El precio de la carne de cerdo se desploma en Mercolleida, el Wall Street del porcino en España. Hay temor de que la peste porcina africana pase de los jabalíes a las granjas. Los informativos de televisión muestran imágenes de la sierra de Collserola, muy cerca de Barcelona, donde se encuentra el Tibidabo, con sus caminos atestados de vehículos llegados allí para establecer un cordón sanitario -en esta ocasión no político- que evite la extensión de la enfermedad.

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Pero lo que más sorprende es ver a los agentes de la Unidad Militar de Emergencias (UME) llegando al lugar de los hechos para ayudar a Mossos y agentes forestales a, entre otras cosas, abatir jabalíes. La UME, de cuya labor no se pueden hacer más que alabanzas, se ha convertido en el recurso de los gobiernos autonómicos para demostrar a sus ciudadanos que se están empleando todos los medios para solucionar lo que sea, desde una inundación a un incendio, pasando por el contagio de una enfermedad animal.

Llama la atención también que vuelva la peste porcina a España después de 30 años, esta vez de la mano, según los expertos, de un bocata en mal estado. Algo se estará haciendo mal. En primer lugar, según denuncian los alcaldes de algunos municipios, que no se ha controlado el exceso en la población de jabalíes. Los hay por todos lados, incluso en la parte de atrás del chalé de un amigo en Galapagar, sí, donde tiene su casa Pablo Iglesias, y adonde acuden en grupo para husmear entre la basura.

La caza, ya se sabe, está mal vista. Los animalistas, Podemos, Sumar y otros grupos muy preocupados por la naturaleza, ven en los cazadores a gente sádica y malvada, o aún peor, votantes de Vox en potencia. Antes que acabar con los jabalíes habría que acabar con ellos, deben pensar desde sus poltronas.

La UME, de cuya labor no se pueden hacer más que alabanzas, se ha convertido en el recurso de los gobiernos autonómicos para demostrar a sus ciudadanos que se están empleando todos los medios para solucionar lo que sea"

Las enfermedades contagiosas se extienden en función de la densidad de población de la especie afectada. Si hay muchos más jabalíes de los que debería haber, el peligro de contagio es mucho mayor que si la población es acorde con el medio en donde habitan. Los cazadores y los alcaldes de muchos pueblos han llamado la atención sobre este peligro, pero ni el Gobierno central ni, en este caso, la Generalitat les ha hecho puñetero caso. Ahora, todo son lamentos.

La estupidez, sin embargo, no consiste sólo en proteger a todo bicho viviente como prioridad máxima, porque todos tienen derecho a la vida, aunque eso suponga poner en riesgo rebaños de ganado, granjas o incluso personas. No. En este caso se suma, además, la tontería de ceder ante cualquier pretensión de los partidos indepes, que quieren borrar de Cataluña todo lo que huela a España, incluidas, como es natural, la Policía y la Guardia Civil.

Lo que hubiera sido normal es que en Collserola hubieran estado las patrullas del Serpona, que es la unidad especializada de la Guardia Civil para proteger el medio ambiente y la naturaleza. Sin embargo, en Cataluña, según la asociación Jucil, apenas quedan una treintena de esos agentes. La causa es que hace ahora un año, en una cumbre a la que asistieron, entre otros, el ministro Grande Marlaska, Josep Lluis Trapero (director general de Policía de la Generalitat), Miquel Esquius (comisario jefe de los Mossos), y el general jefe de la Guardia Civil, Pedro Antonio Pizarro, se acordó no cubrir la bajas que se fueran produciendo en el Seprona, con objeto de ir haciendo desaparecer esa unidad de las zonas rurales de Cataluña, algo que había pedido insistentemente ERC.

Cuatro meses después de esa cumbre antiSeprona, el delegado del Gobierno en Cataluña, Carlos Prieto, comunicó a los mandos de la Benemérita que los días del Seprona estaban contados, según informa El Confidencial.

Así que todas las idioteces juntas dan como resultado lo que está ocurriendo en los últimos días a las afueras de Barcelona: una enfermedad, que se creía desterrada, extendiéndose peligrosamente; unos ganaderos que ya están en las últimas, ahora acongojados por la caída del precio de la carne de cerdo; y unos agentes de la UME haciendo de agentes del Seprona sin serlo. En fin, lo normal, soldados disparando a jabalíes.

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