Desde el pasado jueves, el uso de la mascarilla es obligatorio en Cataluña aunque haya distancia interpersonal. Extremadura se sumó el sábado y Baleares lo hace desde este lunes. En Asturias, una de las comunidades autónomas que mejor han controlado la epidemia de coronavirus, el director general de Salud Pública, Rafael Cofiño, afirmó el miércoles en la misma línea que "el objetivo es ir hacia la obligatoriedad del uso de la mascarilla". Andalucía se ha sumado con el anuncio este mismo sábado de que impondrá, previsiblemente, la extensión de la norma el miércoles. También La Rioja, Navarra y Aragón.

Este endurecimiento de la norma actual (que la hace obligatoria en espacios públicos cerrados y abiertos cuando no se garantice el metro y medio de distancia) llega en un momento crítico de la pandemia, con alrededor de un centenar de brotes detectados en activo y la posibilidad de que cualquiera de ellos se descontrole, como advierten los expertos. Además algunos de los focos, como los de Lleida, han provocado la vuelta al confinamiento dentro de los domicilios y la situación en el hospital de la ciudad ha obligado ya a derivar pacientes.

Pero, ¿es el endurecimiento del uso de mascarillas aunque haya distancia de seguridad el camino correcto para controlar los rebrotes? "Reforzar el uso de las mascarillas puede ser una buena opción porque se está observando poco y mal uso, pero no se puede pensar que con eso se van a controlar los rebrotes", plantea Salvador Peiró, doctor especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, "la norma se extiende a la calle cuando no se puede mantener la distancia interpersonal, pero los rebrotes no suceden en la calle".

Apuntala la idea y va más allá Jesús Palacio, investigador de Seguridad del Paciente en la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria y en el grupo WONCA de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el mismo ámbito: "A la gente hay que complicarle la vida lo justo. Las Administraciones no pueden imponer el uso de la mascarilla para obviar sus responsabilidades". Para Palacio, "no hay ninguna evidencia científica que apoye generalizar su uso obligatorio" y lo ve, además, "muy difícil cuando no se ha conseguido garantizar la obligación previa".

Más intensificar que ampliar, porque el uso de las mascarillas en España, como coinciden ambos expertos, tiene aún mucho por mejorar. "Llevarla en el codo, en la barbilla, pero también guardarla mal o tocarla al quitarla y no lavarse las manos hacen que el uso de mascarilla no valga para nada", incide Palacio, "lo que hay que conseguir es que la gente respete la norma actual".

Y es que el argumento aducido por algunos responsables políticos, como el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, es que "más vale prevenir que curar". "Aducir para justificar el uso de la mascarilla en cualquier circunstancia que haya personas que no la usen o lo hagan mal es tan pintoresco como si porque hay personas que no respetan el límite de velocidad de 120 kilómetros por hora en la autopista, la solución sea bajar el límite a 90 en lugar de hacer campañas de concienciación o multar a los infractores", explica Palacio, "sería muy improbable que quienes no respetasen los 120, respetaran los 90".

Respetar la norma actual

La de mantener el respeto a los límites actuales es una labor que aún queda por trasladar a un porcentaje importante de los españoles y, en concreto, casi la mitad de los guipuzcoanos. En esta provincia vasca es donde más gente asegura que no se pone nunca la mascarilla, según el informe final del Estudio Nacional de Seroprevalencia.

Esta falta de uso hace que María Enríquez, miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), vea oportuna la ampliación: "Lo que no puede ser es el mal uso que se ha visto estas semanas, por lo que si para mejorar el uso hay que imponer la obligación aunque solo sea para evitar confusiones, pues tendrá que ampliarse".

Sin embargo, esta especialista en enfermería respiratoria cree que la prioridad para controlar los rebrotes es la concienciación a los ciudadanos. "Hay que invertir mucho en educación. España no es un país acostumbrado al uso de mascarillas y hay que seguir explicándolo. Cuándo hay que usarlas, cada cuánto tiempo hay que cambiarlas o cómo guardarlas... Pero es verdad que si el uso no se puede garantizar así, pues quizás haya que endurecer las normas al menos para ver un efecto rápido", apunta Enríquez.

