ha dicho después, en ese momento “se le cayó el mundo”. Siempre ha estado ahí, lidiando en un escenario con salidas de tono, y no siempre con las de sus antiguos compañeros de grupo. Desgraciadamente, tuvo también que vérselas con las que tuvo su agotada voz, en aquella gira esclava de 1992. Las marcas patrocinadoras, con coche Mecano y todo, y los inimaginables entonces negocios que arrastraba esa gira, la tenían atada a un micrófono y a cientos de escenarios. Por cierto, preciosa la reacción de un público de los que ya no quedan, cuando éramos nosotros los que llenábamos los versos a los que la madrileña no llegaba. Su actitud ayudaba. Y nosotros, que ahora somos más exigentes.

Descartados los motivos jurídicos e históricos del empleo de la expresión “inocente”, diré que se trata de una de esas curiosidades que aparecen de vez en cuando en las entrevistas, pero que no siempre se menciona. Evidentemente al lector no le hacen falta muchas pistas para deducir de qué va, sabiendo el día que es hoy.

Siempre ha estado ahí, lidiando en un escenario con salidas de tono, y no siempre con las de sus antiguos compañeros de grupo

Aprovechemos, pues, la efeméride para recordar algunos detalles de su vida y milagros, que también los ha habido. Ser madre a los cuarenta y cinco no lo es ya para la ciencia, pero llama la atención, claro. Sobre todo porque no tiene especial interés en contar su vida, y no lo hizo público hasta que fue imposible disimularlo. Ni siquiera cuenta demasiado en sus redes sociales, que claramente están enfocadas, en todos los sentidos, como si de una portada promocional se tratase. Pasamos pues de mencionar su matrimonio con Rafa, ingeniero de sonido cordobés, su conocidísimo accidente junto a Esther Arroyo, y lo típico de lo que siempre se habla. Jara, su hija adolescente, ha heredado esa discreción. Poco o nada se sabe de ella.

No estaría de más poner en valor algunas características de esta artista que no son muy propias del sector: capacidad de trabajo, sentido común, compromiso, buen oído musical (según los especialistas, es perfecto), y hasta saber imponerse hasta la tozudez en alguna ocasión, cuando cree fervientemente que toca. Por un lado, a la industria musical para que una canción (Mujer contra mujer) saliera de una vez en un disco, aunque fuera con un álbum de retraso. Y por otro lado, al resto del grupo cuando cantaba las letras en masculino, despersonalizando su interpretación y haciendo que fuera el verdadero autor quién las dijera, aunque ella pusiera su voz aguda, femenina, y aquel grácil cuerpo saltarín.

Ana Torroja Fungairiño será nieta de nobles y sobrina de fiscales, pero también emprendió la carrera de ciencias económicas y la dejó por otra musical, que todavía no ha acabado. Dimos fe en Nochebuena.

Hoy cumple 62 años la mujer cuya voz nos ha recordado siempre algo que ocurre cada año, tres días después de su aniversario: que los españolitos, aunque sea por una vez, hacemos algo a la vez.