La detección rápida y certera del Covid ha sido un reto desde el principio. No tan lejos quedan, en la primavera de 2020, los problemas por los test defectuosos traídos de China cuya efectividad se quedaba en el 40%. La PCR era y continúa siendo el gold standard, la prueba de referencia por su sensibilidad y especificidad (la capacidad de ajuste y de no dar falsos negativos ni positivos). En contrapartida, es una prueba cara, que requiere equipamiento y profesionales cualificados para su manejo, además de un mínimo de cuatro a seis horas para dar resultados. Por otro lado,  los test de antígenos aparecieron meses más tarde para ofrecer una alternativa más económica y rápida, pero sus limitaciones siguen siendo que no detectan cargas virales bajas y ofrecen problemas por ejemplo en los primeros días de infección.

Ofrecer una solución que aúne las ventajas de uno y otro es el objetivo propuesto por el equipo del genetista Alberto Gómez, científico del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS). Su proyecto se basa en la tecnología CRISPR-Cas12 – conocida por la edición genética – y busca ofrecer un  test diagnóstico “con una precisión similar a la de la PCR que es la técnica por excelencia y que consiga también abaratar el coste y acortar los tiempos de respuesta”, explica el investigador.

Esta prueba se basa en la tecnología CRISPR-Cas12 (ya utilizada en otras pruebas diagnósticas para enfermedades infecciosas) y utiliza saliva en lugar de una muestra nasofaríngea. “La ventaja es que la muestra se extrae de la saliva, por lo que es menos invasiva, y que se amplifica directamente, sin necesidad de  extraerla, de forma rápida y a una única temperatura. Con eso consigues que se pueda realizar de  forma más rápida y sin necesidad de equipos sofisticados o personal cualificado”, explica Gómez.

Esta última parte facilitará, explica el director del proyecto, su implementación en distintos escenarios, desde países desfavorecidos a lugares con personas con movilidad reducida o niños, para los que la técnica de la muestra nasofaríngea resulta más complicada de manejar.

Las características del proyecto, en el que han participado más de una decena de investigadores, les ha hecho merecedores de una de las Ayudas a la investigación en Salud de la Fundación Mutua Madrileña con la que financiarán el desarrollo del proyecto. “Hasta ahora hemos hecho un piloto que ha funcionado muy bien y ahora tenemos que validar el test para distintos modelos del proceso infeccioso, ver los costes, etc”, explica Gómez. La última parte será acordar con “un partner tecnológico el desarrollo del kit”.

La solución del equipo de Gómez prevé poder llegar al mercado en un año aunque llevan meses de trabajo. Su dedicación ha sido, como la de tantos otros científicos, surgida con la pandemia que les obligó a adaptarse desde otros campos: “Yo me dedicaba a genética de poblaciones, luego me pasé al terreno de enfermedades infecciosas en pediatría y con la pandemia nos hemos reconvertido y hemos trabajado mucho en Covid, tanto en niños como en adultos”, destaca el investigador premiado.