Comunicar más y mejor

Peiró cree que hay un mensaje de solidaridad en las mascarillas que no se está comunicando suficiente. "Las Administraciones públicas están comunicando mal. Lo básico es que cada uno protege a los demás, hay que transmitir ese mensaje de solidaridad y protección mutua y luego, si no se cumple, multar. Pero la policía también necesita normas claras en este sentido", afirma.

La comunicación debe hacerse en base a las últimas evidencias confirmadas - la OMS reconocía esta semana que el coronavirus también puede transmitirse en el aire en lugares cerrados y con mala ventilación -, afirma Peiró, que pone algunos ejemplos: "No hace falta hacer cumpleaños de 50 personas, quizás no hace falta cantar cumpleaños feliz todos muy juntos y evitar las aglomeraciones en calles de bares, por ejemplo, o bajar la música para que la gente no tenga que gritar tanto, porque emite más partículas. O en las oficinas con el aire acondicionado, ahora tiene que primar la ventilación sobre la eficiencia energética". En Japón, por ejemplo, estos días se conocía que los parques de atracciones recomiendan a los turistas "por favor, grita en tu corazón" ("Please, scream inside your heart")

"Lo que la OMS ha reconocido es que no se puede descartar que en sitios cerrados y mal ventilados el virus se pueda transmitir por el aire, pero hay que estudiarlo", añade Palacio, quién cree que hay que pensar en los sitios dónde más se puedan transmitir partículas: "Está demostrado que hay más partículas cuando la gente grita o canta, eso hay que vigilarlo".

Ir a la raíz de los brotes

Por ello, más que poner el foco en la calle, los expertos piden mirar más hacia el origen concreto de los contagios. "Los rebrotes se están produciendo en colectivos de riesgo, temporeros o centros sociosanitarios, y en reuniones familiares o empresas. Hay que abordar el origen de los brotes. Las mascarillas por la calle no controlan los brotes", incide Peiró.

Abordar las raíces de los brotes implica, como indica Peiró, pensar el entorno del brote. "Cada Ayuntamiento tiene que decidir en base a sus circunstancias y atender al origen de los brotes, que en muchos casos tienen un importante componente social. Si hablamos de temporeros, hay que pensar cómo aislarles y dotarles de los recursos que necesitan. Pensar cómo compensarles lo que dejan de ganar o ver por dónde se suelen mover. Ellos no te lo van a decir y por ahí puede haber mucho lío. Y pensemos en otras campañas, como la vendimia", advierte el investigador.

Más multas

Aunque prefieren no ahondar en aspectos como la cuantía de las multas, sí coinciden los expertos en la importancia de medidas coercitivas como parte de la estrategia de contención. "En Salud Pública sí optamos por multar, porque hablamos de la salud de todos, pero no al corredor solitario sino al que en el AVE se pone la mascarilla de antifaz, como se ha visto en algunas fotos que han circulado estos días", plantea Peiró.

Como parte de los recursos que plantea Palacio es necesario emplear en el control de los rebrotes, está "dotar a la calle de más policía para que pueda controlar el uso de mascarillas hasta donde llega la norma". Sin embargo, este experto en seguridad del paciente le "choca" que se hable de extender el uso de mascarillas y no del resto de medidas de protección "con efectividad garantizada".

"Resulta chocante que las autoridades en España, en la situación actual, se planteen obligar a los ciudadanos a llevar mascarillas cuando la distancia no las hace precisas, a la luz de la evidencia científica, mientras no han hecho obligatoria la higiene de manos en el acceso al transporte y lugares frecuentados o no han reforzado la atención primaria que es la que ha de detectar nuevos casos y rastrear a sus contactos", reivindica este médico de familia, que denuncia también que la especialidad "está bajo mínimos cuando ha de detectar los nuevos casos de COVID-19, confinarlos, atenderlos y rastrear a sus contactos para hacerles las pruebas y el seguimiento adecuados".

La enfermera de SEPAR coincide en que "la epidemia no se puede controlar sólo con el uso de la mascarilla, sino con el resto de medidas fundamentales, que son la distancia y el lavado de manos. Si no se educa en las tres, no se van a conseguir los objetivos".