Que la desescalada no te engañe, nuestro papel en la pandemia no ha terminado con la salida del confinamiento. Seguimos siendo muy importantes en la solución de la crisis sanitaria. Así lo consideran los epidemiólogos, especialmente tras lo que revelan los primeros datos de la tasa de seroprevalencia. Esto es, las personas que han pasado la enfermedad entre la población que, en el mejor de los casos, todo apunta a que no superan el 20% de los ciudadanos. A la espera del macroestudio de seroprevalencia que lleva a cabo Sanidad, Fernando Simón ha asegurado que no se espera muy alto.

“Si la prevalencia actual es un 10%, un 15% o un 20%, realmente es baja. Eso significa que hay mucha gente que no ha pasado esta infección y estaría desprotegida”, explica el epidemiólogo Joan Caylà. Sólo estarían protegidos los que han pasado la enfermedad. “Los casos de reinfección, se cree que es una cosa rara, la gente que lo ha pasado tiene una probabilidad muy baja de volverlo a pasar”, explica.

Son los ciudadanos los que más pueden hacer por reducir al máximo los tiempos, al primer síntoma: parado en seco en casa y aislarse de la familia

“Un porcentaje alto de población no inmune dificulta el futuro, a nosotros y a todos los países. Este problema ya se ha visto en Japón y en Corea, que han contenido la epidemia muy bien, pero después han tenido una recaída. Por eso es importante una desescalada cauta y muy dotada de capacidad sanitaria”, explica Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública en la Universidad Miguel Hernández de Alicante y ex director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad y Política Social.

Para Hernández la velocidad de respuesta es clave, hace pocos días Sanidad pedía a las comunidades que en la desescalada las pruebas PCR se hagan en 24 horas porque la velocidad en detectar los casos es vital para cortar la cadena de contagios. “Con la desescalada parece que desaparece nuestro papel individual en la pandemia, pero son los ciudadanos los que más pueden hacer por reducir al máximo los tiempos, al primer síntoma: parado en seco en casa y aislarse de la familia, máximo si en la familia hay una persona mayor. La rapidez en la acción es la clave y tenemos colaborar todos”, explica Hernández.

Según este experto epidemiólogo “sabemos que va a haber infectados, habrá brotes, pero esperamos que sean brotes contenidos y que no alcance a la población con mayor propensión a la gravedad”. En este sentido destaca que “los dos o tres días en que los que se es contagioso sin síntomas y los infectados asintomáticos o con síntomas leves, siguen siendo el gran peligro. Por eso, tan pronto se diagnostique un caso, hay que ver cómo está la gente a su alrededor para aislarlos”. 

En este sentido considera que es mejor que la gente peque de precavida. “Si tiene algo, se queda en casa, no se agobie por llamar más de la cuenta, no piense que será un picor de garganta, no, llame y ya le dirán lo que hay que hacer. Hay algunos síntomas bastante distintivos como las anosmia [pérdida de olfato], tos y fiebre, si se detectan tienen que hacerse el test muy rápido. No hay soluciones mágicas, la población tiene que colaborar, los tiempos son importantes, y para que funcione no sólo tienes que tener dispositivos sanitarios sino que la población colabore activamente”, asegura.

Como con el sarampión

Joan Caylà insiste en la velocidad: “si ahora se produce un rebrote hay que tomar medidas rápidas de confinamiento, no como se ha hecho esta vez. Esto es como un incendio, lo puedes intentar apagar con un poco de agua, pero si no lo apagas inicialmente estará descontrolado”. 

Caylà compara la situación del COVID con la de epidemia de sarampión a mediados del siglo pasado. “Estamos como en el año cincuenta con el sarampión, no había vacuna y hasta que una población no tenía a la inmensa mayoría de la gente con la infección pasada, había brotes importantes. Con el COVID puede pasar lo mismo, de momento no tenemos ni tendremos vacunas a corto plazo, tratamientos tal vez, pero hay que verlo. Pero la medida más práctica hasta ahora ha sido el confinamiento que tiene que ser muy riguroso”.

¿Cuando deja el sarampión de ser un problema de salud pública? “Se ha calculado que se necesita tener protegida al 96% de la población para que no haya brotes importantes de sarampión. Con la COVID llegar al 96% es muy difícil mientras no haya vacunas. Ahora con la prevalencia actual, tenemos como mucho al 80% sin pasar la COVID, son muchos millones de personas, así que hay que ser muy rigurosos con las medidas de prevención", mantiene Caylà.

La prevención es el otro arma que tenemos los ciudadanos para ganar la batalla al coronavirus. “Si todos hacemos la prevención bien hecha, vamos disminuyendo las probabilidades agregadas de que haya nuevos casos. No sólo nuestra acción individual sino la colectiva. Si 10.000 personas usan mascarillas, evitan un caso. Parece desproporcionado, pero un caso de cada 10.000 son muchos casos. La tasa de reproducción básica tiene que estar siempre por debajo de 1, si no hacemos las medidas preventivas, aunque nuestro riesgo individual sea mínimo, agrupado en decenas de miles, va aumentando en vez de pasar de un solo caso en una provincia, se convierte en tres, y luego habrá seis”, explica Ildefonso Hernández.