Recomendar a todo el mundo la dieta mediterránea es como decir que el mismo factor de protección solar protege a todos por igual de la radiación. Porque los 20 minutos de exposición al sol que a alguien de piel negra no le harían ningún daño pueden ser muy negativos para un sueco. “La diferencia es que el color de piel se ve a simple vista y la susceptibilidad genética no, pero ambas influyen igual”, explica Dolores Corella, investigadora y jefa de grupo del CIBEROBN, el área del Instituto de Salud Carlos III que estudia la obesidad y la nutrición.
Corella lleva 25 años estudiando la nutrigenómica, la ciencia que se ocupa del altísimo potencial que tiene la alimentación para mejorar nuestra salud si la adaptamos a la predisposición genética de cada persona. Esto es, seguir una dieta a la medida de nuestros genes.
La nutrigenómica estudia el altísimo potencial de la alimentación para mejorar nuestra salud si la adaptamos a nuestros genes
Si las dietas milagro ya estaban más que denostadas, esta ciencia pone en duda hasta los beneficios de la dieta mediterránea. Al menos en general, porque según indica Corella, “la dieta mediterránea es beneficiosa en general pero para aproximadamente un 10% de la población, a la que le resultará mala por exceso o defecto de algunos nutrientes”.
Que las recomendaciones generales se están quedando obsoletas es algo en lo que coincide José María Ordovás, director del laboratorio de Nutrición y Genómica en el USDA-Human Nutrition Research Center on Aging en la Universidad de Tufts en Boston e investigador Senior en el CNIC y en el instituto IMDEA Alimentación en España. “Las recomendaciones generales son inexactas y cambiantes, lo que un día es bueno al siguiente no lo es. La nutrigenómica es personalizada para cada persona y ahí está su potencial”, afirma.
Genómica y epigenómica
Gracias a la secuenciación del ADN humano, los científicos cada día conocen más cómo las mutaciones de genes (o poliformismo genético) predispone o protege del desarrollo de enfermedades. “Viendo el genoma de alguien podemos saber si tiene más o menos riesgo de obesidad, diabetes, colesterol alto, cáncer o enfermedades neurodegenerativas y lo que la nutrigenómica estudia es la interacción de la dieta y cómo esta nos puede ayudar a minimizarlo, prevenirlo o evitarlo”, explica Corella.
La científica explica que los estudios se basan en la genómica, que estudia las mutaciones en la base de los genes (alteraciones ininmutables) pero también la epigenómica. “En este caso, se estudian las metilaciones, que son alteraciones que afectan al gen por encima de la base y que son más dinámicas, por lo que incluso se pueden modificar según la dieta que sigamos”, apunta Corella.
Las metilaciones, que ahora se estudian para otras enfermedades, están muy validadas en el tabaco. Según explica la investigadora del CIBEROBN, a través del análisis forense de una persona puede verse, según sus metilaciones, si fue fumador hasta su muerte o incluso si lo había sido en el pasado. “Esto ahora lo estudiamos por ejemplo en el bebé, se pueden ver herencias a través de sus metilaciones de cómo fueron la dieta de su madre o su abuela”.
Estas mutaciones o metilaciones son las responsables de la predisposición a enfermedades y lo que los científicos están descifrando son los nutrientes que interfieren con cada una de ellas.
¿Cuánto se sabe de la interacción nutrientes-genes?
Aquí los expertos se muestran cautos. El abanico de frentes abiertos es amplísimo y cuanto más se investiga, incide Corella, “más se sabe de lo complicado que es y lo mucho que queda por averiguar”.
Ordovás, que se encuentra en España participando en el encuentro Project Gastronomía: hacia la Gastronomía Personalizada 2050, organizado por el Basque Culinary Center, subraya que hasta ahora los estudios que se han realizado han sido observacionales: “Tenemos investigaciones que abarcan a miles o incluso cientos de miles de personas de las que conocíamos su genoma, enfermedades y lo que nos dicen que comen. Así hemos podido averiguar que si come este alimento tiene más predisposición a ser obeso o si come otra cosa, a la diabetes… pero este tipo de estudios dejan cierta incertidumbre porque has de creer en la palabra del individuo”.
Por eso, el siguiente reto, según Ordovás, es la implementación de más estudios clínicos. “Es importante avanzar en este tipo de investigaciones que certifiquen con mayor precisión los efectos de las distintas dietas”.
Perder peso cuatro veces más rápido
Aunque sólo es uno de los objetivos que se pueden conseguir si adaptamos la dieta a la genética, los regímenes orientados a la pérdida de peso también pueden cambiar de forma radical respecto a cómo los entendemos ahora.
