Pablo Iglesias se fue a la fiesta del PCE, de la que nadie se acuerda ya, ni los punkis, y Errejón se fue al aniversario de UGT, a sentarse detrás de Carmen Calvo como detrás de la tata. Resulta que después de tanta nueva política, del podemismo, del carmenismo, de la revolución transversal o boscajosa del pueblo redescubierto, en la izquierda sigue habiendo lo mismo: el comunista y el socialista. El comunista con el viejo contrachapado de sus varios comunismos (siempre fueron muchos, y cada uno con un maestro de obra para el mismo libro y el mismo martillo) y el socialista con su pana esponjada como un cobertizo y su capitalismo para pasantes y para pobres, al que llamaban socialdemocracia o progresismo. O sea, el que se va a la fiesta del PCE, a hacer la revolución con el mechero de abridor y algún grupo macarra o enjaezado de calaveras, y el que se va a la barbacoa de liberados y maestritos a aliñar la hamburguesa y el mercantilismo con marihuana.
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