Más de 300 poemas de amor escritos del puño y letra de Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830-1886) iban dirigidos a una persona que tenía nombre y apellidos, pero durante la historia muchos quisieron mirar a otro lado. Le asignaron diferentes amantes. Desde un clérigo al que vio dos veces en su vida a un amigo que murió joven. Pero la evidencia era clara: su amor por Susan Gilbert se plasmaba en centenares de cartas.

Considerada una de las poetas más grandes de todos los tiempos, vivió y murió en el anonimato. Durante su vida tan solo publicó ocho poemas de los 1.800 que escribió y que apenas tuvieron éxito. Escribía mucho, lo hacía a todas horas. A partir de los 50 años llegó incluso a obsesionarse con la necesidad de vomitar palabras en una hoja en blanco. Se encerró en su casa y apenas veía a sus amigos. Estaba siempre en su habitación escribiendo cientos de poemas y cartas que con los años, y tras su muerte, verían la luz. Llegó a copiar más de 800 poemas en pequeños folletos, cuarenta en total. Los volúmenes los hizo con sus propias manos, a partir de hojas de papel dobladas que apiló y encuadernó haciendo dos agujeros en el lado izquierdo del papel y atando las hojas apiladas con una cuerda.

La persona que encontró todas sus obras tras la muerte de la artista fue Lavinia, su hermana pequeña, que al leer los poemas, supo que tenían que ver la luz. Pero desde entonces, su obra sufrió muchas censuras y manipulaciones. Mabel Loomis Tood, la amante de Austin, el hermano de Emily, que a su vez estaba casado con Susan, publicó en 1890 junto a Thomas Wentworth Higginson una primera edición de los poemas. Los dos editores reordenaron poemas y versos, omitieron la figura de Susan, incluso cambiando el sentido de las palabras para que tuvieran más ritmo, por lo que muchos biógrafos de la poeta consideraron que no se respetaron las obras originales de la autora.

Fue durante el verano de 1850 cuando Emily conoció a la que acabaría siendo su amante, aunque tras una temporada en Baltimore como profesora en una escuela, Susan se casó con Austin, hermano mayor de Emily, con el que tuvo dos hijos. Emily y Susan fueron vecinas, apenas les separaban unos metros de una casa a otra, por lo que se veían constantemente.

Uno de los poemas de Emily Dickinson.

Muchas incógnitas envuelven a la figura de la que fue una de las poetas más relevantes de Estados Unidos. Se trataba de una mujer única. En una época en que las mujeres dependían económicamente de sus maridos y se entregaban a cuidar de la casa y de sus hijos, Emily dedicó su vida a la poesía. Murió soltera, aunque muchos biógrafos de la poeta creen que muchos de sus poemas y cartas iban dirigidas a su gran amor Susan. Al parecer, como han retratado varias series o películas como Dickinson (2019) o Wild Nights with Emily (2018), ese amor era correspondido.

"El lazo entre / nosotras es muy / fino, pero un / Cabello nunca / se disuelve. / Amorosamente / Emily". "Yo derramé el rocío – / Pero tomé la mañana – / Escogí esta estrella singular / Entre las muchas que hay en la noche – / ¡Sue – para siempre!". Son algunas de las palabras que Emily le dedicaba a Susan, a la que siempre se dirigía como "Querida Sue".

La infidelidad a través de las palabras

A veces los poemas pueden delatar a quien los escribe. A lo largo de la historia, en muchas ocasiones se ha creído que los poemas de los grandes autores iban dirigidos hacia una persona, y no se supo ver que detrás de aquellas palabras se escondía un amor secreto. Es la historia del poeta de la Generación del 27 Pedro Salinas (1891-1951) y su amante Katherine Whitmore. Se conocieron en 1932 mientras Salinas impartía clases en un curso de la Generación del 98 y ella era una estudiante estadounidense de la que se enamoró.

Aunque mayoritariamente se basó en una relación a distancia y las cartas viajaron a través del océano entre 1932 y 1947, se cree que la trilogía poética amorosa: «La voz a ti debida», «Razón de amor» y «Largo lamento» tenían una única destinataria: Whitmore. La mujer de Salinas, Margarita Bonmatí Botella, con la que se casó cuando tenía 24 años en 1915, descubrió la infidelidad a través de sus palabras e intentó suicidarse en el río, pero un hombre la rescató. El matrimonio se separó durante un tiempo, pero finalmente acabaron volviendo.

Tras la muerte de Pedro Salinas en 1951, se extendieron los rumores sobre la existencia de una amante. De hecho, el también poeta de la Generación del 27 Jorge Guillén (1893-1984) lo sabía y le propuso a Whitmore sacar a la luz esas cartas que se habían enviado durante años. Finalmente en 1979 acabó donándolo a la Universidad de Harvard, pero lo hizo con una condición: las cartas se debían publicar 20 años más tarde, dando por hecho que en 1999, ella ya no viviría.

Miguel Hernández (1910-1942) fue otro de los poetas que escondió tras sus palabras a varias amantes. A pesar de que en 1937 se casó con Josefina Manresa, en su libro El rayo que no cesa (1936) incluye versos inspirados en las otras mujeres de su vida, como la pintora Maruja Mallo, que también fue amante de Rafael Alberti, y María Cegarra.

El amor fue uno de los grandes temas que trabajó Federico García Lorca (1898-1936) en sus versos. Sonetos del amor oscuro es una de las obras más famosas del autor que se publicaron tras la muerte del poeta en 1984. En estos versos representa la desesperación de la pérdida de un amante, que como se ha sabido años después, no iba dirigido a una mujer, se trataba de un hombre.

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.