“La diferencia entre hacer una dieta a ciegas y una basada en el genoma es espectacular. Se puede perder peso fácilmente cuatro veces más rápido pero no sólo eso, sino que lo haremos de forma saludable y segura, sin efecto rebote y sobre todo de una forma en la que conseguiremos mejorar la salud”, indica Ordovás.
Corella coincide y afirma, además, que los resultados se amplificarán gracias a que la eficacia está ligada a la adherencia a la dieta: “La gente se motivará más y será capaz de seguir la dieta, ya que muchas veces, cuando la gente no obtiene resultados, tira la toalla”.
La genómica nutricional también está poniendo el foco en cómo conseguir que la gente siga las dietas. “Se está estudiando también el porqué a algunos nos gusta más lo dulce y a otros lo salado con el objetivo de integrarlo en las recomendaciones y en la educación nutricional. Porque no a todo el mundo le supone el mismo esfuerzo realizar una dieta”, añade la investigadora.
Los test nutricionales, ¿un timo?
“Hace 10 años sí se puede decir que eran un timo en general porque lo que ofrecían era falso. Hoy por hoy existe un conocimiento de base a través del que se pueden ofrecer recomendaciones generales”, avanza Corella, que sin embargo coincide en que “son muy primitivos, incompletos. Las empresas han pasado de vender humo a ser muy cautas, por lo que la información que ofrecen no da precisión y deja a la gente, en general, insatisfecha”.
Corella explica que los test de los que actualmente es posible “fiarse más” son aquellos más específicos
Corella explica que los test de los que actualmente es posible “fiarse más” son aquellos más específicos, como los de intolerancia a la lactosa, ya que se basan en evidencias científicas más consolidadas. Sin embargo, la experta dice que “la mayoría de los que se comercializan con mucho marketing no tienen base suficiente”.
Ambos expertos recomiendan prudencia a la hora de decantarse por uno de estos test. “El problema es que la sociedad está ávida de que le demos soluciones y por eso la nutrigenómica va un poco sin oxígeno”, advierte Corella. Ordovás, por su parte, afirma que, si queremos comprar un test nutricional, nos fijemos “en que esté avalado por un profesional de la nutrición que al menos nos ayude a interpretarlo”.
Así serán los test del futuro
En un futuro que los científicos dicen que es difícil estimar – aunque Ordovás cree que serán “más precisos y asequibles en dos años”-, los test nutricionales sí nos ofrecerán un menú del día según lo que necesiten nuestros genes.
“Los test podrán ser mucho más específicos, hasta el punto de si nos conviene tomar más lechuga y menos tomate. También nos dirán si nos conviene cocinar con aceite de girasol o mantequilla o cómo debemos distribuir las comidas. Porque el dicho de desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo tampoco es válido para todo el mundo”, destaca Ordovás, que indica que las recomendaciones especificarán también, por ejemplo, qué probióticos le vienen mejor a nuestro organismo.
El potencial sobre las enfermedades y la longevidad
Cuando se habla de nutrición se piensa en la pérdida de peso –no en vano la obesidad es una de las grandes pandemias del siglo XXI-, pero la nutrigenética avanza en otros muchos campos que abarcan otros aspectos de la salud.
“El potencial es altísimo con la obesidad, que junto con la diabetes están creciendo y suponen factores de riesgo para otras enfermedades, pero no son las únicas”, incide Ordovás. La relación con las enfermedades neurodegenerativas, con el cáncer o con la longevidad son campos en los que la nutrigenómica está avanzando también y que permitirán en un futuro adaptar asimismo la dieta.
Ejemplos son algunas enfermedades monogénicas –en las que influye un solo gen– para las que la dieta ya se utiliza como un freno al desarrollo. “Uno de los casos más claros es el de la fenilcetonuria. Es una alteración genética que provoca grave retraso mental y que se basa en la carencia de una enzima capaz de digerir la fenilananina, un aminoácido que si no se digiere daña las neuronas”, explica Corella. “Aquí la genómica ya está avanzada y la prueba del talón ya incluye la información sobre esta enzima. Así, los niños que presentan esta alteración genética reciben una dieta restrictiva en fenilananina –que se encuentra básicamente en la proteína animal– y se puede evitar o al menos minimizar ese retraso”, añade.
En otras enfermedades hay estudios, como es la relación entre el desarrollo del autismo y las dietas con gluten, aunque aún no existe suficiente evidencia al respecto. “En estos casos tenemos que ser mucho más prudentes, porque lo importante es continuar con las investigaciones pero no podemos ofrecer recomendaciones hasta que no exista base científica suficiente”, asevera Corella.
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