Apenas unos días después de la celebración de la fiesta nacional y tras haber presenciado el austero pero emotivo desfile militar conmemorativo, conviene reflexionar sobre el papel de nuestras fuerzas armadas y cómo, desde un punto de vista económico, se está dotando a uno de los principales servicios que el Estado presta a los ciudadanos de cualquier país: la seguridad y la protección frente a amenazas externas que permitan que la sociedad pueda disfrutar de la paz. Esa es una condición inexcusable para el desarrollo de las libertades individuales y colectivas y elemento que contribuye inequívocamente a la confianza y por lo tanto, también a la prosperidad económica.

La crisis financiera, la mayor conocida en España en muchas décadas, ha supuesto millones de empleos perdidos, caídas sustanciales en la renta disponible de las familias, reducción de salarios, desplome del precio de los activos inmobiliarios y el cierre de cientos de miles de empresas. También ha supuesto la reestructuración del sector financiero, una auténtica catarsis, y el incremento de la deuda pública a niveles del 100% del PIB. Pero uno de los efectos menos analizados ha sido la reducción del gasto en defensa que ha caído un 50% si comparamos el presupuesto de 2015 con el de 1988, según datos del Banco Mundial. En concreto, del 2,4% al 1,2% actual.

Es cierto que España no ha sido una excepción, sino que la crisis global ha tenido consecuencias similares en otros países de nuestro entorno. Así, la Unión Europea vio reducido su gasto en defensa en el mismo período del 2,8% al 1,5%. EEUU, por su parte, también registró una reducción sustancial del 5,6% al 3,3% de su PIB.

Sin embargo, no es menos cierto que España, junto a Alemania, con el 1,2% de su PIB de gasto anual en defensa, se sitúa con la tasa más baja de los países con los que nos podemos equiparar: Francia 2,1%, Reino Unido 1,9% o Italia 1,3%. Para dibujar un mapa completo, cabría señalar que las zonas con mayor gasto en defensa son lógicamente aquellas en situación bélica: los países de Oriente Medio y del Norte de África (7,8%), Israel (5,4%), o el inquietante 5% de Rusia con su lógica contrapartida en Ucrania (4%).

Nuestra situación geoestratégica como puerta desde África a Europa sitúa a España como un país clave para la seguridad de occidente. En un complejo entorno geopolítico marcado por crisis regionales (Siria) que han tenido efectos de gran calado en toda la Unión Europea con la crisis de los refugiados (Brexit, explosión de partidos populistas en Alemania, Francia, España o Italia que han radicalizado los mapas políticos virándolos hacia los extremismos) se impone una reflexión serena, desapasionada y con visión de largo plazo sobre uno de los grandes temas sobre los que convendría el mayor de los consensos: la defensa.

Las cifras macro sirven para el análisis global y para realizar comparaciones. Sin embargo, la reducción del gasto en defensa en los últimos años en España ha tenido, según una análisis publicado por Funcas, su concreción en tres aspectos clave: los gastos de personal, los gastos de las operaciones en el exterior y los gastos en los grandes programas de inversión. El coste total de las misiones internacionales de España desde 1990 hasta 2014 asciende a 9.615,4 millones de euros, según datos de la Subdirección General de Gestión Económica del Ministerio de Defensa.

Siempre según el citado análisis, la OTAN estima que solo será posible desarrollar sus funciones en el futuro si los aliados dedican como mínimo el 2% del PIB a Defensa, destinando al menos un 20% de ese gasto a los grandes equipos. El problema no es solo español. Compartir servicios y por lo tanto equipos y personal es la propuesta de la Unión Europea con el denominado Pooling and Sharing, que implica una política común de compras de equipamiento y su uso conjunto por los ejércitos de diferentes países. Si bien es cierto que esta política se ha desarrollado hasta ahora en tan sólo en unas pocas actividades. Generalizarlo sería contar con un ejército único europeo, pero para lograrlo habría que tener una política exterior común lo que hoy dista mucho de ocurrir con la crisis de los refugiados como reciente paradigma de la falta de coordinación de los países europeos.


 

Juan Jesús Gómez Cubillo es socio y director de Consilio Asesores Patrimoniales.